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El TTIP entra en vía muerta

El TTIP entra en vía muerta

Por Piergiorgio M. Sandri, 11-9-16

El desencanto con la globalización frena la negociación del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones.

El comercio mundial está en el punto de mira. Proliferan las voces (y las protestas) en contra de la negociación del TTIP, el tratado de libre comercio entre EE.UU. y la UE. Exponentes políticos de primer nivel en Alemania, Francia y en el país norteamericano en los últimos días se han mostrado partidarios de congelar las discusiones.

La hostilidad que despierta el TTIP es el reflejo de un malestar que afecta al conjunto de los intercambios. El volumen de las exportaciones mundiales alcanzó un tope en enero del 2015 y desde entonces está parado. Un estancamiento que no se veía desde la época de la guerra fría. El número de medidas proteccionistas el año pasado aumentó un 50% y triplicó el de las políticas liberalizadoras, según el Global Trade Report.

“El comercio se percibe como el culpable porque es la cara más visible de una globalización mal gestionada, como cuando una tienda de juguetes de toda la vida cierra ante la llegada de unos artículos chinos. A esto se le añade que la economía no crece. Pero no hay que ponerlo todo en el mismo saco: un iPhone tiene componentes que proceden de muchos países. Si todo se hiciera en Alemania, nadie se lo podría permitir”, razona un funcionario testigo de varias negociaciones.

“Algunos relacionan la crisis actual con la globalización, cuando hay otras fuerzas en juego: las decisiones de los políticos, el cambio tecnológico, que supone que surgen nuevas industrias y otras desaparecen... El mundo cambia y hay que adaptarse, esto es duro si no estás preparado, pero la solución tampoco es impedir el cambio”, opina María Concepción Latorre, profesora de la Universidad Complutense y especialista del TTIP.

¿Qué es lo que está sobre la mesa de este controvertido tratado? En el mundo las tarifas aduaneras en promedio son inferiores al 5%, pero las diferencias de regulación pueden suponer unos costes adicionales equivalentes de entre el 10% y el 20% en algunos sectores. EL TTIP trata de reducir la parte de burocracia, papeleos y requisitos, que obligan a pedir certificados o seguir requerimientos distintos en ambos lados del Atlántico. Puede ser la colocación de las luces en un coche, por ejemplo. Unas disfunciones que limitan el acceso al mercado.

“Se trata de no marear a los exportadores pidiéndoles para cada mercado requisitos distintos que, en realidad, deberían velar por lo mismo. Si pregunta a un exportador español cuántos trámites tiene que hacer para poner una manzana en EE.UU. le dirá que le llevan tres años”, asegura Latorre.

Pero desde Donald Trump, pasando por Marine Le Pen hasta el vicecanciller alemán Sigmar Gabriel, pocos se atreven a pisar el acelerador, porque el TTIP no es muy popular. “Es una gesticulación electoral, pero es verdad que hoy hay una presión creciente de la competencia sobre los empleos cualificados de la clase media inferior. El no haber acompañado esta redistribución del empleo pone en discusión los beneficios de la aperturas de los intercambios. Con todo, creo que merece la pena negociar, aunque no a cualquier precio”, dice Elvire Fabry, directora de investigación del Instituto Jacques Delors.

Jordi Bacaria, director del Cidob, cree que el contexto actual que se vive en Europa exacerba las reacciones negativas. “Cuando el Estado de bienestar es débil o sufre una crisis, los tratados comerciales adquieren entonces más importancia e influencia”, reconoce. “Pero es difícil entender que la opinión pública se oponga al comercio cuando ella misma es la que compra, a buen precio, productos ensamblados en países diferentes”.

Luisa Santos, directora de relaciones externas de la patronal europea Business Europe, está de acuerdo. “Poner barreras comerciales tendrá un impacto negativo, mientras que en Asia están abriendo sus mercados y así serán más competitivos que nosotros”. Porque el TTIP, sostiene Corominas, es sobre todo geoestrategia, ya que “el bloque que imponga su regulación, acabará dominando el mercado”.


 source: La Vanguardia