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La controversia detrás del acuerdo de libre comercio entre Europa y Canadá

La controversia detrás del acuerdo de libre comercio entre Europa y Canadá

Por Camil Straschnoy | 16-2-17

La Eurocámara aprobó el convenio denominado CETA, pese a las críticas a que favorece a multinacionales y atenta contra la seguridad alimentaria y el ambiente. El antecedente para un tratado con Trump.

Un viejo debate económico vuelve a tomar temperatura por hechos recientes: libre comercio vs. proteccionismo. Mientras Donald Trump promueve cerrar las fronteras (tanto a los migrantes y refugiados, como a los productos agrícolas y bienes industriales), por el contrario, la Unión Europea aprobó este martes un acuerdo para eliminar barreras en el comercio con Canadá. Pero nada es blanco y negro y este último convenio es rechazado por sectores que se paran en la vereda política totalmente opuesta al presidente de Estados Unidos.

Los impulsores del Acuerdo Integral sobre Economía y Comercio (CETA por sus siglas en inglés) destacan que permitirá eliminar el 99% de los derechos de aduana entre Canadá y Europa, elevar el comercio bilateral un 23%, incentivar las inversiones y aumentar el Producto Bruto Interno.

Pero no todos coinciden con esta postura, como lo demostraron las protestas masivas en inmediaciones del Parlamento Europeo en Estrasburgo (Francia). Sectores tan diversos como grupos de izquierda, ecologistas y nacionalistas euroescépticos creen que los principales beneficiarios van a ser las grandes empresas, contra quienes sin ningún tipo de mano visible del Estado, los pequeños no podrán competir, especialmente en el sector agrícola.

“Uno de los sectores más perjudicados es la agricultura y la ganadería y de hecho el principal sindicato campesino de España sacó un comunicado pidiendo a los parlamentarios que voten en contra”, explicó a Télam Alex Guillamón, coordinador de la asociación social EntrePueblos, con sede en Barcelona, y portavoz de la campaña No al TTIP (nombre del acuerdo hermano al CETA, que propone un comercio libre entre la Unión Europea y Estados Unidos, por ahora frenado por Trump).

“Justo en el momento en el que somos testigos de cómo el nuevo gobierno de los EEUU se ha configurado para dar mayor poder e influencia a las grandes corporaciones y el poder financiero, el CETA amenaza con socavar la democracia y el estado de derecho en Europa, en beneficio de un puñado de multinacionales”, comentó Shira Stanton, de Greenpeace, una de las organizaciones que protestaron en Estrasburgo.

Los críticos además ven que el convenio supone para Europa una reducción de los estándares en materia de seguridad alimentaria y medioambiente, ya que durante las largas negociaciones que arrancaron por 2009 y mantenidas en un estricto secreto, se aceptó reducir la protección que establece la legislación comunitaria contra los disruptores endocrinos (sustancias químicas potencialmente cancerígenas que se encuentran en plaguicidas).

El sistema de arbitraje entre Estados y empresas también es un punto crítico. Principalmente fue concebido como una institución privada pero ante el rechazo se aceptó un tribunal con jueces procedentes de los Estados Miembros y Canadá, lo que igual no frena que los inversores que se sientan perjudicados puedan demandar a los países.

“Miles de empresas estadounidenses con filiales en Canadá podrían usar el CETA para demandar a los gobiernos por supuestas lesiones de intereses. Ya tenemos antecedentes, además del de una empresa minera canadiense que tanto en Galicia como Rumania han interpuesto demandas por proyectos frenados por los gobiernos gracias a la movilización popular. No aceptamos que este sistema de arbitraje del CETA, que juzga solamente teniendo en cuenta la ley mercantil, esté por encima de la legislación pública”, explicó Guillamón.

Justamente, hay una consulta al Tribunal de Justicia Europeo para ver si el CETA vulnera las leyes comunitarias. Esa fue la condición que aceptó la región belga de Valonia para levantar su veto que en su momento dejó en su vilo la firma del convenio, ya que por la normativa del país, cada región tenía que aprobar el acuerdo y, a su vez, la UE requería la unanimidad de sus veintiocho Estados miembro para poder avanzar.

La otra barrera que tiene que pasar el CETA es la de su ratificación, otra vez por todos los países que están involucrados. Y es allí donde se espera que ocurra, lo que Guillamón calificó como “una dura batalla”. “En cada país se está empezando el debate sobre cómo se va a decidir, si por la vía parlamentaria o, en Holanda Irlanda y Austria hay fuertes campañas para que sea a través de un referendo”, precisó.

“La ratificación del CETA por parte de todos los parlamentos nacionales y regionales en Europa sigue siendo un resultado improbable. Por eso lo peor de esta decisión es la desconexión entre los eurodiputados del Parlamento Europeo y las preocupaciones de la ciudadanía en temas tan relevantes como la calidad de vida, la salud y el medio ambiente”, completó Stanton.

Lo que ocurra con el acuerdo con Canadá, será también un antecedente para el TTIP, el tratado similar con Estados Unidos. Trump anticipó que no piensa avanzar en ese convenio, pero a diferencia de lo que ocurrió con el Acuerdo Transpacífico, todavía no firmó ningún decreto para retirarse. Y con el magnate republicano, todo es una incógnita.


 source: Télam