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Colombia: El Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea: el cierre de la tenaza que ahoga nuestro desarrollo nacional

Colombia: El Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea: el cierre de la tenaza que ahoga nuestro desarrollo nacional

Por Raúl Arroyave Arango, Director Dpto. Relaciones internacionales de la CUT, Bogotá, junio 24 de 2010

Introducción

Si los TLC son tan equitativos y beneficiosos, ¿porqué no hay ninguno firmado entre las grandes potencias económicas? La evidencia muestra que más del 90% del comercio mundial se desarrolla entre los países poderosos o emergentes sin que para ello sea necesario un TLC. El secreto está en que las relaciones comerciales se deben desarrollar sobre la base de la igualdad y el beneficio recíproco, no sobre la ventaja oprobiosa de las relaciones coloniales, eje de los TLC.

A medida que se ahonda la crisis del sistema capitalista y sin que ninguno de los que la provocaron responda por ella, los neoliberales, reacios a la autocrítica profundizan las políticas que llevaron al mundo al actual desastre. Las grandes potencias económicas a la vez que se cierran con abiertas o embozadas medidas proteccionistas, compiten ferozmente por las fuentes de materias primas estratégicas, la mano de obra barata y los mercados donde pueden colocar, con superganancias, sus excedentes manufactureros e industriales, a la vez que les imponen a los países atrasados el libre comercio, esa llave maestra de la expoliación moderna.

Entretanto, los gobiernos más avisados pugnan por desacoplar sus economías de los centros mundiales de la crisis para evitar su pernicioso contagio, mientras que los más sumisos, como el de Uribe Vélez, insisten en la entrega a la barata de nuestras industrias nacionales y riquezas minero energéticas y en la liberación de importaciones que ahoga cualquier posibilidad de desarrollo nacional.

La historia reciente muestra a los Estados Unidos empecinados en la imposición del ALCA y la UE pugnando por la máxima liberalización comercial en la ronda de Doha de la OMC. Hacia el año 2005, ambas estrategiashabían fracasado. Estados Unidos buscó entonces la firma de bilaterales TLC y la UE, para no quedarse atrás, dio impulso a los denominados Acuerdos de Asociación –AdA-, eufemismo para disfrazar los mismos TLC pero bajo la máscara de incluir cláusulas de cooperación y diálogo político.

Con respecto a la Comunidad Andina -CAN- acordaron que la negociación del AdA sería bloque a bloque y que se iniciaría en junio de 2007. Rápidamente se vio que la negociación tomaba estrictamente el sesgo de un TLC, Bolivia y Ecuador se opusieron y después de tres rondas, se declaró fracasado el proceso subregional. Ante esto, Colombia y Perú decidieron continuar negociaciones bilaterales, las cuales concluyeron, después de nueve rondas, en febrero de 2009. Es decir, al final de cuentas, las imposiciones neoliberales y el afán del libre comercio, terminaron en la práctica por disolver la CAN, ya debilitada por la retirada de Venezuela en 2006.

Mientras Europa se hunde en la crisis Uribe Vélez firma el TLC

La firma del tratado, el 19 de mayo de 2010, fue un premio de consolación en la deslucida VI cumbre de Jefes de Estado y Gobierno de la Unión Europea, América Latina y el Caribe. Algo había que hacer para que la cumbre no pasara en blanco y por eso se acudió a la firma, aunque fuera protocolaria. Es decir, sin efecto alguno, pues el trámite normal sólo comienza cuando su texto sea traducido a los 21 idiomas oficiales de la UE. A partir de entonces deberá ser aprobado por el parlamento europeo y por el parlamento colombiano con el consecuente control de constitucionalidad por parte del Corte. Y, en caso de ser catalogado como acuerdo mixto por incluir asuntos diferentes al comercio, deberá ser aprobado en cada uno de los parlamentos de los países de la UE.

Este acuerdo, que pretende reverdecer los marchitos laureles del colonialismo Europeo, era firmado por el atolondrado presidente de la UE José Luís Rodríguez Zapatero, en el mismo momento en que los coletazos de la crisis capitalista se sentían con todo rigor en España y Portugal y el omnipotente FMI aplicaba en la península ibérica, al igual que en Grecia, las mismas recetas de drásticos ajustes que ya impusieron en América Latina en la década de los 80 del siglo pasado.

Por lo que respecta a Uribe Vélez, llegó a la Cumbre para firmar gustoso una nueva entrega de nuestra soberanía. Ese ha sido su cometido desde el 7 de agosto de 2002. Después de perorar con su monserga sobre los países “Idiotas útiles del terrorismo”, pasó a recibir el premio al “Mejor dirigente político iberoamericano de la década” concedido por el grupo editorial español “Intereconomía”, vergonzosa condecoración de declarados voceros de las multinacionales españolas que se han visto saciadas en la retoma del país gracias a la dadivosa “confianza inversionista” defendida por Uribe Vélez contra el interés nacional. Esta condecoración también tenía sabor de consolación, pues los grandes cacaos españoles intervinieron descaradamente desde Madrid, a finales del año pasado, a favor de la segunda reelección de Uribe Vélez antes de la afortunada caída del malhadado referendo.

El TLC con la UE arruina la industria láctea nacional

Las reacciones no se hicieron esperar. En esa misma semana los productores de leche en Colombia convocaron movilizaciones de protesta pues el TLC con la UE los deja expósitos, sin defensa alguna, ante una poderosa industria láctea subsidiada con más de cien mil millones de Euros en Europa, lo cual hizo afirmar a Joseph Stiglitz que “Es mejor ser una vaca en Europa que un campesino en el tercer mundo”. Los subsidios por cada res en Suiza, por ejemplo, ascienden a 3.650 dólares al año, suma superior al salario mínimo mensual colombiano, máxime si se tiene en cuenta que, según el DANE, en las zonas rurales del país el 70% de la población devenga menos del mínimo.

Las asimetrías son tan abismales que la UE produce el 30% de la industria láctea mundial y que en sólo quince días puede producir los 6.500 millones de litros de leche que significan la producción anual colombiana. La Unión Europea es una superpotencia industrial que les otorga subsidios abiertos a sus industriales por 48 mil millones de dólares al año y tiene una productividad del trabajo que supera en 6.5 veces la de Colombia. Su PIB es 71 veces el de Colombia, produce el 25% de la industria química del mundo y es el primer exportador mundial de tecnología con un valor de 277 mil millones de dólares. Este TLC empuja a Colombia hacia la reprimarización de su economía y nos regresa a la típica economía colonial de país agro-minero exportador, sin desarrollo nacional alguno.

La defensa del gobierno para tan antinacional acuerdo en lácteos es que el plazo para la desgravación total es de 17 años, tiempo en el cual, el sector puede ganar en competividad y tecnificación; una cortina de humo, si se tiene en cuenta que la gran mayoría del sector en Colombia está compuesto por pequeñas fincas de menos de 50 vacas y que hay 236.000 fincas de menos de 10 vacas, el minifundio, imposible de tecnificar, donde a su vez fueron desplazados los campesinos que antes cultivaban trigo, cebada y avena, productos que también se quebraron por la liberalización de las importaciones agrícolas en la Apertura Económica. Que la ruina de más de 400 mil familias es la meta, lo prueba por vía contraria, el hecho de hablar ahora de un fondo de tecnificación y reconversión por 30 millones de Euros, así como la promesa uribista de expedir un Conpes para afrontar las desastrosas consecuencias.

La falacia de la inversión extranjera

De hecho, aun antes que se firme TLC alguno, las multinacionales europeas y particularmente las españolas han recolonizado las principales empresas e industrias nacionales. Reconocen que gracias a sus superganancias en Colombia y América Latina han podido resarcir las pérdidas operacionales en el viejo continente golpeado duramente por la crisis económica.

Colombia se ha convertido por obra y gracia de la “confianza inversionista” en el nuevo reino colonial de Telefónica de España, Unión Fenosa, Aguas de Barcelona, Emgesa, Endesa y Gas Natural, Banco Santander, BBVA, ABN Amro Bank, HSBC y Maphre, Grupos Planeta y Prisa, Colsanitas, Sab Miller, British Petroleum, Shell, BHP Billinton, Repsol YPF, BP Exploration, Perenco, Cepsa, Hocol y Emerald Energy, Carrefour, Grupo Casino y Makro, para mencionar sólo algunas. Volvieron las carabelas, irónicamente, cuando nos disponemos a conmemorar los 200 años del grito de independencia.

La celebrada inversión extranjera no ha sido para crear nuevas industrias sino para la retoma de las más rentables que ya existían y de las empresas del estado. Tampoco han generado empleo pues sus ganancias están aseguradas por la reingeniería que han aplicado a las mismas para despedir personal y por las formas de vinculación tercerizadas y semiesclavistas que abaratan la mano de obra argumento favorito de la competitividad uribista.

El engaño de “libre” acceso a uno de los mayores mercados del mundo

En cuanto al gobierno colombiano, defiende la firma del tratado bajo la quimera de poder acceder “libremente” por parte de los productores colombianos a un mercado de más de 500 millones de habitantes y a que la UE es el primer importador mundial de bienes y servicios, el segundo socio comercial de Colombia y el segundo inversionista. La falacia consiste en que aunque según ese tratado el 99% de las exportaciones colombianas tendrán acceso libre a la UE, las infranqueables normas fitosanitarias y la competencia de otros países harán imposible que las exportaciones colombianas se amplíen más allá de las actuales en el marco del SGP plus: flores, tabaco, café y derivados, biocombustibles, aceite de palma, carbón, petróleo, ferroníquel, materias primas para cuya exportación no se necesita de TLC alguno, pero que en la nueva situación implican la apertura total de nuestro mercado a las importaciones europeas y la ruina de la producción nacional.

Por lo demás, las exportaciones que actualmente se hacen a la UE son propiedad, en su mayoría, de multinacionales europeas, con lo cual los beneficios para el país son harto dudosos, pues las rebajas escandalosas en las leyes de regalías aprobadas por el uribismo, prácticamente, han llevado a nuestro país a pagar por el saqueo de la multinacionales y a padecer las consecuencias del desastre medioambiental y ecológico que estas explotaciones generan. Finalmente se pasa por alto que el porcentaje de compras a Colombia por parte de la UE no supera el 0,3% de las importaciones que el viejo continente hace a nivel mundial.

No es cierto que los Derechos Humanos hayan mejorado en Colombia

En la misma quincena que el tratado se firmaba en Madrid, eran asesinados una educadora en Abrego, Norte de Santander, un dirigente sindical de Sintrainagro en Santa Marta, el fiscal de Sintrainpec en Cali y un dirigente que lideraba en el departamento de Sucre el retorno de las víctimas del desplazamiento forzado a sus tierras expropiadas por el paramilitarismo. Un dirigente de los desplazados en la región del Naya era baleado en Santander de Quilichao, se ahondaba el escándalo del DAS cuyas prácticas de persecución, guerra sucia y espionaje se extendieron hasta funcionarios de la UE y eran amenazados de muerte los miembros de la junta directiva del sindicato de la Frontino Gold Mines por oponerse a un gigantesco negociado que birla los derechos de los trabajadores legítimos dueños de los activos de esa compañía desde 1976.

A pesar de lo anterior, y de todas las evidencias sobre violación de derechos humanos, laborales y sindicales en Colombia, tanto el presidente Uribe como lo funcionarios de la Unión Europea, peroran sin empacho alguno que este TLC se sustenta en el respeto a los derechos humanos y laborales. A renglón seguido se agrega que “En caso de violación de este elemento esencial, se adoptarán medidas apropiadas que se ajusten al derecho internacional” frase retórica que no significa nada, y se agrega que el Tratado contiene un capítulo de Comercio y Desarrollo Sostenible, con cláusulas sociales que exigen el cumplimiento de “Normas mínimas en materia laboral y ambiental, con fundamento en el respeto de los derechos humanos, como estándares mínimos que deben observarse en la producción y comercialización de bienes y servicios”, retórica inútil que oculta el hecho contundente y real de la barrida de los derechos laborales y sindicales en las reformas de los últimos años.

Por eso hemos dicho en todas partes, que no hay cláusula de derechos humanos que justifique el tratado, que tales cláusulas se convierten en hoja de parra para tapar la ignominia del saqueo y la explotación laboral y que las multinacionales europeas jamás suspenderán su jugosa expoliación por cualquier violación de derechos humanos y sindicales, entre otras, por la simple razón, de que los mecanismos de verificación son verdaderos tribunales de arbitramento internacional a los cuales los trabajadores por recursos y experiencia no tenemos acceso.

Epílogo

A pesar de la firma protocolaria del TLC con la UE, seguiremos en la brega para impedir su ratificación. Queda mucho terreno por andar en esta batalla. Convocamos para ello la solidaridad internacional de todo el movimiento sindical europeo y de las organizaciones que han trabajado desde hace mucho en la defensa de los derechos humanos y al final de cuentas nos persuadiremos que la lucha contra los TLC americanos y europeos se inscribe indefectiblemente en la lucha de mayor alcance que libraremos hasta el final por la conquista de nuestra segunda independencia.


 source: Recalca