bilaterals.org | 04 de octubre de 2022
Grupos de mujeres de Asia-Pacífico se reúnen en Bangkok y discuten el comercio digital
Entre el 29 y el 31 de agosto de 2022 el Foro Asia-Pacífico sobre Mujeres, Derecho y Desarrollo (APWLD por sus siglas en inglés) reunió en Bangkok, Tailandia, a integrantes, contrapartes y gente aliada del APWLD esa región. Una de las mesas de discusión abordó el asunto de la digitalización y los acuerdos de libre comercio (ALC), y los conectó con la hegemonía corporativa y con los impactos sobre la condición de las mujeres. Arieska Kurniawaty de Solidaritas Perempuan, Indonesia, facilitó la conversación entre Elenita Dano (del Grupo ETC) y Kartini Samon (de GRAIN).
Los acuerdos bilaterales de libre comercio e inversión que están en efecto al día de hoy son notables en su espectro y exhaustividad. Es común que cubren un rango expansivo de asuntos, lo que multiplica sus impactos entre sociedades y sectores, y genera una resistencia muy extensa contra ellos en muchos países. La digitalización ha sido uno de los puntos emergentes clave en las recientes negociaciones relacionadas con los acuerdos bilaterales de comercio e inversión.
La liberalización del comercio y los ALC tienen sus raíces en una prolongada historia de explotación colonial. Hoy el propósito es el mismo que cuando se lidiaba con los Estados coloniales tradicionales, diseñados para extraer recursos naturales. Bajo la presión de la globalización, las naciones son obligadas a servir como fuente de recursos para el saqueo corporativo, y los ALC son un poderoso instrumento para las corporaciones. Los acuerdos de comercio “mega-regionales” conceden gran cantidad de derechos a tales corporaciones. Los mecanismos de solución de controversias inversionistas-Estados (ISDS por sus siglas en inglés), por ejemplo, que con frecuencia son incluidos en los ALC, imponen restricciones sobre lo que le es permitido o no les es permitido a los gobiernos hacer. Los gobiernos pueden ser demandados por cualquier decisión de políticas públicas que impacte negativamente las ganancias esperadas por las corporaciones.
“¿Quién decide las cláusulas en estos acuerdos de comercio?”, se pregunta Kartini Samon. “Eso queda en manos de las corporaciones. Éstas se involucran con frecuencia en redactar las cláusulas de los acuerdos de comercio. El objetivo es formar un vínculo continuo entre los gobiernos y las corporaciones, y forzar la aceptación de las reglas vinculantes”.
Por supuesto, las mujeres en particular han sido afectadas de un modo desproporcionado. Por ejemplo, en muchos lugares hay todavía la expectativa social de que las mujeres lleven alimentos a la mesa. Cuando existe algún obstáculo que evita esto, vemos una explosión de violencia en el hogar, aun cuando la situación sea una fuera de su control. En las tareas de cultivo tradicional, las mujeres mantienen las prácticas de guardar semillas y conservar los alimentos. Estas prácticas se ven afectadas cuando se perturban los sistemas tradicionales. Hemos visto múltiples crisis alimentarias justo en el punto climático de los acuerdos comerciales. Y cabildear por ALC justos no nos va a sacar de este atolladero —es sólo una distracción que nos impide asumir las soluciones reales.
Samon resaltó que durante la pandemia de Covid —cuando los suministros de comida no podían entregarse y las fronteras estaban cerradas— pudimos ver que es posible tener modos diferentes de compartir alimentos. Las comunidades demostraron su capacidad para asegurar que todo mundo obtuviera comida en la mesa a pesar de que el libre comercio ni siquiera fuera una opción. El Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (en Brasil), el MST, fue capaz de enviar 600 toneladas de productos vegetales frescos a 24 entidades del país. En Indonesia, las comunidades campesinas y pesqueras se unieron e intercambiaron alimentos consiguiendo tener comidas plenas en sus mesas.
Entre tanto, el poder corporativo incrementa su hegemonía. Las grandes empresas, las compañías tecnológicas, la agroindustria y los bancos invierten enormidades en alimentación y agricultura. Elenita Dano, del Grupo ETC, lleva veinte años estudiando lo que implica la agricultura de precisión. Son importantes para la agricultura de precisión las herramientas digitales. El supuesto es que la gente dedicada a la agricultura comete muchos errores. Se dice que los saberes tradicionales tienen muchas lagunas, pero en cambio las máquinas son precisas y confiables. Por eso son necesarias las herramientas digitales, se insiste. El Norte ha estado saturado de todas estas herramientas digitales durante los últimos veinte años, y ahora necesitan ampliar el mercado a otras partes. Ese lugar es el Sur Global. Las herramientas digitales se están utilizando para la expansión imperialista y la tecnología provoca aun más desigualdades.
En las plantaciones filipinas de banana, ahora la gente cultiva utiliza drones en lugar de aviones para rociar el fertilizante porque responden a la deriva del vuelo bajo, son menos propensos a los accidentes, y son más pequeños y precisos. Tienen mejor puntería. No obstante, los drones terminan aumentando el uso de productos químicos en los cultivos.
La pandemia de Covid fue otro de los motores de la digitalización. Las poblaciones pasaron a depender de las entregas mediante pedidos en redes electrónicas. De ahí que agricultoras y agricultores tuvieran que vincularse mejor a los mercados en línea.
De acuerdo a un reciente estudio del Grupo ETC, la centralización del poder se ha visto muy favorecida por la digitalización. De las seis corporaciones que solían monopolizar el mercado de las semillas, hoy quedan sólo cuatro empresas a cargo de un 65% de todas las semillas comerciales vendidas en el mundo y casi el 75% de todos los productos agroquímicos. Muchos grandes bancos y otras corporaciones tienen también inversiones en esas cuatro corporaciones. Y para agilizar los procesos utilizan cadenas de bloques. Eso les permite trabajar en conjunto y determinar los precios. Con tal sistema, la competencia es cosa del pasado. Por ejemplo, Amazon adquirió Whole Foods en 2017 y desde entonces surgió como un importante minorista de abarrotes y comestibles.
En las nubes de las grandes empresas tecnológicas, como Amazon, Microsoft y Google, se almacenan los datos. ¿Qué son exactamente estas “nubes”? Son estructuras reales situadas en zonas remotas del mundo —a menudo en Estados Unidos. Y están fuertemente vinculadas a los conflictos, ya que necesitan minerales como el cobalto y el níquel para el funcionamiento de sus equipos. En el Congo, por ejemplo, existe un conflicto relacionado con la extracción de materias primas que dura ya más de veinte años.
Quienes en verdad alimentan al 70% del mundo son campesinos, campesinas, gente que produce en pequeña escala, dedicada también a la pesca. Y deberían reclamar esta situación. Son las comunidades las que deben tomar las decisiones sobre qué tecnologías digitales les convienen y les funcionan, qué quieren utilizar y qué pueden controlar. Las corporaciones hablan de llevar la digitalización a todo el mundo cuando la mecanización ni siquiera ha llegado a algunos lugares. La digitalización no es necesaria. “¿Realmente la necesitamos?” se pregunta Dano. ¿Responderá realmente a nuestras necesidades actuales? No tenemos que rendirnos ante ella, como quieren hacernos creer las grandes compañías.