El TLC: ganadores y perdedores

Amylkar D. Acosta M

Por mucho rato se eludió este debate, con el socorrido argumento de que no se podía juzgar a priori, pues “para hacer el análisis de los beneficios del TLC, sector por sector, región por región, es necesario que la negociación esté cerrada” . Pues, bien, ya se cerró y en consecuencia ya no hay más excusas para abordarlo y analizar su impacto. Como lo afirmó la Revista Dinero, “Desde el primer día de la negociación, en mayo de 2004, se sabía que habría sectores ganadores y perdedores, así como también que en un Tratado de esta naturaleza no podía haber sectores excluidos” . Según el Presidente Uribe este “ no es un acuerdo de ganadores y perdedores” ; pero, a renglón seguido, advierte que “para ayudar a los productos que sufren, que tienen temores, hemos concebido un programa que se llama Agricultura, ingreso seguro” . Y sería impensable que tal ayuda tenga sólo el propósito de espantar los fantasmas del sufrimiento y los temores desatados por el cierre de la negociación del TLC y no el de resarcir a los perdedores.

LOS CONSUMIDORES COMO TROMPITO QUIÑADOR

Hay quienes se duelen de “la notoria ausencia de los mayores beneficiarios, los consumidores , sin voceros ni representantes efectivos en las negociaciones y foros donde se discute el Tratado” . En ello coinciden con Hommes, para quien constituye una insensatez oponerse al mismo puesto que “van a poder beneficiarse enormemente del TLC pues van a poder adquirir bienes de primera necesidad a precios más bajos” . Pero, resulta que “para abaratar las importaciones, si eso es lo que se busca, un país no tiene que negociar arduamente con otro: tiene total autonomía para reducir sus aranceles” . El Ministro de Comercio, Jorge Humberto Botero, nos reveló el secreto al exclamar jubiloso, a propósito de la importación de excedentes agrícolas desde los EEUU; esto dijo: “Mil y mil gracias por los subsidios, porque nos permiten, por ejemplo, comprar trigo barato y convertirlo en pan y pasta de consumo popular” . Ello es una falacia. En primer término, la producción doméstica no resistirá la competencia de los productos del campo subsidiados por parte del gobierno de los EEUU y estos terminarán por arrasarlos, destruyendo un sinnúmero de empleos productivos. Quienes queden sin empleo pierden su ingreso y, por consiguiente su capacidad adquisitiva y para quien carece de él hasta lo regalado es caro. Y, de contera, los subsidios no van a durar eternamente, más temprano que tarde tendrá que ceder la testarudez tanto de los EEUU como de la Unión Europea, pues la presión de la Comunidad internacional se hace cada vez más irresistible. Pues bien, en el momento en que ellos se desmonten los precios se dispararán y para entonces ya no estaremos en la disyuntiva de producirlos o importarlos, porque una vez arruinada nuestra agricultura nos tocará forzosamente importarlos a los precios del mercado. Entonces sí quedaremos en el peor de los mundos, como nos lo vaticinó el Embajador estadounidense acreditado en Bogotá, William Wood. En tales circunstancias, cómo dar cumplimiento al precepto constitucional que establece de manera perentoria que “La producción de alimentos gozará de la especial protección del Estado. Para tal efecto, se otorgará prioridad al desarrollo integral de las actividades agrícolas, pecuarias, pesqueras, forestales y agroindustriales, así como también a la construcción de obras de infraestructura física y adecuación de tierras” . Su trasgresión, como es apenas obvio, compromete seriamente la seguridad alimentaria del país, que está lejos de ser una entelequia, como lo quieren hacer ver los neoliberales.

El experto en comercio exterior, Tomás Uribe Mosquera , nos muestra la otra cara de la moneda: “Para aceptar negociar un TLC, los EEUU buscaron y recibieron seguridades de que se eliminaría el Sistema Andino de Franjas de Precios (SAFP), cuya suavización de precios internacionales - y estadounidenses- es aborrecida por sus exportadores de cereales, oleaginosas, azúcares, lácteos y cárnicos por incidir negativamente en la competitividad o rentabilidad de sus ventas a Colombia, Ecuador y Perú” . Ellos, por su parte, dejaron sentada su posición desde el inicio de la negociación, en el sentido de que las ayudas internas y los subsidios que reciben sus productos agrícolas no eran negociables en el TLC, lo cual se aceptó dócilmente. Por ello podemos afirmar sin ambages que en este TLC impera la ley del embudo: lo ancho es p’a ellos y lo angosto p’a uno! En tales condiciones, entonces, le cabe, mucha razón al Presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), Rafael Mejía, cuando afirma que “El sector del campo fue el gran damnificado” con el cierre del TLC.

Según el ex presidente Pastrana, “De lejos, el mayor beneficio de los consumidores es tener un empleo que les permita contar con los ingresos necesarios para comprar. Si vendemos nuestros productos a un mercado como el norteamericano, con 300 millones de compradores con gran capacidad adquisitiva, esto se traducirá en más y mejores puestos de trabajo para los colombianos ” . Esta es la misma cantaleta de Hommes, para quien los principales beneficiados si se firma y ratifica el TLC van a ser los trabajadores porque dizque “se va a generar nuevo empleo de buena calidad” , después que lo precarizaron aún más con la más reciente reforma laboral , que le dio otra vuelta de tuerca a la flexibilización laboral que se dio a partir de la Ley 50 de 1990. El argumento luce impecable; es una especie de silogismo: si exportamos más, vamos a poder producir más y a mayor producción tendremos mayor empleo. Pero, se está partiendo de una premisa falsa, pues, si bien es cierto la firma del TLC entraña oportunidades , también conlleva serias amenazas. El mismo Ministro de Comercio, Jorge H Botero, admite que “el acuerdo con EEUU abre oportunidades, pero no las garantiza” Los tratados perse no garantizan el acceso a los mercados externos, ello depende del potencial exportador y este, a su vez, de la competitividad del país. Una cosa es que con el TLC se le abran las puertas a nuestras exportaciones y otra muy distinta es que estemos en capacidad de franquearla. De poco o nada nos sirve que estén liberados todos los productos de la industria, si buena parte de ellos o no los producimos o a pesar de producirlos no somos competitivos en ellos, ya sea por los altos costos financieros que enfrentan las empresas en el país o por la precariedad y las carencias en materia de infraestructura vial, portuaria y de servicios . Puede ser cierto que “El TLC es una oportunidad para que el país piense en grande, proyecte en grande, actúe en grande” , como lo afirmo el Presidente Uribe; pero, del dicho al hecho hay mucho trecho. No podemos pensar con el deseo que, con lo que tenemos , “podemos conquistar el mundo”; dicho eslogan, además de demagógico sólo sirve para generar falsas expectativas, ya que “por el simple firmar el TLC, de un día para otro, el país no va a ser más competitivo, ni va a duplicar su oferta productiva, ni algunos sectores lograrán el éxito en los mercados internacionales” . Dejemos, entonces, de seguir chicaneando y con seriedad y rigor pasemos de las palabras a los hechos, pues de otro modo la tal Agenda interna no pasará de ser un catálogo de buenas intenciones.

EL ESPEJISMO DEL BOOM EXPORTADOR

La evidencia empírica no confirma el aserto de ex presidente Pastrana, pues de seis países que firmaron recientemente tratados similares (Israel, Canadá, México, Australia, Chile, Singapur y Cafta-RD), en tres de ellos aumentó la participación en las importaciones desde los EEUU, en uno más el efecto fue neutro y en dos más se ha reducido la participación en las mismas. Es más, en el 2005, los países que no tienen acuerdos comerciales con los EEUU curiosamente aumentaron más sus exportaciones a este país que aquellos que si los tienen. Hasta noviembre de 2005, los países sin TLC habían aumentado sus ventas a los EEUU en un 15.5%, por encima del 10.17% que fue el crecimiento de aquellas provenientes de los países que lo habían firmado. Es decir, que no existe una prueba concluyente, que nos permita afirmar a pié juntillas que el TLC se pueda convertir en un especie de ábrete sésamo para nuestro renglón exportador. Colombia, por su parte, no necesitó de TLC en el 2005 para que sus exportaciones hacia los EEUU, pese a la revaluación del peso, se incrementaran en un 21.89% con respecto al 2004. El caso de Chile es muy diciente, según afirma la Cámara de Comercio de los EEUU “El TLC entró en vigencia el 1º de enero de 2004 y empezó a rendir réditos inmediatamente para las empresas y los agricultores estadounidenses ” . Las cifras no pueden ser más elocuentes, según la misma Cámara las exportaciones estadounidenses registraron un “fulgurante” crecimiento del 85% en 2005, gracias al TLC entre ambos países; mientras tanto en los ocho primeros meses del último año de gobierno de la administración Lagos, las exportaciones totales crecieron en 22.5% en cifras anualizadas.

El gobierno estima, a ojo de buen cubero, que las exportaciones colombianas hacia los EEUU se incrementarán en un 50% en los primeros tres años de la entrada en vigencia del TLC . Como único argumento para aventurar este pronóstico se alude al hecho de que “en estos años (sic!) y en muy buena parte gracias a ese permiso (ATPDEA) para exportar productos nuestros a los EEUU, Colombia duplicó las exportaciones” . Pero, aclaremos que es gerundio; según el DANE Colombia necesitó 10 años para alcanzar dicho cometido, el cual se vio favorecido en los últimos años por el boom de los precios de los productos básicos en la lonja internacional. De hecho en el 2005 las exportaciones de Colombia (US $21.187.7 millones) crecieron el 26.6%, pero al desagregarlas constatamos que mientras las exportaciones tradicionales (café, petróleo, carbón y níquel) aumentaron el 35.3% las no tradicionales lo hicieron en un modesto 9.8%. Además, si nos atenemos a las proyecciones que hace el Banco de la República en su estudio sobre el impacto del TLC, se espera un incremento de las exportaciones para el 2010 de sólo el 14.4 % con respecto a la registrada en 2004 . Entonces, cabe preguntarse a qué atenerse o a las cifras que saca el gobierno de su magín con fines propagandísticos o al sesudo trabajo del banco Emisor? En el caso de Colombia, como en el de Chile, se prevé que las importaciones desde los EEUU crecerán más que proporcional a las exportaciones desde Colombia al país del Norte. Veamos: “Como se puede apreciar, las exportaciones a EU aumentarán en cerca de US $1.016 millones...por su parte, las importaciones de ese país aumentarían en US $1.629 millones...” o sea que, en últimas el beneficio neto será para los EEUU y no para Colombia.

De manera tendenciosa se pretende hacer pasar como beneficios del TLC las obras de infraestructura que se proyectan ejecutar en desarrollo de la Agenda interna que se planteó el gobierno como propósito cuando la negociación ya estaba avanzada y la cual aún está en pañales. Como lo afirma el mismo Presidente Uribe “...el TLC es un reto para que Colombia emprenda las obras de infraestructura con las que ha soñado, pero que no ha ejecutado” . Lo cierto es que, con o sin TLC es inaplazable emprender cuanto antes estas obras; la ejecución de estas no puede supeditarse a la firma del TLC, ni más faltaba. No es admisible, entonces, que se quiera meter gato por liebre, eso no es serio.

LA SALUD EN GRAVE PREDICAMENTO

Pero, no fue solamente el sector agropecuario el que resultó afectado con el Tratado negociado, también se afecta el acceso a la salud por el acápite del mismo en el que los monopolios farmacéuticos norteamericanos “lograron subir los estándares de protección de su sector, por encima de los parámetros de la OMC...Eso se reflejará en menor competencia, mayor monopolio y, por ende, el incremento de los precios al consumidor” . Y a ello se llegó a contrapelo de la Decisión 486 de la Comunidad Andina de Naciones(CAN) y de la decisión de Tribunal Andino de Justicia (TAJ) que dejó sin piso el Decreto 2085 de 2002, que fue el que sirvió de base en la negociación . Afirmar que “lo acordado no aumenta el nivel de protección vigente en el país para las patentes” , es una verdad a medias, pues la verdad monda y lironda es que este fue un punto que el gobierno colombiano ya había cedido por anticipado, antes de sentarse a negociar el TLC o, mejor dicho, para poder sentarse a negociarlo . Le asiste toda la razón a Germán Holguín, director de Misión Salud, cuando acota que “compartiremos con Perú la vergüenza de ser los dos países que más concesiones han hecho en el continente americano a las grandes farmacéuticas estadounidenses. En este panorama, el TLC será un instrumento de drama y sufrimiento. Con el cierre del capítulo de propiedad intelectual, el sector salud se convirtió en el gran perdedor” .

En su intento por dorar la píldora se ha dicho por parte de los negociadores que se tratará de amortiguar su impacto sobre la salud, mediante reglamentaciones internas de lo acordado en el Tratado. Ello no será posible, pues la Cláusula de anulación y menoscabo y la figura de la expropiación indirecta previstas en el TLC lo impedirán, a no ser que se cuente con la aquiescencia de los EEUU. De lo contrario, el país quedaría expuesto a demandas multimillonarias por parte del gobierno o de las multinacionales farmacéuticas de los EEUU y si hay lugar a controversias, ya lo sabemos, las mismas se dirimirán en los tribunales de arbitramento, pues nuestros tribunales de justicia quedan sin oficio en estos menesteres.

COLOMBIA: PERDEDOR NETO

En este juego de sumas y restas, de ganadores y de perdedores en que se convirtió la negociación, tenemos que decir que el balance es deplorable, Colombia salió muy mal librada de esta negociación y los Estados Unidos, con su bien calculada estrategia de exasperar a los negociadores colombianos mediante la dilación y la parsimonia, se salieron con la suya. Una vez más, se demostró que la negociación tratados comerciales no son una carrera de velocidad sino de resistencia y a ello jugaron hábilmente los negociadores de los EEUU. No importa que, ahora, para morigerar sus repercusiones se anuncie por parte del gobierno que el gobierno estaba buscando “cláusulas de equidad” , que no aparecen por parte alguna; con ello sólo se busca rendirle un cumplido a la promesa de campaña del actual Presidente, en sentido de procurar “ cláusulas sociales de equidad para que el mundo no se divida más entre países beneficiarios y víctimas del libre comercio” . Ya el Banco mundial, en un estudio sobre el impacto del TLC se adelantó a afirmar que este aumentará la desigualdad y la pobreza, que es nuestro principal problema, aunque nos consuela diciéndonos que, en el largo plazo , el tratado comercial es bueno para alcanzar mayor crecimiento que permitiría bajar el nivel de pobreza . Pero ya lo sentenció Jhon Maynard Keynes: a largo plazo todos estaremos muertos. Como quien dice, fuimos por lana y salimos trasquilados!

Bogotá, marzo 8 de 2006

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