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¿Integración o libre comercio? Poca voluntad para superar los escollos

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Integración o libre comercio? Poca voluntad para superar los escollos

Raúl Zibechi
Agosto de 2007

El año 2007 puede pasar a la historia como el del fin de las esperanzas de una integración regional diferente a la que pregonan los mercados y el capital transnacional. En los últimos años se han venido acumulando en el Cono Sur, una de las zonas donde han surgido gobiernos progresistas y de izquierda, un conjunto de hechos que suponen la profundización del modelo neoliberal pero ahora de la mano de gobiernos que se reclaman contrarios al Consenso de Washington.

Esta profundización del modelo asume varias características: la conversión de los países del Mercosur en una “república soyera” con una producción superior a los 100 millones de toneladas de soya; la creciente alianza de los gobiernos de Uruguay y Brasil con los Estados Undios para avanzar hacia la liberalización comercial; la opción por el etanol y el monocultivo de caña de azúcar realizada por Luiz Inacio Lula da Silva, que profundizará el carácter subimperial de su país. Por otro lado, la profundización del modelo neoliberal no hace más que insuflarle fuerza política y social a las derechas, como quedó en evidencia en las elecciones de la capital argentina con el triunfo del empresario Mauricio Macri.

Con el proyecto del etanol la extranjerización de la economía brasileña, y con ella la de toda la región, subirá un nuevo peldaño. Cuando Lula llegó al gobierno, el 1 de enero de 2003, la participación de filiales extranjeras en la industria había trepado del 31% en 1985 al 40%, según un estudio divulgado por el ex presidente del Banco Nacional de Desarrollo, Carlos Lessa. De las 500 mayores empresas del agronegocio, que controlan casi todo el PIB agrícola de Brasil, seis son estatales, 388 brasileñas y 106 extranjeras. Pero entre las 50 mayores hay sólo 22 brasileñas y 28 extranjeras. Sólo la empresa Adecoagro, que pertenece a George Soros, va a invertir 800 millones de dólares en usinas de etanol. Cargill compró el 63% de Cevasa, la mayor usina de etanol del país. Según el Banco Central sólo en lo que va de 2007 ingresaron a Brasil 6.500 millones de dólares para ser invertidos en la producción de etanol.

A mediados de 2007 se supo que los grandes bancos de Brasil siguen acumulando las mayores ganancias de su historia. La contracara de esta amistosa apertura al capital financiero es la creciente militarización de las favelas de Rio de Janeiro. Con la excusa de los Juegos Panamericanos celebrados en julio en Rio, se expulsó violentamentea miles de familias de sus hogares por el único delito de vivir en los alrededores de los locales deportivos, se persiguió como nunca a los vendedores ambulantes y a los que viven en las calles. Esta verdadera “limpieza social” va de la mano de una inversión de 2.600 millones de dólares en los Juegos. La criminalización de la pobreza no es más que el anverso de la alianza con el capital financiero.

Lo que sucede en Brasil es fotocopia de lo que viene pasando hace 17 años en Chile bajo un gobierno de alianza entre la democracia cristiana y los socialistas. Y no está muy lejos de la política que promueve el gobierno uruguayo, cuya ministra del Interior prometió mano dura con los manifestantes radicales mientras el presidente Tabaré Vázquez estrecha su alianza con Washington. En Argentina, organismos de derechos humanos denuncian que el “gatillo fácil” (la muerte de jóvenes pobres a manos de la policía) sigue creciendo pese al discurso de Néstor Kirchner contra el genocidio de la dictadura militar.

Contradicciones regionales

Lula alcanzó a comienzos de julio acuerdos estratégicos con la Unión Europea. La I Cumbre UE-Brasil, en Lisboa, tuvo en el cambio climático uno de sus ejes que se traduce en el impulso a los agrocombustibles. En la reunión empresarial paralela a la cumbre se firmó la asociación de Petrobras y la portuguesa Galp para la producción de 600 mil toneladas anuales de aceites vegetales en Brasil para su comercialización en Europa una vez transformadas en biodiesel. Este tipo de acuerdos alejan la posibilidad de que el Mercosur camine hacia la soberanía y la seguridad alimentarias.

El presidente brasileño apuesta a una integración sobre la base de la Iniciativa de Integración de la Infraestructura de la Región de América del Sur (IIRSA), que consiste en 300 megaproyectos para la conexión física del continente. Financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) de Brasil, cuenta con suficientes recursos (más de 30 mil millones de dólares) como para impulsar grandes obras (represas, gasoductos, carreteras, puertos) con la finalidad de impulsar el comercio Atlántico-Pacífico, colocando los recursos naturales sudamericanos a disposición del mercado global.

Tal vez por eso las diferencias entre Chávez y Lula pasaron de la diplomacia a las declaraciones públicas. El presidente venezolano aseguró que no está interesado en el “viejo” Mercosur. Las diferencias entre ambos países son cada vez mayores. Brasil está interesado en los negocios y en posicionarse como potencia regional y global, pero no hace el menor gesto hacia la integración y, sobre todo, no está dispuesto a pagar ningún precio para concretarla. En tanto, Venezuela no deja de tomar iniciativas y hacer a un lado los negocios con tal de fortalecer las alianzas regionales.

El Banco del Sur es otro de los temas en los que no hay acuerdo. Iba a lanzarse en julio durante la Copa América de fútbol en Caracas, pero debió postergarse sin fecha debido a las diferencias de Brasilia. Del Gasoducto del Sur ya ni se habla, pero el gobierno de Lula sigue interesado en un gasoducto entre Venezuela y el Nordeste para favorecer la expansión industrial de esa zona postergada de Brasil. Dos iniciativas necesarias para todos los países de la región muestran a los dos países enfrentados. El gran problema es que las grandes iniciativas no van a avanzar si Brasil, que seguirá siendo el país clave de la región, no deja de poner por delante sus estrechos intereses nacionales.

La forma como el gobierno Lula está abordando las relaciones con sus vecinos más pequeños son una clara muestra de ello. Fernando Lugo, candidato progresista a la presidencia de Paraguay, recordó en una entrevista en Folha de Sao Paulo que su país está subvencionando a la industria paulista. El 98% de la energía que produce Itaipú es vendida a Brasil a precios irrisorios, con lo que este cubre más del 20% de sus necesidades energéticas. Paraguay percibe apenas 250 millones de dólares por la energía que vende, pero al precio del mercado debería ingresar 3.500 millones de dólares.

Lugo apuesta a rever el contrato y aumentar el precio a la mitad de lo que se paga en el mercado. Pero el canciller Celso Amorim se niega a revisar un acuerdo firmado cuando ambos países eran gobernados por dictaduras militares. Paraguay debe importar petróleo pagando precios superiores a los que recibe por vender su energía a Brasil. Por otro lado, Itaipú generó una deuda espúrea, al igual que la represa de Yacyretá construida con Argentina. Pero mientras Kirchner estsá dispuesto a a revisar las cuentas, Brasil se sigue negando. Si esto sucede bajo el gobierno de Lula, se puede imaginar lo que pasará luego de 2010 cuando la derecha retorne a Brasilia.

Con Ecuador las cosas no son mejores. Un informe encargado por el ministro Alberto Acosta estableció que Petrobras incurrió en delitos por la venta de acciones a la japonesa Teikoku y por la apropiación ilegal de un pozo de la estatal Petroecuador. Un delito similar al que llevó a la anulación del contrato con la estadounidnese OXY. El gobierno, presionado por los movimientos sociales, estudia la anulación del contrato de Petrobras. Pero el gobierno de Lula presiona a Ecuador a favor de Petrobras, pese a que no es una empresa estatal sino mixta.

Bolivia debió llevar al Parlamento Amazónico su litigio con Brasil por la construcción de dos represas en el fronterizo río Madera que forman parte de la IIRSA. El gobierno de Evo Morales solicitó una reunión a Brasil para abordar el conflicto, pero el canciller Ceso Amorim, que considera las represas como “estratégicas”, ni siquiera tuvo la gentileza de responder a su par David Choquehuanca. Lo cierto es que las obras inundarán más de 500 kilómetros cuadrados de la Amazonia boliviana y que el gobierno Lula adelantó que no está dispuesto a dar marcha atrás. Brasil se molestó por el decreto de Evo que en junio obligó a Petrobras a venderle dos refinerías de petróleo a Bolivia. Brasil abandonó a Bolivia sin la menor intención de cooperar para que pueda industrializar sus recursos naturales y salir así de la postración neocolonial. Lula sigue siendo prisionero de las multinacionales, del sector financiero y de la ambición de elevar a Brasil al rango de potencia.

Venezuela y Brasil

A comienzos de agosto los presidentes Lula y Chávez realizaron dos giras que muestran las contradicciones insalvables existentes en la región. Lula visitó cinco países: México, Honduras, Nicaragua, Panamá y Jamaica, con el objetivo de promover los agrocombustibles. Chávez visitó en las mismas fechas Argentina, Uruguay, Ecuador y Bolivia, para firmar acuerdos que impulsen la integración.

La de Lula podría llamarse la “segunda gira del etanol”. La primera, recordemos, la realizó George W. Bush a principios de marzo de este año, cuando llegó a acuerdos de largo plazo con Lula para promover los agrocombustibles. Ahora el presidente de Brasil viajó para promover que empresarios de su país instalen plantas de etanol de caña de azúcar en los países centroamericanos. En México, primera etapa de su viaje, Lula impulsó un acuerdo entre la estatal Pemex y la trasnacional Petrobras para la exploración y explotación de petróleo en aguas del Golfo de México. El acuerdo es interesante para Petrobras ya que la empresa es líder mundial en extracción de crudo en aguas profundas, tecnología que la empresa mexicana no posee.

La izquierda mexicana reaccionó duro. Andrés Manuel López Obrador, víctima de un fraude electoral en las elecciones de 2006 que benefició al actual presidente Felipe Calderón, advirtió que se puede usar a Petrobras como “punta de lanza” para privatizar Pemex, un objetivo largamente acariciado por las multinacionales. “Lo respeto mucho, pero el movimiento que represento, una oposición real, verdadera, no acepta que se entregue la riqueza petrolera mexicana a extranjeros, bajo ninguna modalidad”, dijo López Obrador sobre las gestiones de Lula, según La Jornada del 6 de agosto. Según el líder de controizquierda, se pretende que Petrobras busque petróleo en el Caribe y a cambio se quede con una parte de los hidrocarburos encontrados, lo que no implica ningún riesgo porque se sabe dónde están los yacimientos. Detrás de Petrobas, argumenta, llegarían las demás multinacionales.

Sobre los agrocombustibles, Lula dijo que cuenta con el apoyo de México “en la campaña para establecer un mercado mundial de combustibles más limpios, baratos y renovables. Tenemos la oportunidad de democratizar el acceso a nuevas fuentes de energía multiplicando la generación de empleos y diversificando la matriz energética”. Es evidente que el presidente de Brasil no se dio por enterado de los argumentos esgrimidos estos útimos meses por Fidel Castro, entre muchos otros, contra esas energías. En Nicaragua, Lula ofreció a Daniel Ortega apoyo para que ese país se convierta en pionero de los agrocombustibles en la región. “Es completamente inadminsible y un crimen producir etanol derivado del cultivo de maíz”, le respondió el nicaragüense.

En Jamaica inauguró una planta de deshidratación de etanol propiedad de inversores jamaicanos y brasileños, y en Honduras y Panamá firmó acuerdos para el desarrollo de los combustibles a partir de caña de azúcar. El diario Folha de Sao Paulo, el 5 de agosto, recordó los motivos del interés de Brasil en expandir el etanol en esa región. “El interés es usar América Central como plataforma de exportación a etanol a Estados Unidos; esos países tienen acuerdo de libre comercio con los americanos y no tienen límites para la exportación de etanol”. Brasil aporta la teconología y los capitales, los centroamericanos ponen el trabajo semiesclavo en los cañaverales y así la potencia emergente consigue abrir un mercado protegido al que tiene enorme dificultades para acceder. La forma de pensar de Lula es trasparente: “Juntos podemos constituir una potencia económica mundial”, le dijo al derechista Felipe Calderón en México.

La gira de Chávez fue muy diferente. En Argentina firmó un acuerdo con Néstor Kirchner para la compra de 500 millones de dólares en bonos argentinos y se comprometió a comprar una cantidad similar en unos meses. Este acuerdo es vital ya que luego del default de 2001 Argentina no tiene acceso a créditos internacionales. Además, firmó un acuerdo para la construcción de una planta regasificadora de gas licuado venezolano en Bahía Blanca, ya que Argentina sufre una seria crisis energética. En Uruguay firmó un Tratado de Seguridad Energética con Tabaré Vázquez, por el que las estatales Ancap y Pdvsa trabajarán para duplicar la capacidad de producción de la refinería uruguaya y se crea una empresa mixta para extraer crudo de la Faja del Orinoco, considerada la primera reserva mundial. Con ello Uruguay se asegura energía en el largo plazo.

Esta vez Vázquez y Kirchner coincidieron. “¿Qué otro gobierno del mundo ha hecho otro ofrecimiento de tal magnitud y grandeza?”, dijo el uruguayo. “Los argentinos deberíamos, y debemos, estarle reconcidos, porque siempre que lo hemos necesitado ha estado”, dijo un ministro muy cercano a Kirchner.

Ya en Ecuador, Chávez suscribió una inversión de 5.000 millones de dólares con Rafael Correa para la construcción de una refinería en la provincia de Manabí, para procesar 300 mil barriles de crudo diario. En Bolivia, Chávez, Kirchner y Evo Morales, reunidos en Tarija, lanzan la construcción de una planta regasificadora en el país andino y un pacto de integración energética.

Las dificultades para que Venezuela ingrese al Mercosur estuvieron presentes en la gira. Hasta ahora los parlamentos de Argentina y Uruguay ratificacon la adhesión del país de Chávez al bloque. Paraguay y Brasil lo vienen demorando. Se sabe que el parlamento de Brasilia no quiere aprobar el ingreso, ya que tiene una mayoría de centro-derecha, aunque el gobierno puede hacer valer sus alianzas. En Buenos Aires, Chávez dijo en un reunión restringida, recogida por Página 12, el 8 de agosto, que los roces de Venezuela y Brasil no se deben a “una disputa de liderazgos” sino a “un confrontación de modelos energéticos”.

El problema de fondo es la enorme capacidad del libre comercio para modelar las relaciones entre los países de la región. Al hacerlo, introduce asimetrías y contradicciones que producen un doble efecto: establecen relaciones verticales entre los países y los organismos financieros internacionales, las grandes empresas y los países del Norte y, paralelamente, impiden o dificultan las relaciones horizontales de integración comercial y política entre ellos. En este escenario, los pequeños países tienen aún muchas más dificultades que los grandes para abrirse espacios en unas relaciones internacionales canibalizadas. No es casualidad, por tanto, que ante el fracaso del ALCA la opción de Washington haya sido la de comenzar a negociar TLCs con los pequeños y medianos países.


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