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México y Canadá: Comerciando nuestro futuro

México y Canadá: Comerciando nuestro futuro

Por Rick Arnold, 13-2-2009

Cuando la mayoría de la gente compara México con Canadá, lo hace enfocándose en las diferencias (lenguaje, clima, historia colonial, forma de gobierno, nivel de desarrollo industrial, etcétera). Aunque ello es significativo, también oculta las áreas de interés común. El lazo más obvio que conecta a nuestros dos países es que ambos vivimos al lado de Estados Unidos de América. Nuestro vecino común es un coloso global que históricamente ha ejercido una enorme influencia económica respaldado por su poderío militar.

Como parte de su punto de vista, Estados Unidos ha considerado que el resto del continente americano es su patio trasero. A pesar de eso, durante mucho tiempo en el siglo XX tanto México como Canadá se atrevieron (en ocasiones) a “decirle sus verdades al poder”. Por ejemplo, ambos mantuvieron relaciones con la Cuba revolucionaria ante la enorme presión de Washington para frenar cualquier tipo de contacto. La nacionalización de Petróleos Mexicanos decretada por el gobierno de Lázaro Cárdenas fue un acto de valentía frente a las amenazas de los gigantes petroleros de Estados Unidos y de representantes gubernamentales de ese país. En Canadá hubo innovaciones tales como la medicina socializada y las lonjas de comercio para productores agrícolas, que resultaron de luchas ganadas a pesar del pensamiento “anticomunista” que prevalecía en ese tiempo en Washington.

No obstante, la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) el uno de enero de 1994 cambió las cosas. Desde entonces éste ha servido para acercar todavía más a México y Canadá a los requerimientos de mercado de Estados Unidos, y ha llevado a ambos gobiernos a ser multiplicadores acríticos de la agenda neoliberal. Los dos países han llegado a ser extremadamente dependientes de las exportaciones a Estados Unidos, en más de 80 por ciento cada uno. Los partidarios del TLCAN que alababan este fenómeno como un indicador de éxito ahora matizan sus afirmaciones, pues la economía declinante de Estados Unidos arrastra a sus vecinos dependientes.

Enfrentar los subsidios ilegales.

La remoción de aranceles en la importación mexicana de maíz, combinada con el mantenimiento de subsidios agrícolas ilegales en Estados Unidos, ha llevado a unos dos millones de campesinos a abandonar su actividad. Y si bien esta dramática situación ha recibido alguna cobertura en la prensa de América del Norte, un similar “hachazo” que golpeó a los productores de maíz en Canadá ha sido prácticamente ignorado. Las súplicas de estos agricultores de Canadá fueron desoídas en Ottawa hasta que sorpresivamente el ocho de enero de 2007 (con un gobierno minoritario temeroso ante una elección federal), las autoridades de Canadá llevaron a la Organización Mundial de Comercio (OMC) una demanda contra los programas de subsidio al maíz de Estados Unidos. Aunque esta acción reconoce el dolor que sienten los productores de Canadá, no es previsible que la decisión final de la OMC sea pronta. Hay que esperar aún para que llegue el alivio.

Durante las dos décadas recientes, las familias campesinas de Canadá han sufrido bajo el “libre comercio”. Por ejemplo, aun cuando las exportaciones agrícolas canadienses se triplicaron de 11 mil millones a 33 mil millones de dólares entre 1988 y 2007, el ingreso sectorial neto cayó en más de 50 por ciento. En ese mismo periodo la deuda agrícola se incrementó en más del doble, de 22 mil 500 millones de dólares a 54 mil millones. Los precios al menudeo de los alimentos escalaron al tiempo que los pagos al agricultor cayeron. Tanto campesinos como consumidores han sido los perdedores del TLCAN.

Promesas incumplidas.

Previo a la puesta en marcha del TLCAN, los canadienses y los mexicanos recibieron por igual la promesa de una era de oro, con puestos de trabajo en abundancia. En cambio, en los seis años recientes, Canadá perdió 450 mil empleos en la manufactura. Esto es, más de 150 buenos empleos desaparecieron cada día. Y la situación empeora. La pérdida de trabajos golpea a muchas y diferentes industrias en el país: automotriz, de procesamiento de alimentos, forestal, textil, metalúrgica, de mobiliario, etcétera. Una gran cantidad de los puestos de trabajo nuevos que se están creando son mal pagados, inseguros, con prestaciones disminuidas, lo cual en particular afecta a las mujeres. Claramente en ambos países ha crecido la brecha entre el ingreso de los más vulnerables y el de los ricos; se ha ensanchado durante los 15 años del TLCAN.

Ambas naciones han visto que su soberanía se debilita ante corporaciones extranjeras (la mayoría con sede en Estados Unidos) apoyadas por disposiciones contenidas en el Capítulo 11 del TLCAN, un canal de respaldo legal que permite a los inversionistas foráneos evadir a las cortes locales y entablar demandas contra gobiernos federales ante un tribunal internacional. Esos desafíos tomaron fuerza en Canadá en 2008. En julio, un grupo de 200 inversionistas estadounidenses, liderados por un empresario de Arizona, promovió un juicio bajo el TLCAN contra el gobierno de Canadá, con la demanda de 155 millones de dólares como compensación porque dijeron haber enfrentado “controles carreteros anti estadounidenses” al tratar de establecer clínicas de salud privadas en Canadá. En agosto, Dow Chemical anunció su intención de confrontar una legislación de Québec que prohíbe la venta y el uso cosmético de pesticidas. En diciembre, US AbitbiBowater amenazó con entablar una controversia bajo el Capítulo 11 del TLCAN, aun cuando el cierre de todas sus plantas en la provincia de Newfoundland fue violatoria de los términos de la legislación Newfoundland Charter Lease de 1905, la cual requiere a quienes ocupan tierras públicas en arriendo que proporcionen empleos a fin de que pueden seguir siendo alojados allí.

Condiciones antiecológicas.

Durante las negociaciones del TLCAN Canadá, se convino una disposición “de proporcionalidad“ ligada a nuestras exportaciones petroleras a Estados Unidos. Ésta requiere que casi dos terceras partes de nuestro energético sea enviado a Estados Unidos, incluso en caso de una emergencia en Canadá. Dado que las fuentes convencionales de petróleo, en el oeste de Canadá, se están agotando (se proyecta la producción para un máximo de nueve años, con reducciones anuales), las compañías petroleras desarrollan una vasta área que contiene arenas bituminosas. El procesamiento de este “petróleo seco” está llevando a Canadá a ser un “contaminador global”, un Estado paria sin voluntad para contribuir a frenar el cambio climático; es un “mega liberador” de gases invernadero.

Ante la visita pronta, el 19 de febrero, del nuevo presidente de Estados a Ottawa, ha crecido la esperanza de que Barack Obama cumplirá sus promesas de discutir la renegociación del TLCAN con el primer ministro canadiense. Hasta ahora el gobierno de Canadá ha mostrado poca inclinación para reabrir el TLCAN a pesar de que en septiembre de 2008 una encuesta de opinión levantada por Environics mostró que 61 por ciento de los canadienses está a favor de la renegociación. A la larga, la renegociación será el acto transformador que transcienda fronteras para que nuestra gente, en cada uno de los tres países, pueda asegurar la construcción de un modelo de comercio justo para América del Norte.

 Rick Arnold es coordinador de Common Fontiers, red multi-sectorial de organizaciones canadienses que trabajan en asuntos de comercio. Common Frontiers es también el capítulo canadiense de la Alianza Hemisférica Social.

Para más información de la iniciativa trinacional que tenemos en marcha en oposición al TLCAN, favor de ver la página web www.rmalc.org.mx


 source: ALAI