bilaterals.org logo
bilaterals.org logo
   

Uruguay: Integración o TLC. Un dilema para América Latina

En Montevideo, Guillermo Chifflet, 19-3-07

Pocos días antes de la visita y para analizar sus objetivos, la Fundación “Raíces y caminos” convocó una mesa redonda en el Paraninfo de la Universidad de la República, en Montevideo.

Uno de los oradores, el profesor Wilson Fernández, luego de analizar quiénes deciden la política internacional de Estados Unidos, el peso actual de un presidente que no cuenta con respaldo parlamentario y se aproxima al final de su mandato (al denominado año del pato, porque puede hablar -hacer cua-cua- pero poco más) adelantó que no se firmaría acuerdo alguno.

La realidad confirmó sus previsiones. No se concretó ningún acuerdo comercial. Todo quedó en promesas, palabras o elogios recíprocos. Algunos poco compartibles como la afirmación de que Uruguay y Estados Unidos tenían los mismos objetivos en materia de defensa de la libertad y la democracia.

Hubo conversaciones privadas. Pero no trascendió qué resultados pudo obtener el presidente Bush en el plano político. Al respecto, observadores de derecha y de izquierda habían coincidido al comentar los objetivos posibles. El subsecretario de Asuntos Políticos del gobierno de Estados Unidos, Nicholas Burns, esperaba que la gira pudiera convencer especialmente al presidente Lula para que ayudara a impedir el deslizamiento de la región hacia la izquierda. Fidel Castro advirtió que el presidente Bush buscaría, en su gira, dividir y revertir el proceso de cambios iniciados con la llegada de gobiernos progresistas y revolucionarios a la región.

En los hechos, como desde hace décadas, cada vez que jerarcas estadounidenses recorren la región, sectores populares respondieron con manifestaciones de protesta. En Uruguay, donde se evitó prudentemente el contacto directo de las fuerzas policiales con manifestantes, los disturbios fueron menores. Aunque la Policía intervino cuando se rompieron tres o cuatro vidrieras, el hecho fue destacado por medios de comunicación nacionales e internacionales.

Para el senador Alberto Couriel -economista, electo por el Movimiento de Participación Popular (MPP), importante sector del partido de gobierno-, “la visita del presidente Bush no tuvo repercusiones relevantes” (..) “En la agenda (de los posibles acuerdos con Estados Unidos) ya no está el Tratado de Libre Comercio (TLC), la delegación estadounidense no trajo ninguna propuesta de carácter comercial y se limitó a recibir las demandas del gobierno uruguayo con la promesa de estudiarlas, postergando las respuestas”.

El Ministro de Economía de Uruguay, Danilo Astori, consideró la visita como “punto de partida de las conversaciones que tendremos a partir del mes que viene en el marco del Acuerdo de Comercio e Inversiones TIFA (sigla en inglés). Confirmando tácitamente a observadores que ya citamos, como Nicholas Burns y Fidel Castro, el ministro Astori reconoció que los gestos políticos de Bush no se deben a intereses económicos concretos. Dijo: “En el plano del realismo político nosotros sabemos que Estados Unidos está buscando una mejor posición en la región y es por eso que ha realizado esta gira”. Y agregó que Uruguay debía aprovechar (sic) esa situación: “Sacar de esa posición política de Estados Unidos en el marco de una estrategia internacional, los mejores resultados”, expresó textualmente.

El Ministro, que hace algunas semanas informó que las conversaciones en el marco del TIFA, en algunos casos han culminado en Tratados de Libre Comercio y en otros no, ha anunciado que ya está definida la agenda para esas negociaciones y que se están formando los grupos de trabajo para las reuniones del TIFA, en las que se verán las posibilidades concretas. Personalmente reiteró, como en algunas oportunidades anteriores, su posición favorable a un TLC con Estados Unidos. Aunque en el mismo partido de gobierno hay quienes señalan graves perjuicios para el país en el modelo de TLC propuesto por Estados Unidos, y el Frente Amplio ha tomado resoluciones sobre el punto en sus organismos soberanos, no se ha producido un análisis y debate de todos los sectores que habilite a tomar una posición colectiva, cambiando, en todo caso, compromisos asumidos.

Paralelamente, organizaciones patronales, como la Cámara de Comercio y la Cámara de Industrias, han manifestado que si se hubiese avanzado en un TLC con Estados Unidos “no habría necesidad de negociar a través de grupos especializados por rubro para ingresar al mercado” (de Estados Unidos).

Partidos de oposición (Nacional y Colorado) insisten, a su vez, en el camino hacia el TLC que el propio presidente Vázquez rechazó cuando se le ofreció un modelo similar al firmado por Perú.

Por otra parte, la central obrera PIT-CNT y organizaciones sociales importantes, como la Organización Nacional de Asociaciones de Jubilados, la Federación de Cooperativas de Vivienda de Ayuda Mutua y la Federación de Estudiantes Universitarios, etc., han rechazado la presencia de Bush y el TLC con argumentos que los partidarios del tratado no han replicado.

Más allá de los temas comerciales, o como parte de los mismos, puesto que todo acuerdo comercial comprende aspectos políticos, la gira del presidente Bush marcó en América Latina, dos líneas claramente enfrentadas. Desde los años siguientes a la segunda guerra mundial Estados Unidos apostó -a través de organismos internacionales que domina, como el Fondo Monetario- al libre comercio, la privatización de empresas, desactivación de los servicios del Estado, etc. Una fórmula que produjo estragos en las economías de los pueblos de la región. “En muchos lugares las políticas del FMI -ha explicado Stiglitz, premio Nobel de Economía, ex integrante del Banco Mundial- produjeron hambre y disturbios” (...) “y cuando los resultados no fueron tan deplorables los beneficios se repartieron entre los más pudientes, mientras los más pobres se hundían en la miseria”. “En la actualidad son pocos los que defienden la hipocresía de pretender que se ayuda a los países subdesarrollados obligándolos a abrir sus mercados a los bienes de los países industrializados más adelantados, y al mismo tiempo protegiendo los mercados de éstos” explico Stiglitz.

Esa línea imperial, que viene de largo tiempo atrás, buscó imponerse con el ALCA o espacio de libre comercio desde el Río Grande, al norte, a Tierra de Fuego en el sur. Fracasado ese proyecto, lo que pareció evidente en la conferencia de presidentes realizada en Mar del Plata, Estados Unidos buscó alcanzar los mismos objetivos a través de acuerdos bilaterales: los TLC.

En toda la región, y dentro de cada país, los caminos de discrepancia quedaron trazados: unos creen en la vía de los TLC y en la posibilidad de ampliar el comercio con Estados Unidos que podría beneficiar a algunos sectores aunque perjudicaría a otros y, en la perspectiva histórica, afirmaría el dominio del centro imperial. Otros apuntan a la integración: “el sindicato de los pueblos pobres” o, como también se la ha designado, la “patria grande” o “una nación de repúblicas”.

El mundo actual tiende -como indica la realidad- hacia la conformación de grandes espacios económicos. Los países de Europa, por ejemplo, después de perder millones de vidas en enfrentamientos bélicos, han coincidido en la defensa del interés común en la Comunidad Europea: un acuerdo que llevó tiempo y deberá vencer todavía dificultades. Pero que lleva a la defensa de intereses colectivos de los pueblos de Europa.

En la mesa redonda organizada por la Fundación “Raíces y Caminos” a la que nos hemos referido, el profesor Alberto Methol Ferré destacó que el Mercado Común del Sur (Mercosur) es el camino que intentaron los héroes de la primera independencia: Bolívar, Artigas, San Martín, etc. Fracasados esos intentos, aquellas luchas culminaron, por interferencia de intereses ajenos, en la fragmentación de la región en pequeñas patrias. Hoy, la integración, que estaba ya en el sueño inicial de las luchas por la primera independencia, es un objetivo insoslayable para alcanzar una voz audible en el mundo, en la defensa de los intereses comunes.

Ese camino hacia la integración tiene, en la América Latina de hoy, impulsos distintos. Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, a los que se sumaría el gobierno sandinista de Nicaragua, han planteado claramente que, separados, los países latinoamericanos no podrán desarrollarse y emprender una lucha eficaz contra la pobreza. Aunque el trayecto en tal sentido puede estar erizado de dificultades, avanza en la conciencia de los pueblos y podrá superar la balcanización que siguió a la derrota de los héroes de la primera independencia.

La gira de Bush ha replanteado hechos de una historia difícil: desde la política del “bick stick”, o política del garrote, a las imposiciones más sutiles (o política del algodón en el garrote, como la denominó el socialista Vivián Trías) impuesta a través de las exigencias de organismos internacionales en los que pesan decisivamente los intereses del centro imperial.

Una larga prédica de políticos y personalidades que lucharon por mejores destinos para la región ha vuelto, con el recorrido del señor Bush, a los primeros planos. Desde Argentina, el presidente Chávez recordó a Perón, quien insistía en que el futuro nos encontraría “unidos o dominados”.

Methol Ferré ha insistido en documentos del presidente Perón en los que sostuvo que el cauce principal de América Latina, el eje de la integración, es la alianza argentino-brasileña. En sus libros, el profesor Methol Ferré destaca esos objetivos planteados por Perón “para evitar divisiones que pudieran ser utilizadas para explotarnos aisladamente”, tales como “crear un mercado ampliado, sin fronteras interiores”, “condiciones para la utilización del progreso técnico y la expansión económica”, lo que permitirá “mejorar el nivel de vida de nuestros pueblos” y “dar a Latinoamérica, frente al dinamismo de los grandes y el despertar de los continentes, el puesto que debe corresponderle en los asuntos mundiales” en el camino hacia la creación de las bases para “los futuros Estados Unidos de Sud América”.

Carlos Quijano, personalidad que está en los orígenes de la siembra que por los años 70 culminó en la creación del Frente Amplio (hoy partido de gobierno) planteó, reiteradamente: “Un proyecto nacional para Uruguay es un proyecto que tiene una connotación internacional. El objetivo es la integración, el enemigo es el imperio. He ahí la estrategia. Lo demás es la táctica, ajustada a las circunstancias de tiempo y de terreno”.

No todos en el gobierno progresista de Uruguay opinan hoy con esa misma claridad, aunque esos sean conceptos que están en la esencia del Frente Amplio.

La oposición, por su parte, destaca las insuficiencias del Mercosur, propone retrocesos en el camino hacia la integración y reclama un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Hasta anuncia un debate porque no se recurrió a la presencia policial durante las manifestaciones anti Bush, en una de las cuales, reitero, se rompieron tres o cuatro vidrieras por algunos encapuchados cuya acción fue repudiada por los propios organizadores.

La integración como política concreta opuesta a la línea del gobierno estadounidense ha vuelto a los primeros planos del debate. La gira del señor Bush ha funcionado como parteaguas. En cada país y fuera de él, hay dos caminos. ¿Qué hecho podría favorecer más los intereses del imperio que un TLC que partiera al Mercosur? El tema se planteó en Uruguay, donde un acercamiento político y económico aun mayor con Estados Unidos es visto por algunos políticos y observadores como una traba más al ineludible proceso hacia la segunda independencia. Tendencia que tiene ya, en la región, a algunos gobiernos claramente definidos, aunque otros no presenten el mismo fervor hacia lo que parece ser ese imperativo histórico. El tiempo que llega puede ser decisivo.

© Rel-UITA


 source: REL-UITA