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Costa Rica: escenario político post-referéndum

Costa Rica: escenario político post-referéndum

Por Helio Gallardo. Conversatorio Asociación de Estudiantes de Filosofía, Universidad de Costa Rica, 2-11-07

ANTECEDENTE

La referencia central de esta presentación es que los escenarios políticos (que son producidos y determinados por fuerzas sociales) post referéndum en Costa Rica alcanzan su mayor significado, estratégico, si se lo desea, en perspectiva de una victoria electoral el año 2010, victoria que interrumpiría y, eventualmente, podría comenzar a revertir, el proyecto hoy dominante que busca ‘modernizar’ Costa Rica transnacionalizándola con beneficio neoligárquico y desagregación interna. Este proyecto ha instalado a los hermanos Arias en el gobierno con la finalidad de tornar irreversible un proceso iniciado en la transición entre la década de los ochentas y los noventas.

Un corolario de este planteamiento es que el enfrentamiento en las urnas del 7 de octubre pasado es solo un momento, aunque importante, de un proceso político más amplio y conflictivo que aun no está resuelto a favor del bando empresarial-tecnocrático gubernamental que contabilizó más votos en las urnas.

I.- ELEMENTOS BÁSICOS

Proyectos enfrentados

Lo que sostiene los escenarios posibles después del resultado del referéndum, que fue un proceso, uno de cuyos momentos claves está en el día electoral, es el enfrentamiento entre los actores y fuerzas de un proyecto que busca la modernización de Costa Rica centrándose en la inversión directa extranjera, la competitividad exportadora y la atención social focalizada en tanto no perjudique la acumulación transnacional /local de capital, y una resistencia ciudadana y social que viene configurando otro proyecto. Determinan el proyecto dominante intereses empresariales corporativos y tecnocráticos. En Costa Rica este proyecto, que puede llamarse neoligárquico, ha reclamado una altísima concentración de poder en la Presidencia de la República, poder del que se consideran tributarios el TSE, la Sala IV o Constitucional, la Asamblea Legislativa, los municipios, los principales medios masivos comerciales y la conducción de la jerarquía de la Iglesia Católica. El proyecto, que ha dado a los hermanos Arias la responsabilidad de tornar irreversible su dominio, desdeña o torna disfuncionales los partidos políticos ideológicos (aunque el proyecto tenga una ideología, operacionalizada como Consenso de Washington o neoliberalismo latinoamericano), el diálogo y las negociaciones democráticas, caracteriza a la oposición como antidemocrática y conspirativa (en el extremo como “comunista” y antipatriótica, ligándola a Cuba y Venezuela) y se da caracteres de democracia formal, delegativa o autoritaria (restrictiva) como régimen que condensa y expresa un Estado sin valores republicanos, esto quiere decir que desestima el emprendimiento colectivo y asume la conflictividad social de una manera unilateral, y que se afirma más en la legalidad y su letra que en la legitimidad (a ésta se la reemplaza por la manipulación de la opinión ciudadana y un clientelismo que puede adoptar también la forma del populismo).

El otro proyecto, más difuso y menos compacto, aspira a una modernización desde las raíces sociohistóricas del país, a una economía competitiva y solidaria sin el peso determinante de la inversión directa extranjera (o sea cautelando esa inversión), con partidos políticos ideológicos y participación ciudadana. Promueve la transparencia y responsabilidad en la función pública. Desde este punto de vista, aspiraría a un Estado republicano y democrático, con desconcentración de poderes, a un régimen democrático representativo y participativo que contemple la figura del sujeto social, régimen que dirigiría la edificación de un proyecto-de-país ligado a la constitución de una nación costarricense.

Al moverse por opciones ideológicas, más que por intereses particulares, aunque éstos también existen en su seno, contiene partidos políticos, algunos con representación parlamentaria, segmentos ciudadanos y sectores sociales (movilizaciones, movimientos, acciones). Tiene un acceso aleatorio y discriminado a los medios masivos, no posee peso institucional propositivo, ha crecido en legitimidad pero no alcanza la suficiente como para generar una crisis de credibilidad hacia el aparato oficial. La derrota electoral en el referéndum no lo favorece en este último aspecto. Desde todo punto de vista su composición es compleja, lo que podría generar tanto una mayor fuerza convocatoria como fenómenos de desagregación y descomposición. Tampoco es inmune a los personalismos. Su mayor vigor está en su multiforme espiritualidad de resistencia bajo sus formas institucionales parlamentarias, de movilización, denuncia y agitación social y ciudadana, local e internacional, organizada y en ocasiones radicada en instituciones autónomas del sector público. Este proyecto contiene la sensibilidad de una nueva manera de estar en política y de hacerla. Políticamente este proyecto opositor puede valorarse como rupturista (con sus atractivos y desventajas). Sin paradoja, el modelo adversado, puede valorarse continuista (continuidad de la dominación neoligárquica) aunque rompa con las tradiciones sociales (imaginarias o efectivas) del país.

En el referéndum ambos proyectos resultaron ciudadanamente cercanos en preferencias electorales, pero en relación con un 40% de abstención cuya composición y actitud pueden ser determinantes en los escenarios políticos parlamentarios y no parlamentarios próximos. La alta abstención, la posible mayor capacidad de manipulación de esta abstención por parte del proyecto neoligárquico, vía el Gobierno, los medios masivos y el chantaje empresarial, no permiten considerar el resultado electoral como un empate político. El Movimiento Patriótico sufrió una derrota parcial y debe recuperarse de ella. El 40% de abstencionistas podría jugar un papel decisivo para remontar la derrota.

Cultura política deficitaria

Debe decirse, asimismo, que las descripciones anteriores se mueven teniendo como fondo una cultura política deficitaria, dominada por los intereses particulares y los personalismos, los clientelismos, la ausencia de valores republicanos, la mitomanía democrática y la renuencia al trabajo político y al funcionamiento partidario efectivo. Transformar esta cultura y sus inercialidades es una tarea decisiva para las posibilidades del proyecto rupturista hoy sin duda a la defensiva y reactivo. Esto quiere decir que si el proyecto rupturista alcanza “éxitos”, pero los consigue sin avanzar en la transformación significativa de la cultura política de la ciudadanía, estará cavando, probablemente, su sepultura.

Es importante enfatizar que, desde la caracterización anterior, el proceso de referéndum evidenció el naufragio de las instituciones políticas del país y que sectores significativos de la población comenzaron a percibir su rostro efectivo: Presidencia, la mayoría de la Asamblea Legislativa, Tribunal Supremo de Elecciones, Sala Constitucional acomodaron sin pudor alguno el proceso a los intereses del proyecto continuista, y el principal medio escrito masivo del país indicó, sin evasivas, su partidismo (por lo demás ya conocido, pero nunca confesado públicamente). Si alguien no quería reconocer que portaba caretas, éstas ya cayeron. Disfraces democráticos en el suelo, hipócritas pomposidades institucionales y codicias y fraudes están hoy a la vista para todo el que quiera verlas.

Menciono únicamente que la pugna entre ambos proyectos, el de ruptura y el continuista, se inscribe en un área geopolíticamente estadounidense, cuestión no desdeñable para las fuerzas políticamente rupturistas.

II.- ESCENARIOS POST-REFERÉNDUM

Escenarios post-referéndum y pre-electorales

Estos escenarios, en mi opinión, son post-referéndum pero también pre-electorales. Me refiero a las elecciones presidenciales y de Asamblea Legislativa a realizarse en el 2010.

Si a los escenarios se los considera puramente post-referéndum, entonces se enfatiza centralmente las acciones que potencian o debilitan la agenda de implementación o de mitigación, la defensa puntual y situacional del ICE y de la Caja o del INS, la revitalización de los Comités Patrióticos, la desobediencia civil, etc.

Si los escenarios se consideran también como preelectorales, no se pierde de vista las acciones post-referéndum, una combativa defensa del ICE y de la Caja, por ejemplo, pero el sentido de ellas, más que reivindicativo o defensivo, está dado por su alcance legitimador que es el que potencia una victoria electoral en el 2010 (presidente y un alto número de diputados). Se trata de una tarea compleja y también de consistencia entre medios y finalidad. Hay que recordar aquí que el 40% de abstención castiga principalmente al proyecto político rupturista. Y, eventualmente, puede considerarse una mayor capacidad actual de penetración social y manipulación del proyecto adversario en su seno, vía el Gobierno y la presión de los empresarios.

No viabilidad de escenarios no parlamentarios

No parecen viables antes de las elecciones del 2010 escenarios ciudadanos o populares insurreccionales o centralmente no parlamentarios. Los escenarios, que pueden ser diversos, contienen básicamente la exigencia de legitimación política, social y económica. Si esto es complejo para el proyecto rupturista, pues resulta más cuesta arriba para un proyecto transgresor. Especialmente cuando el gobierno parece tener éxito económico, atiende focalizada y populistamente a sectores sociales vulnerables y a sus clientelas, controla medios masivos, interpreta como propio el discurso clerical centrista, se opera en una cultura política con escaso contenido popular radical, y las acciones se dan en un área que Estados Unidos considera, no sin razones, propia.

Frentes políticos y escenarios del proyecto rupturista.

Solo se tocan aquí los caracteres de los frentes políticos internos del proyecto rupturista (dejo por fuera la variable internacional, que podría resultar decisiva en uno u otro sentido, y también los escenarios que determina la acción del proyecto continuista). Tampoco enfatizo, aunque menciono algunos, los vínculos entre uno y otro frente político interno que, en su conjunto, determinan los caracteres del escenario de la confrontación electoral del 2010. Recuerdo, asimismo, que los escenarios políticos se constituyen mediante la acción eficaz de sus actores. No dependen ni se derivan exclusivamente de la institucionalidad.

a) el referéndum dejó un acumulado de organización y capacidad de movilización social y ciudadana. Es un fenómeno inédito desde la guerra civil de 1948. En él se articulan pasión y razón. Es, además, socialmente plural y ha potenciado a muchas y muchos para testimoniar otra manera de sentirse costarricense y ha facilitado un aprendizaje cara a cara entre sectores sociales que se ignoraban mutuamente. Este acumulado debe sostenerse y ampliarse y ganar en capacidad de convocatoria. Para conseguir estos fines se debe trabajar desde la base. Es la idea de poder local (denuncia, resistencia, vigilancia, control, propuesta, servicio, autónomo o relativamente autónomos);

b) el proyecto rupturista tiene capacidad institucional de incidencia (oposición) en el frente parlamentario. Debe reforzar esta capacidad de incidencia (crítica radical, propuesta, explicación de su proceder a la ciudadanía) teniendo presente la necesidad de legitimar la oposición y resistencia y su proyecto con vistas a las elecciones del 2010. Esto exige un manejo enérgico, constante y a la vez inteligente. En un lema: los actores rupturistas del escenario parlamentario deben actuar y hablar en ese frente, que es el propio, y deben acompañar, escuchar y atender con humildad a la población en los frentes social y ciudadano, para contribuir a su expansión, convicción y fortalecimiento organizacional (y a la transformación de la cultura política reinante). Una opinión específica es que el sector institucional/parlamentario debe proponer y defender, más que una Agenda de Mitigación, una Agenda Social y una Agenda de Transparencia y Responsabilidad Política para mostrar en la práctica que un gobierno del proyecto adversario no puede concederlas y ni siquiera está dispuesta a discutirlas. Una Agenda de Transparencia y Responsabilidad Política recobra, por ejemplo, las raíces del PAC, algo desteñidas últimamente, y es enteramente compatible con las posiciones del Frente Amplio. En este sentido, sin ser la peor idea, no parece adecuado, por insuficiente y floja, que el PAC no haya asumido una ofensiva ideológica clara, estratégica y legal en la Asamblea Legislativa y ante el Ejecutivo y la opinión pública: Agenda Social y Agenda Política inaceptables para los hermanos Arias, el conglomerado empresarial y los 38 votos de la Asamblea. Ya se sabe que los hermanos Arias y los empresarios no las aceptarán o intentarán engañar dando atolillo con el dedo. El punto de una talentosa radicalidad en el frente parlamentario forma parte de una tarea de necesario esclarecimiento ideológico y de la batalla por la legitimidad (o hegemonía) que resulta decisiva para el proceso que desemboca en el 2010. Si se apuesta por una Costa Rica diferente, no se puede andar con ambigüedades. Y tampoco se puede actuar para que la maquinaria reinante lo aísle a uno como “violentista”, “comunista” o “conspirador”.

Un buen punto inicial de confluencia de la movilización de los frentes ciudadano y social y el frente parlamentario es la tarea puntual para que abandone su cargo el diputado Sánchez. Hasta el momento este empeño, que significaría simbólicamente una primera gran bofetada a los ‘vencedores con fraude’, no parece manejado con suficiente energía y tenacidad. Al diputado Sánchez debe exigírsele su renuncia, sin agredirlo pero con coraje, dentro y fuera de la Asamblea Legislativa. Asumir este reto, lograr la salida de Sánchez y celebrarlo como un triunfo político democrático y patriótico, o sea nacional, tiene tanta importancia como la defensa del ICE o de la Caja Costarricense de Seguro Social. Obligará a pensar asimismo a otros funcionarios, como los del Tribunal Supremo de Elecciones o la Sala IV, y se convertirá en un signo de fuerza ante la ciudadanía;

c) el escenario social y ciudadano se ha configurado hasta el momento principalmente como Comités Patrióticos. Éstos deben ser autónomos y atender las necesidades inmediatas (existenciales) de la ciudadanía y de la población y, si es posible, vincularlas con los campos temáticos de la Agenda Social y la Agenda de Transparencia y Responsabilidad Política, también con las discusiones específicas de la agenda de implementación, propios de lo actores parlamentarios e institucionales. El trabajo de los Comités Patrióticos consiste en servir, organizar y vincular o articular en el espíritu de una nueva cultura política: la de la ciudadanía y sociedad activa en el marco de un poder local. Deben tener autonomía absoluta para dar las luchas que valoren sentidas y legitimadas por la población. Nadie debería considerarse su vocero nacional. El punto de la autonomía no choca con la convocatoria masiva de estos Comités para movilizaciones en situaciones puntuales, como la defensa del ICE, por ejemplo, o acciones de resistencia y denuncia no-violentas, u ofensivas de desobediencia civil, aspectos que han tocado esta noche con discernimiento, energía y elegancia Flora Fernández y Monserrat Sagot.

Los sindicatos, si es posible, deben realizar sus acciones de oposición y resistencia con la lógica o espiritualidad de los Comités Patrióticos (convocar, captar, denunciar, resistir vigilar, controlar, proponer, servir). Deberían tener claro, desde hace mucho, por tratarse principalmente de trabajadores organizados en el sector público, que tan importante como sus vínculos con otros trabajadores es su articulación positiva con los usuarios de los servicios. Esta articulación incluye la vigilancia y denuncia de los mandos ejecutivos instalados en las instituciones por el poder político neoligárquico. Nunca es tarde para comenzar a recorrer el camino correcto. Si la alianza o articulación con los usuarios se hubiera trabajado desde hace 15 o más años, hoy nadie podría tocar al ICE o a la Caja porque el país entero se paralizaría. Por supuesto este retraso en la concepción del trabajo sindical tiene un costo.

Una observación final y también lo que me parece una cuestión decisiva.

Dentro del proyecto rupturista se ponen de manifiesto (no podría ser de otra manera) aspectos negativos que provienen de la muy pobre cultura política del país. Personalismos, caudillismos, individualismos. La idea de que se lleva la verdad en el bolsillo y que la opinión de los demás no vale. El imaginario suicida de que si no voy yo a la cabeza entonces nadie encabezará porque me encargaré de poner obstáculos y descabezar. Hay que madurar a ritmo acelerado. Los liderazgos deben provenir del trabajo y logros efectivos. Las coordinaciones deben articular y promover trabajos materiales efectivos y no ser espacio para figurones o aparatos de escritorio que no llevan a cabo tareas. Quien tenga una idea de trabajo que crea correcta, pues cree y organice su Comité Patriótico y muestre en la práctica su importancia puntual y estratégica. Pero no obstaculice el trabajo de otros diciendo que esa es La Vía y a continuación proponga una convención que elija a los dirigentes (o candidatos) por sus ocurrencias. El camino es muchas iniciativas, muchos empeños prácticos, muchos logros que puedan plasmarse en un emprendimiento colectivo. Igual para los liderazgos: éstos se producen en el emprendimiento colectivo. Es normal y bueno que haya líderes. Pero éstos deben surgir desde las bases y mantenerse en diálogo permanente con ellas y, más todavía, deben dejarse evaluar y controlar por ellas. Y cuando toca retornar a la base, porque resulta más funcional, pues hacerlo sin rezongos ni nostalgias por el poder que ya no se tiene. El poder de servir nunca se pierde si se trabaja políticamente de buena fe. Y para aquellos que obviamente poseen más recursos económicos, o capacidad para atraerlos, o prestigio, empléenlos, al menos en parte, en este proyecto por una Costa Rica con solidaridad y dignidad. Así testimoniarán con su patrimonio su compromiso y buena fe. Lo negativo es buscar figurar para captar clientelas políticas y “hacerse con un mandado” que es de tantos. Es una manera torpe de manosear lo que se viene logrando.

Y las discusiones politicistas, que si el PAC, que si Ottón, que si una coalición, que yo no creo en los partidos..., deben resolverse con sabiduría y buena fe. Lo más importante es el programa, las tareas, la desconcentración de poder, la nueva manera de estar en política y de hacerla. Los liderazgos no se improvisan, es cierto, pero tampoco nadie nació líder o es líder de una vez y para siempre. Quien dirige o quiere dirigir tiene que ganarse la responsabilidad durante todo el proceso: llegar primero, humildad, escuchar, acompañar, combinar fortaleza con flexibilidad y talento, sistematizar, irse último. Trabajar ojalá las 24 horas del día todos los días. Dirigir peleas y ganarlas, dirigir peleas con tal intensidad e inteligencia que perderlas pueda considerarse un acumulado para el proyecto. Se debe recordar que hay poco tiempo. Tiempo para actuar y tiempo para madurar. Tiempo para madurar actuando.

La cuestión decisiva es de procedimiento. Los actores centrales de cada escenario, social, ciudadano y parlamentario, deben aprender a respetar las lógicas de los actores de los otros escenarios. Los actores parlamentario-institucionales (que miran a las elecciones y están sujetos a la legalidad) no pueden avalar públicamente acciones determinadas que, en la lucha social reivindicativa o transgresora, pueden alcanzar legitimidad en los frentes sociales y ciudadanos. Estos últimos, se reitera, deben tener autonomía porque se ligan directamente con las necesidades sentidas de la gente y con su capacidad de organización. Tampoco la población organizada en Comités Patrióticos puede ser considerada base social, ciudadana o electoral de los actores parlamentarios o de algún partido o personalidad. Cada sector respetando y entendiendo la calidad y disposición del otro y cada cual exigiéndose dar una lucha radical y de acuerdo a sus posibilidades y exigencias y para aumentarlas y reforzarlas. Se supone que en todos los frentes se lucha diversamente por un mismo propósito: revertir la derrota del referéndum con la victoria de un proyecto todavía no enteramente conformado en las elecciones del 2010 (esto ni siquiera excluye a quienes deseen desplegar una estrategia de otro tipo; el período servirá para fortalecer sus convicciones y su capacidad organizada de lucha).
Hasta aquí lo que esquemáticamente puede decirse.
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Intervenciones

1.- Vista la voluntad de fraude de quienes gobiernan, de sus aliados y de quienes los sostienen con su influencia y dinero, expuesta durante el proceso de referéndum, ¿tiene sentido entregarse a un trabajo electoral para el 2010?

HG.- Creo que pueden hacerse al menos dos indicaciones inmediatas respecto de su intervención. La primera es que en América Latina el Estado de derecho es una polémica, no un dato. Costa Rica no es la excepción. Por lo tanto el fraude y el retorcimiento, aunque nunca se hubiera producido, siempre puede aparecer porque la institucionalidad, incluyendo los reglamentos y normas legales, lo potencian al servicio de los grupos dominantes y éstos siempre que lo quieren pueden activar sus diversos mecanismos, como los vacíos legales e interpretaciones jurídicas. Si el No hubiese triunfado en la votación recién pasada seguramente habríamos asistido al espectáculo de muchas instancias buscándole la comba al palo y tomando resoluciones que anularan o mitigaran la derrota. Quienes adversan el statu quo y están por el trabajo parlamentario deben tener esto claro. Fraude, incluso el más grosero, siempre puede cometerse, en especial contra un proyecto alternativo, y siempre tendrá legitimadores internos e internacionales.

Una segunda indicación tiene que ver con el trabajo político de la oposición. Se trata de ir a la elección del 2010 con tal fuerza social, política y moral que el sistema tenga que recurrir, si quiere “ganar”, a maniobras fraudulentas todavía más explícitas y sucias que las que se vivieron durante el proceso de referéndum. Lo ideal para el proyecto rupturista es ganar y que su triunfo se reconozca y que después se deje gobernar a quienes vencieron. Pero las reglas del juego no están hechas para eso. Están hechas a favor de los poderosos y sus asociados y en contra de gentes como ustedes. Por eso ganar una elección no es todo. Hay que cambiar las reglas. Es lo que hacen o tratan de hacer sectores mayoritarios en Bolivia, Ecuador y Venezuela, sin prejuzgar sobre el carácter de esos procesos. Entonces la tarea es desafiar y ganar. O desafiar, triunfar y que te roben el triunfo. O desafiar, triunfar y volver a triunfar para tener el respaldo que permita cambiar las reglas.
Ahora, si se da un descarado fraude masivo, otro, dirán ustedes, entonces se puede pensar en una o varias cosas diferentes y organizarlas. Esa ‘cosas diferentes’, sin embargo, tienen que tener apoyo significativo de la población y tiene, asimismo que lograr legitimidad internacional. Pero al 2010 hay que ir con la voluntad de triunfo. Si se pierde el 2010, la cuesta se torna todavía más empinada.

2.- La cuestión del “poder local” me parece peligrosa por empequeñecedora y porque podría conducir a la fragmentación.

HG.- No. En absoluto. “Poder local” es un concepto tomado del imaginario de los movimientos sociales latinoamericanos y hace referencia al espacio e instituciones donde la gente organizada (ciudadanía o sectores sociales) puede dar su carácter a los procesos que afectan su existencia. Este espacio puede ser la relación de pareja o familiar o un Municipio, el país, América Central o el planeta. Luego no tiene una connotación minimalista o administrativa. Son los sectores populares dándole carácter a su existencia. Para ello se autotransfieren poder, deciden, controlan, evalúan, se dan instituciones que expresen su espiritualidad.

3.- ¿La resistencia y desobediencia civil, el boicot, la presencia de los movimientos sociales... no podrían abrir un período de crisis?

HG.- Supongamos que se den condiciones para producir esa crisis mediante las acciones que usted menciona. Podría ser una crisis del gobierno de los Arias. ¿Pero del sistema...? Una crisis del gobierno de los Arias no está en agenda, pero se resolvería con elecciones, probablemente el 2010. Y una crisis del sistema supondría quizás la ausencia de elecciones, pero aquí los desafíos serían otros. No se puede asegurar, en las condiciones actuales, que una crisis del sistema favorezca automáticamente al proyecto rupturista. Habría que prepararse para asumir organizadamente la salida de esa crisis. Y habría que tener un sólido respaldo social y ciudadano para que la crisis se resuelva en instituciones de un Estado de derecho y régimen democrático con participación ciudadana. Pero una crisis del sistema podría resolverse también con un gobierno autoritario (probablemente de derecha) dado el entorno geopolítico e incluso las condiciones internas. Todas éstas son especulaciones. Creo que es más realista y sano para el proyecto rupturista fijar la atención en la próxima fecha electoral y asumirla dentro de su proceso para constituirse como alternativa. No estamos hablando de nada fácil de realizar. Esas elecciones están encima y la realidad nos dice que la maquinaria de los empresarios con los hermanos Arias va consiguiendo sus objetivos. Va ganando. Es importante detener en el 2010 su progresividad. Creo para eso se tiene actualmente fuerza acumulada y posibilidad de hacerla crecer y de legitimarla ampliamente.

No lo veo igual para otros escenarios más especulativos. Y es que en política uno hace aquello sobre lo que tiene control y con la finalidad de alcanzar objetivos tácticos y estratégicos y, también, de crecer y consolidar fuerzas. Debo advertir que se podría ganar en el 2010 y fracasar en el gobierno por razones muy diversas, entre ellas una eventual cooptación del gobierno por el proyecto continuista.

4.- ¿Cómo superar el déficit que tenemos en los medios masivos, hoy alineados muy antidemocráticamente con el gobierno y el sistema?

HG.- Con recursos y una utilización talentosa y creativa de ellos. El tema de los recursos es que hay que conseguir los que sean necesarios. Es una tarea política, no de técnicas financieras. Y si se tienen recursos (muchos o escasos) es también responsabilidad política utilizarlos con talento. Tal vez no se pueda tener un periódico como La Nación S.A., o acceso paritario a los canales de televisión, pero se pueden multiplicar las radios locales en ciudades y en áreas rurales, las radios móviles. Y emplear Internet no sólo para el vínculo, sino también para crear estratégicamente imagen pública. Esto sí supone una o varias coordinaciones. Que no se repita solamente el discurso de éste de aquél, sino que exista una o varias líneas básicas de rechazo y crítica a la propaganda adversaria y de agitación y propagación de los imaginarios propios. Que todos puedan acompañar y celebrar, por ejemplo, las acciones de las Mujeres de Blanco de las que nos ha hablado Flora Fernández. De captar el sentido profundo y contestatario de sus acciones políticas.

Aquí hay mucho que hacer porque el tema de la legitimidad que enfatizamos antes está muy ligado a la comunicación organizada. Y en esto el movimiento rupturista va también un poco contracorriente. Aunque ya se vio que en el referéndum fue el No el que dio el canon publicitario con su referencia al Corazón. Entonces aquí hay ya espacio ganado, aunque todavía insuficiente. Y el objetivo es desmontar y quitar eficacia al aparato que se mueve centrado en el dinero y el prestigio. En todo caso es una batalla que se debe ganar tanto por sus alcances comunicaciones como por su valor en términos de organización y su incidencia en un cambio de la cultura política ciudadana. Entonces, hay que interesarse seriamente por conseguir los recursos.

5.- ¿Cómo sintetizar las características del trabajo actualmente necesario?

HG.- Creo que el del frente parlamentario institucional está claro. Juega en el campo adversario, con sus reglas y sus árbitros y esto lo limita. Los Comités Patrióticos se centraron, por lo que he escuchado aquí, en informar a la gente, motivarla para ir a votar y, donde se pudo, transportarla el día de los sufragios. Ahora hay que hacer un trabajo más político de ciudadanía republicana y democrática. Para que se active bajo las formas de la reivindicación particular y de la resistencia, de la crítica, de la desobediencia civil (cuando se pueda organizar), de la acción no-violenta, buscando articular las reivindicaciones particulares con la existencia política básica porque en esa articulación es que le va a la gente su existencia.
Entonces hay que reanimar los Comités Patrióticos, tornarlos espacio de encuentro (convocatoria) y de organización y de incidencia. Y luchas para obtener victorias puntuales y también manifestaciones públicas, hacerse presentes, no dejar descansar a quienes creen van ganando o creen haberlo ganado todo. Alimentar objetivamente subjetividades para la resistencia y la lucha y para un emprendimiento colectivo nacional que logre una gran votación el 2010 me parece que es el sentido que vincula el trabajo de los Comités Patrióticos. Esto solo puede hacerse desde la gente. Y poniendo a las ideologías propias en tensión con las necesidades de ciudadanos y pobladores. Nada fácil, pero lo considero obligatorio.


 Fuente: Pensar América Latina