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El TLC: Acérrimo enemigo de las empresas costarricenses (Parte I)

El TLC: Acérrimo enemigo de las empresas costarricenses (Parte I)

29-9-07

Luis Paulino Vargas Solís, Costa Rica, septiembre 29 de 2007

Sabemos muy bien que los números y los datos demuestran contundentemente dos cosas: a) el TLC no es necesario para lograr que venga inversión extranjera a Costa Rica; b) la inversión extranjera no da un aporte significativo a la creación de empleos. Pero la verdad es que ni siquiera es cierto que las exportaciones tengan gran importancia para la creación de empleos, ya que estos empleos están, en su inmensa mayoría, en empresas que no exportan. He analizado con amplitud todo lo anterior en varios artículos previos.

Al tratar de profundizar en la discusión de estos asuntos, surgen varias preguntas.
 ¿Qué tipo de empresas se benefician de las exportaciones?
 ¿Qué implicaciones tiene el TLC para esas empresas exportadoras?
 ¿Qué implicaciones tiene el TLC para las empresas no exportadoras?
 ¿Qué implicaciones tiene el TLC para el desarrollo de las empresas nacionales, en especial las micro, pequeñas y medianas?

Voy a tratar de contestar brevemente estas preguntas. Utilizaré información proveniente de varias fuentes, pero principalmente de la Promotora de Comercio Exterior (PROCOMER) que, como bien se sabe, es entusiasta propagandista del TLC.

1) ¿Qué tipo de empresas se benefician de las exportaciones?

Fácil de contestar: son fundamentalmente empresas grandes, muy grandes. Los números que presento a continuación lo demuestran con claridad.

En el año 2006:
 Las exportaciones totales de Costa Rica sumaron 8.198 millones de dólares.
 Las 5 mayores empresas exportadoras, exportaron 2.594 millones de dólares, es decir, un 32% del total. Dicho en otras palabras: 5 empresas exportaron una tercera parte (1 de cada 3 dólares) de lo que el país exportó en ese año 2006.
 Las 10 mayores empresas exportadoras, exportaron 3.124 millones de dólares, o sea un 38% de ese total exportado.
 Las 20 mayores exportaron 3.942 millones de dólares, esto es un 48% del total. Expresado de otra forma diremos que esas 20 grandes empresas acapararon prácticamente la mitad de todo lo exportado.
 Las empresas con exportaciones mayores a 25 millones de dólares -las cuales podríamos válidamente considerar como “empresas muy grandes”- fueron solamente 53 empresas. En su conjunto, estas 53 empresas exportaron 5.541 millones de dólares, cosa que equivale al 68% del total exportado. Es decir, esas 53 empresas solitas acaparan más de dos terceras partes del total (para ser exactos 2,03 dólares de cada 3 dólares exportados quedan en manos de estas 53 grandes empresas).

Visto lo anterior, es necesario preguntarse: ¿Cuántas empresas exportadoras hay en Costa Rica? Bueno, pues resulta que en el 2006 habían 2.952 empresas exportadoras.

¿Qué significa lo anterior? Podemos resumirlo diciendo que esas 53 empresas que acabo de mencionar son tan solo el 1,8% de todas las empresas exportadoras. Y ese insignificante 1,8% acapara el 68% de todo lo que se exporta.

O si usted lo prefiere, podríamos poner nuestra atención en las 20 mayores empresas que, como vimos más arriba, son dueñas de casi, casi la mitad de todo lo que se exporta. Bueno, pues esa mitad está en manos de un 0,7% del total de las empresas exportadoras.

Conclusión: las exportaciones de Costa Rica están altamente concentradas en manos de un número insignificante de empresas, muchas de las cuales son extranjeras, por ejemplo: Intel, Abbot, Coca Cola, Baxter, Scott Paper, Merck Sharp & Dohme, Roche, Pfizer, Standard Fruit Company.

2) ¿Y las pequeñas empresas?

Asumamos el siguiente criterio (siempre refiriéndonos al 2006):
 Son empresas pequeñas aquellas que exportaron 100 mil dólares o menos, y
 Son empresas medianas las que exportaron más de 100 mil dólares hasta llegar a un máximo de un millón de dólares.

(Aclaro, así entre paréntesis, que no existe ninguna microempresa exportadora)

Puesto así, resultaría que en ese año 2006 había 1770 pequeñas empresas exportadoras, lo cual representa un 60% de todas las empresas exportadoras. Pero en manos de ese 60% tan solo quedaron 37 millones de dólares de exportaciones, lo cual significa tan solo un 0,45% del total exportado por Costa Rica en ese año.

En relación con las empresas medianas. En 2006 había 662 empresas de este tipo, lo cual representa un 22% del total de empresas exportadoras. Sus exportaciones sumaron 246 millones de dólares, o sea, un 3,0% del total exportado.

Si usted suma pequeñas y medianas, se encuentra con que son el 82% de todas las empresas exportadoras, no obstante lo cual en sus manos está tan solo el 3,5% de todo lo que el país exporta.

Conclusión: las empresas pequeñas y medianas representan una porción insignificante de lo que se exporta.

3) ¿Son importantes las exportaciones para el desarrollo de las pequeñas empresas?

Pero usted bien podría decir: “bueno, aunque un número reducidísimo de empresas muy grandes son dueñas de casi todo lo que se exporta, todavía la cosa resulta buena en la medida en que son muchas las pequeñas empresas que exportan, aunque sea un poquito”. Yo le contestaría con mucho respeto: no vaya tan de prisa, porque en realidad son muy, pero muy pocas las pequeñas empresas que logran exportar.

Tan sencillo como esto: según datos del Ministerio de Economía dados a conocer por el período La Nación (14-9-2007), en Costa Rica hay 92 mil micros, pequeñas y medianas empresas, de las cuales solamente 41 mil están formalmente constituidas de acuerdo a lo que establecen las normas legales (a las demás se les llama “empresas informales”).

Ponga atención: hemos dicho que hay 1770 pequeñas empresas y 662 empresas medianas que exportan. Sume usted: en total son 2.432 empresas pequeñas y medianas. Ahora fíjese en lo siguiente: de un total de 92.000 micros, pequeñas y medianas empresas que hay en Costa Rica, solamente 2.432 son exportadoras. Esto significa un porcentaje mísero de tan solo 2,6%. La conclusión es clara: una empresa micro, pequeña o mediana necesita tener mucha, pero mucha suerte, para poder exportar.

Dicho de otra forma aún más clara: frente a poco más de 2.400 empresas pequeñas y medianas que exportan, hay unas 89.600 empresas micro, pequeñas y medianas que no exportan.

Conclusión 1: solamente un grupo reducidísimo de las empresas pequeñas y medianas tienen la fortuna de encontrar la manera de exportar. Ninguna empresa micro lo hace. La enorme, realmente enorme mayoría de esas empresas micro, pequeñas y medianas (el 97,4% de éstas) no exporta sino que vende su producción en el mercado nacional.

Conclusión 2: exportar no es cosa fácil. Supone conocer los mercados externos, sus leyes y normas comerciales y sanitarias, los canales para la comercialización de la producción, los gustos de los posibles compradores, los productos que ofrecen los competidores, etc. Exportar, reitero, no es cosa fácil. Precisamente por ello es algo que, generalmente, solo está al alcance de empresas grandes y poderosas. Alguna gente fantasea diciendo que todo es cosa “de proponérselo”. Eso no es cierto. Lo que sí es cierto es que la realidad de los mercados internacionales es compleja y sumamente difícil. Y por serlo, es también frecuente que incluso las poquísimas pequeñas empresas que exportan, se vean atrapadas en las redes de poderosas empresas comercializadoras intermediarias que son, a fin de cuentas, las que se quedan con la tajada grande del negocio. Y justamente porque la realidad es así, observamos que las exportaciones están acaparadas por un número reducidísimo de grandes empresas, mientras que solamente unas poquísimas empresas pequeñas y medianas logran exportar.

4) ¿Qué aporta entonces el TLC? Nada nuevo para las exportaciones pero si para las importaciones

El TLC no mejora las condiciones de acceso al mercado de los Estados Unidos excepto para unos poquísimos productos como el atún y el etanol. Favorece la industria textil y de ropa, la cual representa el 4% de lo que hoy día exporta Costa Rica, ya que prolonga el régimen por medio del cual ese tipo de productos entra a Estados Unidos, el cual vence en septiembre de 2008. Sin embargo, y hasta en el mejor de los casos, ello constituiría un alegrón de burro, ya que la realidad demuestra de forma contundente que los baratísimos textiles chinos están arrasando con el mercado mundial y, sin duda, implicarán también la total destrucción de la industria de la ropa en Costa Rica, frente a lo cual el TLC resulta una completa inutilidad. Eso se está poniendo en evidencia en el resto de los países centroamericanos así como en República Dominicana, donde se multiplica el cierre de empresas y el despido de trabajadores, a pesar de que ya tienen vigente el TLC.

Por lo demás, y puestos aparte los textiles, el restante 96% de las exportaciones costarricenses hacia Estados Unidos entran a ese mercado por medio de dos grandes “puertas”: la de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe y la de el llamado Sistema Generalizado de Preferencias (SGP). Esas exportaciones gozan de arancel cero o muy cercano a cero y los beneficios que de tal modo disfrutan son jurídicamente sólidos y no enfrentan amenaza política alguna que pudiera ni reducirlos ni, menos aún, eliminarlos. Insinuar lo contrario es, dicho con todo respeto, una necedad por parte de los promotores del sí, ansiosos como andan por poner en vigencia el vergonzoso memorando Casas-Sánchez, a fin de manipular e intimidar a la gente. Esas exportaciones -alrededor del 95 o 96% del total de lo que se exporta hacia Estados Unidos- no ganan nada con el TLC y el rechazo de éste no las afectará absolutamente en nada.

En cambio, el TLC sí abre el mercado costarricense a los productos provenientes de los Estados Unidos. El 12% de estos productos obtienen total acceso inmediato al mercado costarricense, apenas aprobado el TLC. En cinco años será el 27% y para dentro de 10 años ya el 65% de los productos estadounidenses tendrán libre entrada a Costa Rica.

Encontramos un anticipo de lo que esto pueda significar, viendo los primeros resultados que se están dando en el resto de Centroamérica. En los diferentes países el saldo o balanza comercial con Estados Unidos (diferencia entre lo que se exporta y lo que se importa) ha registrado un deterioro, o sea, las importaciones que vienen de Estados Unidos han crecido más fuertemente que las exportaciones que se envían hacia ese país, incrementándose en consecuencia el saldo negativo. Veamos.

 En El Salvador, su balance del intercambio comercial con Estados Unidos evolucionó así: pasó de tener una diferencia positiva (superávit) de $134 millones de dólares en 2005, a tener diferencia negativa (déficit) en 2006 por $301 millones de dólares.
 De forma muy similar, Guatemala pasó de tener un superávit (diferencia a favor) de $302 millones (en 2005) a un déficit (diferencia en contra) de $409 millones (en 2006). Los datos a marzo de 2007, indican que en este año el déficit podría llegar a rondar los $600 millones.
 En lo que se refiere a Honduras, su superávit con Estados Unidos se redujo de forma violenta: de $495 millones de dólares en 2005 a $25 millones en 2006.
 Tan solo Nicaragua registra una mejoría de su situación comercial, ya que su balance a favor (superávit) pasó de $555 millones en 2005 a $771 millones en 2006, cosa que se debe enteramente al aumento de sus exportaciones provenientes de la maquila textil, las cuales, en cambio, han caído en todos los demás países incorporados al TLC, incluyendo República Dominicana. Posiblemente Nicaragua está logrando mantener cierta competitividad en la maquila, gracias a sus bajísimos salarios, pero es altamente improbablemente que pueda sostenerla por mucho tiempo, frente al avance irrefrenable de la industria textil china. En todo caso, si se excluyen esas exportaciones textileras y de ropa, las exportaciones nicaragüenses hacia Estados Unidos más bien han disminuido un poquito (de 305,9 millones a 305,5 millones de dólares, comparando los períodos abril de 2006 a marzo de 2007 con el período abril de 2005 a marzo de 2006).
 En el caso de la República Dominicana, comparando el primer semestre de 2007 con el primero de 2006, la diferencia negativa de su comercio total (no solo el que sostiene con Estados Unidos) aumenta de 2,1 miles de millones de dólares a 2,8 miles de millones de dólares (recordemos que en el caso de la Dominicana el TLC entró a regir en marzo de 2007).

Ciertamente el tiempo transcurrido desde la entrada en vigencia del TLC es relativamente poco. Ello significa que, en realidad, los resultados disponibles aún no pueden considerarse concluyentes. Sin embargo, y hecha esa salvedad, lo cierto del caso es que empiezan a manifestarse exactamente las tendencias que uno podía razonablemente esperar, las cuales se concretan en un crecimiento más fuerte de las importaciones provenientes de Estados Unidos que de las exportaciones que, desde los países centroamericanos hacia ese país. Y digo que eso es lo esperable, principalmente por dos razones:

 El TLC no mejora las condiciones de acceso de las exportaciones centroamericanas a Estados Unidos, pero sí abre y entrega nuestros mercados a los productos importados desde ese país.
 La industria estadounidense es altamente competitiva y su agricultura altamente subsidiada (recibe ayudas archimillonarias de su gobierno). En esas condiciones es muy difícil, casi imposible, que las empresas centroamericanas puedan competir con los productos que vienen de ese país.

Entonces, y conforme a lo indicado, va quedando en claro lo siguiente: la apertura a favor de las importaciones estadounidenses que el TLC trae consigo, consolida un modelo o estrategia de desarrollo que incentiva el consumo desbordado y tiende a profundizar los lazos de dependencia respecto de Estados Unidos. Tiende a destruir los incipientes y débiles sistemas industriales de nuestros países así como su agricultura. Además desincentiva el ahorro y, en consecuencia, la capacidad nacional para la inversión, la formación de capital y el desarrollo de la capacidad productiva. Es, en definitiva, una apuesta segurísima por la profundización del subdesarrollo y la pobreza.

Conclusión: El TLC no aporta ninguna ventaja que pueda favorecer a las empresas exportadoras -nacionales o extranjeras; grandes o pequeñas- que operan en Costa Rica y, en cambio, daña a las empresas que venden su producción en el país, ya que abre el mercado nacional y lo entrega a los productos que se importan desde Estados Unidos.

5. Políticas de desarrollo que las empresas costarricenses necesitan

El desarrollo de las empresas nacionales más pequeñas, así como las de tamaño mediano, requieren de una activa política de apoyo por parte del gobierno y las diversas instituciones públicas. Cuando decimos políticas públicas de apoyo, nos referimos a acciones que deberían adoptarse de diferentes formas y con variados objetivos. Propongo una lista de esas posibles medidas y acciones.

  1. Apoyo por medio de programas de financiamiento en condiciones favorables.
  2. Investigación científica y tecnológica especialmente orientada a favorecer el desarrollo y modernización de estas empresas.
  3. Derivado de lo anterior, apoyo técnico y transferencia de tecnología que las favorezca de forma especial.
  4. Algunas exenciones de impuestos que, temporalmente, favorezcan la inversión de estas empresas, la incorporación de mejores tecnologías y, en general, sus esfuerzos de modernización y mejora.
  5. Algunas formas de subsidio (apoyos monetarios) temporales que propicien sus esfuerzos de desarrollo, incorporación de tecnología e innovación.
  6. Medidas de apoyo para la comercialización y mercadeo de productos.
  7. Programas de formación y educación de trabajadores y trabajadoras así como de los empresarios pequeñitos.
  8. Acceso en condiciones de exclusividad a determinadas fuentes de materia prima necesarias para su producción (que podría ser el caso de los pescadores artesanales).
  9. La orientación de las compras que el Estado (gobierno e instituciones públicas) realiza, a fin de dar prioridad a las empresas nacionales, en especial las micro y pequeñas.
  10. Establecer requisitos y condiciones que deban cumplir las grandes empresas extranjeras que se instalen en Costa Rica, a fin de garantizar que estas compren al menos cierto porcentaje de materias primas a empresas nacionales y lleven a cabo procesos de transferencia de tecnología a favor de esas empresas nacionales.

El anterior es, con seguridad, un listado parcial. De hecho, podríamos afinarlo y ampliarlo, considerando situaciones especiales. Por ejemplo, el caso de las pequeñas empresas de mujeres o las de las personas con algún tipo de discapacidad física. También las organizaciones productivas de pueblos indígenas. O bien las empresas situadas en las zonas o regiones más pobres del país (el norte o el sur, el Caribe, Guanacaste, Puntarenas) o las cooperativas o formas asociativas o comunales de propiedad, así como las empresas que funcionan de una forma especialmente benéfica y respetuosa con el medio ambiente.

En todos estos casos de lo que se trata es fundamentalmente de dos cosas:

a. actuar selectivamente a fin de

b. establecer formas de discriminación positiva, es decir, formas de discriminación que se aplican tomando en cuenta situaciones sociales, económicas, culturales, regionales o medioambientales especialmente meritorias o relevantes.

Claro está, lo deseable es que esto fuese parte de un proyecto nacional de desarrollo, construido con base en un amplio y participativo diálogo ciudadano y orientado según objetivos claros de desarrollo con justicia social, solidaridad, pleno respeto a los derechos humanos, democracia participativa y respeto al medio ambiente, y apoyado en formas de integración con el mundo sustentadas en relaciones cooperativas y solidarias y no en la competencia feroz que caracteriza hoy a la globalización neoliberal.

6. El TLC impide aplicar políticas de desarrollo e impone obligaciones dañinas para las empresas nacionales

Frente a todo lo anterior, el TLC impone un principio que sus promotores y propagandistas designan como el principio de no discriminación. Esto se concreta principalmente en una cosa: la imposición de la llamada obligación de trato nacional. Es fácil entender en que consiste tal cosa: lo que se pretende es que cualquier política o acción o disposición que se aplique a fin de favorecer o apoyar a las empresas nacionales deba ser aplicada, igualita, a las empresas extranjeras. De ahí lo de trato nacional, o sea, que a la empresa extranjera se le trate como si fuera nacional.

En todo caso, conviene recordar que, sin embargo, el TLC permite y propicia que las empresas extranjeras demanden a nuestro gobierno e instituciones públicas -o sea, al Estado costarricense- ante tribunales de arbitraje internacional, los cuales son tribunales que operan fuera del territorio de Costa Rica, cerrados a todo posible control ciudadano y los cuales resuelven los casos que se les presentan sin considerar para nada las leyes de nuestro país. Esta es otra de esas contradicciones que la gente del sí jamás logra resolver. Una más de las cuadraturas del círculo en que el sí permanece atrapado sin salida posible. Me refiero al hecho de que con esto el TLC se vuelve violentamente discriminatorio, pero aplicando un tipo de discriminación claramente negativa, es decir, favorable al más poderoso, toda vez que la posibilidad de tales demandas es un privilegio exclusivo en manos de las empresas extranjeras. O sea, para el TLC y para la gente del sí, buena es la discriminación negativa que favorece al privilegiado y poderoso. En contraposición con esto, les parece la cosa más natural del mundo el que el TLC prohíba la discriminación positiva que favorece al más débil o necesitado. Es innecesario decirlo: esta es otra de las inmoralidades del TLC y del sí.

Vuelvo a la cosa del llamado trato nacional. Aquí no importa si la empresa nacional es una microempresa que puso una vecina del barrio mientras que la empresa extranjera es una corporación transnacional con 200.000 empleados diseminados en 30 filiales alrededor del mundo. El llamado trato nacional obliga a que cualquier apoyo que se le dé a la empresita de la vecina se le deba dar igual a la inmensa empresa extranjera.

El asunto es absolutamente injusto, y por lo tanto antiético e inmoral, ya que no hay nada más injusto que tratar igual a quienes son desiguales. Bien comprobado está que esa es la mejor forma de agravar las desigualdades y, por lo tanto, la injusticia. Pero también desde el punto de vista económico el llamado trato nacional, resulta un asunto perfectamente irracional. Para entenderlo, basta recordar que los países que hoy día son desarrollados, lograron llegar a serlo gracias a que fueron capaces de establecer políticas selectivas y desarrollar acciones que discriminaban, todo ello de acuerdo a lo que demandaba el cumplimiento de sus objetivos de desarrollo. Y ello vale, incluso en la actualidad, lo mismo para Europa que para Estados Unidos. Japón sigue siendo un ejemplo clarísimo de tal cosa, no obstante que ya es una potencia económica de primer orden. Y, por cierto, en esos mismos principios de selectividad y discriminación positiva se basa lo que China hace hoy día, sin lo cual sería imposible entender el ascendente poderío económico de ese país.

En cambio, el TLC nos prohíbe aplicar ese tipo de políticas y desarrollar ese tipo de acciones. La única excepción que admite tiene que ver con el uso de las compras del sector público para favorecer a las empresas nacionales (Anexo 9.1.2(b)(i)-40 y artículo 10.9.3.d). Los propagandistas del sí se llenan la boca con esto, intentando convencernos de que con ello todo quedó resuelto y que, por lo tanto, Costa Rica puede aprobar el TLC y seguir aplicando políticas públicas e impulsando desde el gobierno y las instituciones públicas, acciones tendientes a impulsar y apoyar el desarrollo de nuestras empresas, en especial, las micro y pequeñas.

Pero es fácil de entender que, en el mejor de los casos, esto es un consuelo terriblemente pobre, por la sencilla razón de que el desarrollo de Costa Rica en general, y en especial el desarrollo de nuestras empresas micro, pequeñas y medianas, de nuestras cooperativas y de nuestras organizaciones comunales o ciudadanas, necesitan de acciones mucho más diversificadas, selectivas, y de mucho mayor alcance.

Tan solo repasemos el listado de las diversas políticas, medidas y acciones de apoyo a que brevemente hice referencia anteriormente. Nótese que enlisté diez, si bien estas se multiplican conforme los criterios de selectividad se afinan. De todas esas posibles políticas y acciones de desarrollo, tan solo una resulta aceptable para el TLC. Las demás quedan descartadas. Esto significa una sola cosa: el TLC impone una férrea camisa de fuerza que limita gravemente -hasta prácticamente anular- la posibilidad de que nuestro país formule y aplique políticas de desarrollo, que propicien la modernización de nuestras empresas, la elevación de su productividad y el mejoramiento de su capacidad para desarrollar e incorporar nuevas tecnologías. En particular, esa camisa de fuerza prácticamente asfixia la posibilidad de que tales políticas y acciones favorezcan de forma diferenciada a las micro y pequeñas empresas.

Esto tiene una consecuencia económica muy negativa pero, además, tiene un maligno efecto social. Ya que ello impide que se promueva la pequeña propiedad y, por esa vía, la distribución equitativa de la riqueza. Es una fórmula concebida a la medida de los intereses de las grandes empresas extranjeras, que, en cambio, tiene para nosotros el efecto indeseable de que directamente propicia la destrucción de la pequeña y mediana empresa y la concentración de la riqueza.

Pero, además, esto daña gravemente el empleo. Justo el caballo de batalla del sí, con base en el cual han tratado de asustar a la gente (no olvidemos la estrategia del miedo Casas-Sánchez). La realidad es que la inmensa mayoría de las empresas costarricenses son micro, pequeñas y medianas y la inmensa mayoría de tales empresas no exportan sino que venden su producción en el mercado nacional. En cambio, y como hemos visto, las exportaciones están dominadas ampliamente por un número reducidísimo de grandes empresas, muchas de las cuales son extranjeras. Ordene usted las diferentes piezas de este rompecabezas y entonces verá claro por qué alrededor del 85% del empleo en Costa Rica se origina en empresas no exportadoras y solo un 15% (a lo mucho) en las que sí exportan. De ahí, además, que el abandono de nuestras empresas nacionales -especialmente las micro, pequeñas y medianas- provoca la pérdida de muchos empleos. Y exactamente tal cosa es lo que propicia el TLC (sobre esto, usted puede ver mi trabajo “TLC, empleo e inversión extranjera. La historia no oficial”, el cual está disponible en el sitio Web de Costa Rica Solidaria).

Conclusión 1: el TLC constituye un arma formidable en manos de las grandes corporaciones transnacionales, por medio de la cual éstas podrán condicionar las políticas de los gobiernos e instituciones públicas a fin de sujetarlas a sus intereses particulares.

Conclusión 2: al mismo tiempo, y como si fuera la otra cara de la moneda, esto implica la casi total anulación de toda política de desarrollo nacional orientada según objetivos de justicia social, participación en democracia, respeto a los derechos humanos, respeto al medio ambiente e integración cooperativa con el mundo.

Conclusión 3: En particular, el TLC es directamente dañino para las empresas nacionales, micro, pequeñas y medianas. Ello es resultado del hecho contundente de que este tratado impone una tremenda camisa de fuerza que niega la posibilidad de aplicar políticas que propicien la modernización económica y tecnológica de nuestras empresas, de formas que, al mismo tiempo, favorezcan la distribución equitativa de la riqueza, la generación de abundantes empleos de calidad y el cuido del medio ambiente.

Nota :
Además de la información de PROCOMER, utilicé información tomada de los siguientes trabajos y autores:
 Trejos París, María Eugenia. EL TLC y el empleo información básica para comprender cómo es más el empleo amenazado que el “protegido” por el TLC, San José, julio de 2007 (inédito).
Red Regional de Monitoreo de los Impactos del TLC entre Centroamérica, República Dominicana y Estados Unidos. Informe preliminar de monitoreo del TLC. Un año de entrada en vigencia. Síntesis regional. San José, septiembre de 2007.


 source: RECALCA