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TTIP: El aleteo que te deja sin derechos

TTIP: El aleteo que te deja sin derechos

Por Carlos Egio, 29-12-14

Imaginemos una situación: Una mariposa, que aletea entre edificios de fachadas acristalas, empujada por un golpe de viento pasa frente a un tipo trajeado delegado por la Comisión Europea para negociar un oscuro tratado comercial con Estados Unidos. Esa imagen, la del pequeño batir de alas, hace que en la cabeza del cuadriculado ejecutivo salte una idea crucial que le permita cerrar definitivamente el acuerdo.

A puerta cerrada incluso para los eurodiputados elegidos democráticamente por los ciudadanos europeos, se negocia ese plan cuyas consecuencias serán palpables en cada uno de nuestros barrios y pedanías, en cada calle, en cada carril y en cada negocio. En la Unión Europea del gran capital todo se vende, incluso nuestras vidas.

Del resultado de la discusión sobre el Tratado Transatlántico para el Comercio y la Inversión entre Europa y Estados Unidos (más conocido por sus siglas en inglés, TTIP) saldrá una lista de servicios públicos que no podrán ser privatizados, el resto entrarán a formar parte de la jungla del libre mercado. Es decir, los grandes inversores ya se frotan las manos pensando en la manera en que podrán gestionar nuestros hospitales, pensiones y escuelas. Pero la situación va más allá, en caso de que un Estado se niegue a aceptar la imposición, o de que apruebe leyes que perjudiquen las inversiones de una gran empresa en su territorio, podrá ser demandado ante organismos internacionales privados que podrían imponer cuantiosas multas que los endeudarían aún más.

No es algo nuevo, décadas atrás ya se experimentó en América Latina. En el viejo continente creíamos vivir otra situación, parecía que el capital presionaba con dureza fuera de nuestras fronteras pero que permitía un cierto sosiego en sus países de origen. En realidad era solo una apariencia, en tiempos de aparente bonanza, votamos una nueva constitución europea que abría las puertas a la privatización de la sanidad, las pensiones y la educación.

Además, con el TTIP se persigue la unión aduanera para eliminar barreras comerciales entre la Unión Europea y Estados Unidos. Nuestras debilitadas pequeñas y medianas empresas, las que sobrevivieron al pinchazo de la burbuja inmobiliaria, tendrán que mirar cara a cara a las grandes corporaciones norteamericanas. Las que no echen la persiana se verán obligadas a rebajar aún más las condiciones laborales de sus trabajadores al competir en igualdad de condiciones con los productos de un país que solo ha aprobado dos de los ocho convenios más importantes de la Organización Internacional del Trabajo.

Pero los de siempre saldrán ganando. Una vez más las grandes constructoras, esas en las que se invierten una gran parte de nuestros impuestos para hacer trenes de alta velocidad que nunca cogeremos y que parten nuestra ciudad en dos; esas en las que dilapidamos millones de euros para construir un aeropuerto sin aviones, se verán beneficiadas al acceder con más facilidades a un nuevo mercado al que ellas sí se pueden enfrentar.

¿Frente a eso qué hacen nuestros gobernantes? En Murcia, el municipio ensaya con la privatización de la gestión del pabellón Príncipe de Asturias; en Madrid, se dictan leyes por si acaso a la ciudadanía se le ocurriera protestar.

Ante el inminente aleteo tenemos dos opciones: informarnos, formar parte de las movilizaciones y votar críticamente, o armarnos de cazamariposas y librar nuestro continente de molestos coleópteros inoportunos que puedan acabar con los derechos sociales que aún nos quedan.

Carlos Egio es periodista y miembro de Podemos Murcia.


 Fuente: El Pajarito