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¿Una Costa Rica sin TLC ?

Desde el amplio y pluralista movimiento social opuesto al TLC lo que cabe es
sobre todo, una respuesta imaginativa, que se alimente de la convocatoria a
la inteligencia (en oposición a la estupidez congénita de la campaña
pro-TLC), y apele a la sensibilidad popular y, en especial, a las reservas
democráticas gestadas históricamente y aún vigentes en amplios sectores de
la población. Frente a la danza de los millones, queda tan solo el recurso a
la creatividad. E inevitablemente, la calle ha de ser escenario donde ese
universo de propuesta y diálogo democrático y popular, se exprese a plenitud

La derrota del TCL será el triunfo de la imaginación, la sensibilidad y la
inteligencia sobre el poder del becerro de oro. Pero si se llega a lograr
tal cosa, con ello debería abrirse un camino de profunda renovación.
Entonces, enterrar el TLC sería tan solo el abrebocas en un proceso de
refundación democrática y popular de la sociedad costarricense. Esto
comporta tareas inmediatas, y otras a mediano y largo plazo.

El primer paso es la definición de una amplia estrategia que permita
redefinir nuestras formas de relación con Estados Unidos. Esto debería
desarrollarse por vías diversas y complementarias. Primero, los esfuerzos
proyectados hacia el interior de la sociedad y el sistema político
estadounidense. Aquí confluyen varios elementos que deben analizarse : la
creciente impopularidad e ilegitimidad del gobierno Bush frente al peso
considerable de los diversos sectores opuestos a las estrategias de simple
liberalización comercial. Hoy día la inmigración es foco de tensiones que
seguramente fortalecerá el convencimiento de que este tipo de soluciones -en
particular el NAFTA para el caso mexicano- revierten negativamente sobre los
propios Estados Unidos. En general -y en contra de lo que dice la propaganda
que se difunde en Costa Rica- conviene recordar que la sociedad
estadounidense no es homogénea, y que las líneas de conflicto que la
fragmentan son las ranuras por donde debería ganarse audiencia a favor de
los intereses de pequeños países como el nuestro.

Obviamente esta pequeñez implica debilidad. Sobre todo porque históricamente
somos parte -según la conceptuación acuñada por los ideólogos imperiales- de
su "patrio trasero". Y, a mayor abundamiento, nos siguen viendo como una
"república bananera". No es un elemento despreciable, pero, en todo caso, el
"peso moral" de la "centenaria democracia costarricense" no es cosa que
baste para impresionar a los halcones que resguardan los intereses de las
grandes corporaciones.

Por lo tanto, Costa Rica debería labrar alianzas muy diversificadas a fin de
fortalecer su posición negociadora. Esto tan elemental -un mínimo sentido de
prudencia permite entenderlo- ha sido, sin embargo, sistemáticamente
ignorado por nuestras clases dirigentes durante los últimos veinte años.
Ello confirma que se quedaron sin proyecto de país y únicamente ansían
enriquecerse bajo el ala del capital transnacional estadounidense.

Ese tejido de alianzas debería construirse en todas direcciones y con
objetivos de diverso alcance, según los socios de que se trate. Incluirían
lo mismo el MERCOSUR que la Unión Europea ; China y Japón, en un extremo, y,
en nuestras proximidades, Colombia y Chile, tanto como Cuba y Venezuela. Con
unos y otros, la calidad de los vínculos que se establezcan dependerá de
diversas consideraciones. A veces serán relaciones que respondan a fines
económicos pragmáticos. En otros casos, desde una visión política más
fundamental, buscaríamos formas de cooperación de mayor amplitud. En
particular, este último debería ser el caso de los países latinoamericanos.

La propaganda del chantaje a favor del TLC dice que Estados Unidos nos
dejará fuera de todo si no lo aprobamos. Y para asegurarse que así suceda,
se cruzan de brazos y, sollozantes, ruegan que nos "castiguen". Por el
contrario, una dirigencia que sí sepa representar los intereses de nuestro
pueblo, trabajaría no tan solo para evitar tal "reprimenda", sino, y sobre
todo, para que las relaciones con la superpotencia se construyan sobre
nuevas bases y apoyada en una capacidad de negociación sustancialmente
incrementada.

Al replantearse las formas de relación con Estados Unidos, necesariamente se
redefinirán también las formas de vinculación con la llamada globalización.
Por lo tanto, nuevas formas de relación con el capital transnacional, con
los flujos financieros especulativos, con los organismos internacionales y,
desde luego, con los estados del capitalismo desarrollado. Y, asimismo, esto
tendrá un correlato interno : las formas de evolución y desarrollo de la
sociedad costarricense, de su economía y de su sistema político, también se
han de transformar.

Dejo esto apenas anotado a la espera de retomarlo posteriormente. Sobre todo
intento ilustrar lo que juzgo es el punto esencial : la lucha contra el TLC
debe ser entendida, fundamentalmente, como la lucha por una Costa Rica donde
democracia, participación popular, construcción ciudadana, justicia social,
convivencia respetuosa con la naturaleza y control sobre nuestras propias
vidas, sean conceptos con efectivo contenido de realidad.


 source: Tribuna Democrática