Aborto y el Tratado de Budapest

Noviembre 01, 2007

Aborto y el Tratado de Budapest

Flora Fernández

Muchas personas de elevados valores morales votaron a favor del TLC desconociendo las graves connotaciones éticas del mismo. En buena parte debo admitir un “mea culpa” por cuanto los del NO tuvimos dificultades de divulgar esos detalles debido a que tratamos de evidenciar que la oferta de empleo era falsa y que los beneficios de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe no peligraban.

Eso, desvió toda la atención y el esfuerzo a contrarrestar mentiras dejando otros aspectos importantísimos sin análisis, por eso, sin afán de perpetuar la discusión y considerando que lo más grave del TLC se encuentra en la Agenda de Implementación del TLC, que no ha sido aprobada ni discutida, donde una de las leyes es el Tratado de Budapest, es importante que quienes apoyaron el Sí, hoy con más calma se enteren de algo que no se explicó y que está próximo a aprobarse por la Asamblea Legislativa sin que la población se entere.

El 28 de abril de 1977 en la Conferencia Diplomática de Budapest se adoptó un Tratado que entró en vigencia el 19 de agosto de 1980. Costa Rica no estaba entre los países que lo suscribieron. Ese Tratado permite que se depositen microorganismos en las AID (Autoridades Internacionales de Depósito) como primer paso para conseguir patentes y que posteriormente les paguen por el “invento”. Hasta aquí todo suena a “arroz con mango” entre biología, diplomacia, patentes y las AID pero en este caso es muchísimo más que eso.

El asunto en sencillo significa que un investigador, empresa o corporación, podrá “depositar” con propósitos comerciales, en cualquiera de las 37 AID reconocidas en el mundo, todo tipo de material biológico, es decir, desde organismos vivos hasta sus componentes bioquímicos, que evidentemente no son “organismos” en sí mismos. ¿Por qué es que si el tratado habla de microorganismos se incluyen cosas que no lo son? Bueno, porque contra toda lógica, allí se acepta como microorganismo todo material biológico y hasta bioquímico.

Mañosamente en los organismos internacionales no definen el término, peor aún, consideran que no es conveniente una definición por la rápida evolución que se da actualmente en el campo de la microbiología y la biotecnología. Resulta muy conveniente dejarlo así, de manera que en las agencias de depósito se admitan desde gusanos hasta embriones que bien podrían ser humanos, pero también los elementos que definen la herencia (ADN) y otras muchas cosas.

Por otro lado, ese mismo Tratado no exige que se revele el origen del material a depositar, no exige el consentimiento o certificado de origen de donde viene el material ni obliga a decir cómo se obtuvo la muestra.

La Defensoría de los Habitantes, a quien en su oportunidad no se le invitó a comparecer en la Comisión de Asuntos Internacionales, estudió por su cuenta el Tratado de Budapest y presentó un informe a la Asamblea Legislativa analizándolo desde la perspectiva de los Derechos Humanos y la preponderancia de la vida y la dignidad humana por encima de la investigación y la ciencia. Dudo que algún diputado haya leído ese informe porque ya habría pegado el grito al cielo.

El Tratado de Budapest mete la vida dentro del contexto de los derechos de propiedad intelectual. Y aquí viene la primera pregunta, ¿cómo puede alguien patentar formas de vida? La respuesta es obvia: sólo Dios crea la vida, los seres humanos lo más lejos que podemos llegar es a “descubrir” las cualidades y características de los seres vivos, ¡jamás inventarlos! El Tratado de Budapest permite no sólo patentar seres vivos, sino que además facilita la posibilidad de realizar manipulación genética. Siguen los seres humanos jugando a ser dioses.
Ahí no acaban las barbaridades de ese Tratado. Al no tener un “objeto definido”, es decir, como no queda claro que es un microorganismo, caemos en la inseguridad jurídica. Si a eso sumamos que el depositante no queda obligado a decir de donde obtuvo la muestra ni como lo hizo, estamos facilitando la apropiación de la maravillosa biodiversidad que tenemos.

Hasta ahí la cosa es gravísima y todavía no hemos mencionado la más grave de todas: si embriones humanos pueden ser depositados y apropiados “legalmente”, los científicos pueden utilizarlos a su antojo, modificarlos como quieran, paralizar su investigación e incluso desecharlos sin problema alguno. Por tanto, estamos creando la base de un problema ético de enormes dimensiones, mientras una mujer, por las razones que sean, decide practicarse un aborto, la iglesia y la sociedad la condenan, las leyes la castigan y hasta su conciencia la persigue de por vida; en cambio, a un científico o una empresa, se les autoriza a usar la vida humana apropiársela y eventualmente hasta desecharla. ¿Cuál es la diferencia entre un embrión en el cuerpo de una mujer o el que está en un laboratorio?

La pregunta entonces es: ¿por qué curas como Claudio Solano al que vimos tan alegre apoyando el TLC no dice nada al respecto? ¿Por qué Rodrigo Gámez, ex Notable del INBio tampoco defiende nuestra biodiversidad ni exige que se hagan cumplir nuestra ley que demanda la presentación del certificado de origen de los recursos al solicitante de propiedad intelectual de nuestros recursos bioquímicos y genéticos? No pueden alegar desconocimiento porque ó caen en el pecado de omisión o demuestran la ignorancia de nuestras leyes, algo imperdonable en ambos casos.

En este momento todos los costarricenses deberíamos estar muy atentos estudiando las leyes de implementación y sus consecuencias. Quizás entonces podamos encontrar en ellas muchas cosas en las que todos estaremos de acuerdo y así recuperar el tiempo perdido y la distancia que ha crecido entre los del No y los del Sí. Tal vez, logremos ponernos de acuerdo en que aquí lo que se pide a gritos es un gran diálogo nacional y un debate que la Asamblea Legislativa, que el gobierno ha evitado por ignorancia y conveniencia.

Agradezco a la Dra. Silvia Rodríguez y a la Defensoría de los Habitantes, los magníficos y claros estudios que han elaborado para hacer más comprensible este espeluznante tratado y sus implicaciones. Ambos están en la página www.costaricasolidaria.com bajo la “pestaña” del Tratado de Budapest, son de lectura obligatoria para quien sienta respeto por la vida y la biodiversidad.

Flora Fernández | Noviembre 01, 2007

source : Tribuna Democrática

Printed from: https://www.bilaterals.org/./?aborto-y-el-tratado-de-budapest