Despega el TLC con Estados Unidos

Todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe.

Por Andrés Espinosa Fenwarth

Después de varios años de espera y perseverancia a toda prueba, los jefes de Estado de Colombia, Juan Manuel Santos, y Estados Unidos, Barack Obama, confirmaron para el 15 de mayo próximo la fecha de entrada en vigor del TLC suscrito el 22 de noviembre de 2006.

Se acabaron las excusas y demoras. Ahora, como lo señala el artículo 26 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, de 1969, de la cual Colombia y Estados Unidos son signatarios, lo que viene es indiscutible: “Todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe”.

Cada uno tiene derechos y obligaciones derivados de la puesta en vigencia del TLC. Colombia tiene el derecho a exigirle a Estados Unidos el cumplimiento sistemático de lo convenido, que incluye no solo las disposiciones requeridas para su correcta implementación, sino la modificación de todas aquellas políticas que sean contrarias al TLC. Se destaca por su relevancia e innegable impacto sectorial y social, el compromiso adquirido por Estados Unidos según el cual el Departamento de Agricultura debe eliminar los subsidios a las exportaciones de todos los productos agropecuarios enviados a Colombia desde el 15 de mayo de 2012.

Por supuesto, Colombia también debe ejecutar cabalmente lo pactado a partir de la fecha acordada por los jefes de Estado de Colombia y Estados Unidos, reflejada en el intercambio de notas diplomáticas perfeccionado el fin de semana por los representantes plenipotenciarios de ambos países, con la anuencia de encumbrados testigos gubernamentales.

Para ello, la Presidencia de la República apuró el paso las últimas semanas, especialmente en torno a los compromisos que requerían la aprobación del Congreso Nacional y los decretos administrativos correspondientes.
Los decretos están a su turno relacionados con el cronograma de desgravaciones arancelarias, salvaguardias agropecuarias automáticas y contingentes arancelarios, todos ellos subordinados a la operación manual de las Aduanas de Colombia, graduadas como el talón de Aquiles del TLC.
Su operación actual no permite garantizar la correcta aplicación de ningún acuerdo comercial, como lo demuestran los TLC negociados con Chile, Mercosur y Canadá.

La prioridad gubernamental debería ser la modernización, simplificación y automatización de los procedimientos aduaneros nacionales y la sistematización de sus comunicaciones.

Fuente: Portafolio

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