Los TLC, estructura de poder del Norte contra el Sur

Los tratados de libre comercio (TLC) que intentan formalizar diversos países de América Latina, entre ellos Colombia, con Estados Unidos, son una estructura de poder del Norte contra el Sur.

La apreciación la hace el español Juan Carlos Monedero, Profesor titular de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid, quien estuvo de paso por Medellín el pasado 9 de junio, en donde se reunió con diversas organizaciones sociales y políticas de la ciudad, entre ellas el Instituto Popular de Capacitación (IPC) y Viva La Ciudadanía, así como con la dirigencia regional del Polo Democrático Independiente, para hablar de gobernabilidad, democracia, economía y la situación de América Latina en el contexto mundial.

Monedero es, además de profesor universitario, miembro del partido Izquierda Unida (UI), dirige el Observatorio Complutense de la Mundialización. Igualmente, realiza labores de asesoría política nacional e internacional y es colaborador de los medios de comunicación en España. Es asesor personal de Gaspar Llamazares Trigo, coordinador general del UI y candidato a la Presidencia de Gobierno para las elecciones españolas de marzo de 2004, y fue observador internacional en el referéndum revocatorio del 15 de agosto de 2004 en Venezuela.

Tratados de pobreza
¿A su juicio, qué significan para América Latina los tratados de libre comercio que se intentan negociar y firmar con Estados Unidos?
Los tratados de libre comercio son una estructura de poder del Norte contra el Sur. Están respaldados por el consenso de Washington (planteado en 1990). Se trata de exigirle a los países más pobres que abran sus fronteras y que el costo de esa apertura de fronteras lo paguen reduciendo el gasto social, vendiendo empresas públicas o sobre explotando a su población a través de las medidas de flexibilización laboral.

Pero al final, no es verdad que esos tratados beneficien a los pueblos; de hecho, los economistas reunidos en el llamado Consenso de Barcelona (que trató de reemplazar el Consenso de Washington y que fue discutido en octubre de 2004), plantearon que las propuestas del Consenso de Washington han supuesto el empobrecimiento de los pueblos del Sur. Ya hay constatación de que eso no ha funcionado, que era una estratagema del Norte para empobrecer, para seguir robando al Sur.

¿Cuál puede ser la salida a la presión que ejercen los tratados de libre comercio?

Los tratados de libre comercio eliminan las fronteras de los más débiles pero no de los más poderosos. Para mí es originar, además de pobreza, desarraigo. Cuando tú desarraigas a alguien lo haces dependiente, ya luego le puedes solucionar la vida a través de paternalismos, pero ya a esa persona le has destrozado su propia dignidad. El desarraigo es el robo de la posibilidad de construir su propia emancipación.

Por tanto, uno de los retos esenciales de América Latina es reconstruir arraigo. Creo que se pueden dar respuestas a la globalización a través de integraciones regionales, pero integraciones regionales diferentes, con propuestas propias, no para explotar a los pueblos sino para hacer una globalización contrahegemónica.

Una de sus preocupaciones constantes es la relación entre las palabras y la política. ¿A qué apunta su reflexión en ese sentido?
Lo que quiero plantear es que el ser humano construye con palabras la realidad, entonces creo que el primer elemento para hacer la cosas de una manera correcta es nombrar el mundo de una manera correcta: Los muertos son muertos, no son daños colaterales; los despidos son despidos, no son ajustes de planta; y la corrupción es corrupción, no es asignación unitaria de partidas no consignadas. Con ese lenguaje se confunde a la gente y no termina de entender lo que le pasa.

En una época de medios de comunicación, en una época de un contraataque fuerte de los tanques de pensamiento neoliberales, creo que hay una batalla en la recuperación de nuestros conceptos. Si seguimos trabajando con los conceptos del neoliberalismo, de competitividad y privatización, no podemos construir nuestra propia emancipación.

¿En ese sentido, qué responsabilidad le cabe a los movimientos sociales?

Si tu quieres construir un retrato de lo que no funciona en el mundo, suma las peticiones de los movimientos sociales y te sale. Es verdad que puede haber movimientos sociales que pueden parecer movimientos sociales pero que no lo son. La derecha salió a la calla contra Salvador Allende, ahora salen en España en la negociación con ETA y salió en Venezuela.

Por ello, el esfuerzo que tienen que hacer los movimientos sociales es de traducción; tienen que traducirse unos a otros: Una feminista tiene que enseñarle a un ecologista lo que tienen en común; un ecologista tiene que enseñarle a un obrero lo que tienen en común; es decir, todos tienen que hacer una labor de traducción para que, al final, ese retrato sea cohesionado, que no sea un conjunto aislado de reclamaciones que no se pueden conseguir por su propio aislamiento.

Un ejemplo de esto es el Foro Social Mundial, es la suma de esos movimientos, allí se constituye el movimiento de los movimientos.

source : ANIA

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