Con el TLC ha aumentado la pobreza en México

María Eugenia Trejos

Entre 1994 y 2000 la pobreza en México pasó del 51% al 70% de la población. El 20% más pobre bajó su participación en el ingreso de 3.6% a 2.9%, mientras que el 10% más rico la aumentó del 44% al 50%. Es decir, el tratado no ha conducido a disminuir, sino a aumentar los niveles de pobreza y de desigualdad en el ingreso.

La alta concentración del ingreso también se expresa a nivel de empresas. Es cierto que las exportaciones y la inversión extranjera aumentaron notablemente, multiplicándose por cerca de 3 pero, de 7 millones de empresas en el campo, menos de 20.000 participan de la exportación agrícola. En alimentos, bebidas y tabaco 300 empresas (de 32.000) exportan el 80% del total; las 5 principales armadoras de autos exportan el 33% de todas las exportaciones del país. Es decir, es una pequeñísima proporción de empresas la que se favorece del aumento en las exportaciones.

Si analizamos lo que ha sucedido con el empleo, los resultados son igualmente alarmantes. En el sector agrícola se han desplazado 1.900..000 trabajadores(as), y en el sector industrial, que exporta el 87% del total de las exportaciones del país, sólo se emplea al 17% de la población económicamente activa. El empleo ha aumentado, en ese sector, en 2.2 millones de personas entre 1991 y 2005, suma absolutamente insuficiente para compensar el desplazamiento de la población del campo y el aumento en la población económicamente activa, que ha sido de más de 11 millones de personas. Como resultado de la falta de oportunidades, la migración a Estados Unidos aumentó de 4 millones de personas en 1990 a 8 millones en 2000. Como vemos, el aumento en las exportaciones y la inversión extranjera tampoco garantizan la generación de empleo.

También en México fue donde más aumentó la productividad en el sector manufacturero y donde más diminuyeron los salarios reales entre 1993 y 2002. Lo que muestra que las ganancias derivadas del aumento en la productividad se las dejan las empresas y no llegan a los(as) trabajadores(as).

Es decir, los resultados son contundentes: las exportaciones y la inversión extranjera aumentan, pero también aumentan la pobreza y la desigualdad. El aumento en las exportaciones y la inversión extranjera no garantizan los empleos necesarios para absorber a la población trabajadora. El aumento en la productividad no se traduce en mejores salarios.

No hay ninguna razón para suponer que nuestros países centroamericanos, también subdesarrollados como México, podrían tener una suerte distinta si aprobaran un tratado de libre comercio con Estados Unidos, que tiene prácticamente las mismas condiciones.

La desafortunada -y más que eso, escalofriante- realidad del pueblo mexicano, no puede llamarnos a engaño: el TLC no para todos es bueno, sino sólo para las grandes corporaciones transnacionales y algunos pocos exportadores nacionales. Para la gran mayoría las consecuencias pueden ser altamente negativas.

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