Colombia: La fuerza e impacto del paro nacional agrario

Colombia: La fuerza e impacto del paro nacional agrario

Por Fernando Dorado, 23-8-13

Las manifestaciones, marchas, plantones, bloqueos de carreteras y otras expresiones de rebeldía protagonizadas por campesinos, productores agrarios y sectores solidarios han sido masivas y combativas, y se han esparcido a lo largo y ancho de todo el país. El Paro Nacional Agrario es un hecho social y político de gran importancia nacional.

Sin embargo, a pesar de la diversidad y variedad de acciones, de las grandes demostraciones de valentía y sacrificio por parte de los pequeños productores de papa, leche, café, cebolla y campesinos en general (indígenas, afrodescendientes y mestizos) en numerosas regiones de Colombia, tenemos que reconocer que no ha tenido la contundencia e impacto que se esperaba.

Tal situación es contradictoria. La fuerza del movimiento se ha hecho presente en más de 25 departamentos, han sido numerosas las concentraciones y marchas, los bloqueos de vías han interrumpido el tráfico automotor en más de 50 sitios, pero la represión y la estrategia del gobierno han minimizado la repercusión de las jornadas de protesta.

El Paro Nacional Agrario se puede caracterizar por su fuerza dispersa y su falta de centralización. Por otro lado, es evidente que el sector convocante – los cafeteros – en ésta ocasión no se movilizaron con la misma fuerza como lo hicieron en febrero-marzo de 2013, lo cual requiere un análisis por separado, preciso y detallado.

En contraposición, sectores como los productores de papa, leche y cebolla de Boyacá, Nariño y Cundinamarca, han sido fundamentales para la visibilización del Paro, por cuanto han bloqueado carreteras troncales como Tunja-Bogotá y la carretera Panamericana entre Pasto e Ipiales. En esta lucha han estado acompañados por campesinos movilizados en muchos departamentos pero que no han logrado ser tan visibles debido a que el gobierno ha impedido su desplazamiento y concentración en carreteras importantes.

Nos interesa, ante todo, reflexionar sobre el movimiento social, explorar sus complejidades, analizar sus avances y retrocesos, entender la forma de pensar, sentir y reaccionar de las amplias masas populares, identificar el por qué de las cosas, aprender de los errores que se hayan podido cometer, todo con el fin de contribuir a mejorar y fortalecer los procesos de organización popular.

La cobertura de la movilización campesina y popular

El Paro Nacional Agrario se ha manifestado en gran parte de los departamentos de Colombia. El movimiento de las “dignidades” no consiguió congregar todas las fuerzas comprometidas, siendo las movilizaciones de productores de leche, papa y cebolla de Boyacá y Nariño, las más importantes. Los productores de café, como veíamos, se han movilizado parcialmente pero lejos de la contundencia demostrada en el Paro Cafetero de febrero-marzo de 2013.

Por otro lado, el Coordinador Nacional Agrario y la Mesa de Interlocución y Acuerdo han movilizado importantes fuerzas campesinas en gran cantidad de departamentos como Antioquia, Valle del Cauca, Santander, Norte de Santander, sur de Bolívar, Casanare, Arauca, Meta, Caquetá, Putumayo, Cauca, Nariño, Huila y Tolima, pero teniendo en cuenta la lejanía de los municipios y regiones, y frente a la obstaculización por la fuerza que ha desarrollado el gobierno para impedirles su concentración en vías de comunicación centrales, el impacto conseguido ha sido menor y su visibilización ha sido torpedeada por las mismas fuerzas represivas con la colaboración de los principales medios de comunicación.

Las marchas realizadas en solidaridad con el Paro por los trabajadores, maestros, estudiantes, trabajadores de la salud y otros sectores populares de las ciudades han sido también masivas en muchas capitales de departamento y muestran una reactivación del movimiento social que rechaza las políticas neoliberales y anti-populares del gobierno.

La estrategia del gobierno

La principal estrategia del gobierno ha sido de tipo militar y policivo. Se militarizaron las principales vías del país y se le ha dado un tratamiento de guerra a la protesta social. Desde antes de comenzar las jornadas de movilización agraria el gobierno se dedicó a atemorizar a la población anunciando un “operativo contundente” a cargo del ejército y la policía.

Esta estrategia ha consistido, por un lado, en bloquear los desplazamientos campesinos impidiéndoles llegar a carreteras troncales. Por otro, cuando existen concentraciones masivas arremeten con fuerzas del ejército y policía (ESMAD) contra la población movilizada con todo tipo de armas, perdigones, gases lacrimógenos desde tierra y aire, destruyendo sus “cambuches” y demás elementos como útiles de cocina y comida. En ese proceso detienen dirigentes y manifestantes, y empadronan ilegalmente a los protestantes con la intención de intimidarlos.

Además, ha tratado de posicionar la teoría de una supuesta “responsabilidad social de las protestas”. Ahora la culpa de que se obstaculice el tráfico en una carretera no depende del gobierno que con su incapacidad e incumplimientos obliga al pueblo a protestar, sino que está en el movimiento social. Es una teoría sesgada y peligrosa que hay que enfrentar. Los hechos demuestran la viabilidad y justeza de los bloqueos. El gobierno lo está demostrando cuando sólo llama a negociar a quienes han cerrado carreteras con contundencia y fuerza.

Otra estrategia ha sido negociar por separado con algunos sectores sociales comprometidos para desvincularlos del Paro. Por ejemplo, con promesas y dádivas logró dividir al gremio de los camioneros, aislando a la Asociación Colombiana de Camioneros ACC, que representa la tercera parte del potencial de carga en el país. De igual manera procedió con los indígenas del Cauca agrupados en el CRIC, prometiéndoles recursos para adquisición de tierras y otros proyectos. Así mismo, consiguió la desvinculación del paro del movimiento cafetero del Huila.

Siguiendo esa línea, con la colaboración de gobernadores, alcaldes y parlamentarios santistas, el gobierno ha intentado montar mesas regionales y locales de negociación, tratando de deslegitimar las direcciones nacionales del movimiento. En esa trampa han caído algunos dirigentes que, o están desorientados o quieren conscientemente hacerle el juego al gobierno.

La situación particular del sector cafetero

En cuanto a la escasa fuerza mostrada por el sector de caficultores en el Paro Nacional Agrario, se pueden mencionar varias causas objetivas y otras que tienen un carácter político en la dirección del movimiento. Entre las causas objetivas se pueden mencionar las siguientes:

 Entre algunos sectores cafeteros que participaron en el paro de febrero-marzo quedó la sensación de que la negociación había sido muy floja frente al tamaño del esfuerzo realizado. Ello puede haber desmotivado a dichos sectores a participar nuevamente.

 El pago del PIC (Protección al Ingreso Cafetero) obtenido en el anterior paro benefició principalmente a caficultores medianos y grandes, lo cual puede haberlos satisfecho parcialmente. Además, el gobierno nacional se apropió hábilmente de ese logro, presentándolo por los medios de comunicación como si fuera una iniciativa propia de su administración.

 La época de cosecha en los departamentos del eje cafetero y en el Huila ya está encima y ello es una preocupación material ya que el café no da tiempo una vez se madura.

 La intransigencia demostrada por el gobierno en el Paro del Catatumbo, y lo dilatado y desgastante de ese conflicto puede haber atemorizado a amplios sectores de caficultores y desanimarlos de participar en la nueva jornada.

 Los pequeños productores de café, que eran los más afectados por el no cumplimiento del pago del PIC, al no tener el respaldo material de los caficultores medios y grandes, y sobre todo de los comerciantes de los pueblos y ciudades que salieron golpeados económicamente del anterior paro, no tenían materialmente como sostenerse durante el nuevo movimiento.

 Hubo muy poco tiempo de preparación entre la fecha que se acordó el paro en Armenia y la fecha de su realización. Éste tipo de esfuerzos requieren de más tiempo para clarificar dudas, sustentar razones, aglutinar fuerzas y preparar logística.

Desde el punto de vista político pueden señalarse los siguientes aspectos:

 El movimiento cafetero no ha construido un pliego que combine la solución de emergencia a las necesidades inmediatas con una propuesta que contemple el problema central de la caficultura colombiana que es su incapacidad para sobrevivir en las actuales condiciones de competencia y monopolio del mercado mundial del café procesado, tostado y soluble. Para la mayoría de caficultores su viabilidad económica hacia el futuro está en entredicho.

 La ausencia de una propuesta político-estructural llevó a que en el pliego y negociación del paro de febrero-marzo se le diera una prioridad desmedida al tema del precio, descuidando aspectos tan importantes como los precios de los fertilizantes e insumos, los créditos bancarios, las importaciones y el impacto de la minería en regiones cafeteras.

 Se envió un mensaje a la población en general de que los caficultores luchaban por intereses estrictamente sectoriales, lo que el gobierno ha aprovechado para tratar de aislar y debilitar el movimiento. Ha faltado un discurso más político que confronte las ganancias de los sectores financieros y los grandes monopolios capitalistas protegidos por el gobierno frente al aporte histórico que han realizado los caficultores colombianos a la economía nacional.

 Ese espíritu “economista” ha impedido que Dignidad Cafetera y las demás “dignidades” agrarias realizaran esfuerzos por coordinar la lucha de los productores agropecuarios con el resto de organizaciones campesinas del país. Ha existido también una especie de actitud “sobradora” frente a los demás sectores organizados que se querían concertar para realizar un Paro Nacional Agrario de impacto contundente y amplio.

 A nivel organizativo se puede observar una conducta demasiado “flexible” y algo oportunista frente a algunos políticos tradicionales que están en campaña, y que como en el caso de Orlando Beltrán en el Huila, propiciaron acuerdos por separado con el gobierno sin respetar las decisiones nacionales. Esa estrategia que está dentro de la visión de “ganarse a la burguesía nacional” no sólo se ha presentado en ese departamento y puede haber confundido a las bases cafeteras sobre los reales objetivos del paro.

 Después del paro cafetero de febrero-marzo se cayó en cierto triunfalismo que llevó a magnificar las fuerzas y sobreestimar la verdadera capacidad organizativa. No se tuvo en cuenta que el gobierno podía jugársela para “medirle el aceite” al movimiento y desgastar la lucha, tanto de los cafeteros organizados en Dignidad Cafetera como de los sectores políticos comprometidos con el apoyo al paro.

La coyuntura y el futuro

Lo indiscutible es que el gobierno –hasta ahora– ha podido sobreaguar ésta crisis. Por medio de la amenaza, la represión, la desinformación y la “cooptación” de algunos sectores agrarios y populares, el gobierno ha podido manejar el conflicto y evitar un golpe político de mayor calado.

No sabemos qué otras reservas tenga el movimiento social para forzar una negociación digna a nivel nacional y lograr la superación positiva de ésta etapa de lucha. El gobierno intenta por todos los medios negociar con los productores de Boyacá y Nariño en mesas separadas, desconociendo las coordinaciones nacionales. Ese será el pulso que definirá la salida de la coyuntura actual.

Sin embargo los problemas son de carácter estructural y van a seguir mellando y carcomiendo la economía de amplios sectores de la población, no sólo agrarios y del campo, sino de todos los sectores sociales subordinados. El impacto de las políticas económicas neoliberales, especialmente de la aplicación de los TLCs., la reforma tributaria, la entrega de recursos naturales (incluida la tierra) a transnacionales extranjeras y “nacionales”, el impacto de la mega-minería y demás proyectos energéticos, todo y mucho más, está obligando al pueblo colombiano a organizarse y prepararse para nuevas jornadas en donde salgamos unidos a la lucha, ya no con pliegos de peticiones sectoriales sino con consignas políticas de mayor calado para todos los explotados de Colombia.

La experiencia de juntar necesidades sectoriales y elaborar pliegos de exigencias aparentemente más integrales pero todavía dentro de un espíritu “economista”, debe ser revisada y revaluada. Es el régimen político y el modelo de desarrollo el que tiene que ser enfrentado y cambiado, y para ello debemos aprender de nuestros errores y rectificar. Menos sectorización y compartimentación de las luchas sociales, más integración y coordinación, debe ser una de nuestras metas.

La gran experiencia de éste paro agrario que está en desarrollo es que nuestro pueblo ha venido elevando su nivel de comprensión de los problemas y está decidido a luchar. Hay que ver como hasta el campesino lechero más sencillo tiene claro que para poder sobrevivir como productores tienen que forzar al gobierno a “renegociar los TLCs”. De él, debemos aprender.

De igual manera, las consignas y arengas que debemos construir hacia el futuro deben ser más unificadoras y educadoras. Las tareas que tenemos por delante nos comprometen a elevar el nivel político de nuestras luchas hasta llegar a emular a nuestros antecesores y poder gritar con toda nuestra fuerza: ¡Viva el pueblo! ¡Abajo el mal gobierno!

Popayán, 23 de agosto de 2013

source : ALAI, América Latina en Movimiento

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