Ecuador: TLC con sabor europeo

Ecuador: TLC con sabor europeo

Por René Báez, 19-8-14

Con el telón de fondo del mundial de fútbol Brasil-2014, Francisco Rivadeneira, ministro de Comercio Exterior, anunció desde Bruselas –a mediados de julio- que el gobierno había concluido el proceso de negociaciones previo a la firma de un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea. Según el optimista funcionario, el acuerdo “está adaptado a nuestras necesidades, potencia al máximo las oportunidades, reduce a sumínima expresión los costos, respeta el modelo de desarrollo del país y permite proteger a los sectores más sensibles a nivel productivo”. Finalmente habría acotado: “Creo con absoluta convicción que hemos logrado un paquete equitativo que es conveniente tanto para la Unión Europea como para el Ecuador”. (Kaos en la Red: Jul.19/2014)

La noticia, largamente esperada, colmó de alegría especialmente a las fracciones empresariales vinculadas al bancomundialista modelo exportador-importador, pero también a los medios oficialistas y no-oficialistas… e incluso a personeros gubernamentales hasta hace poco críticos del “boboaperturismo”. Desde entonces, las ovaciones y agradecimientos al presidente Rafael Correa no han cesado, ponderando su alineación con la sensatez y el pragmatismo.

Más allá del entusiasmo desplegado por los panegiristas de la globalización corporativa y no obstante que aún se desconoce el texto del acuerdo formalizado entre Quito y Bruselas, así como las modificaciones seguramente irrelevantes en relación a los TLC ya suscritos con los vecinos Colombia y Perú, aparece posible –amén de necesario- avanzar a la identificación de ciertas significaciones del instrumento en ciernes a partir de algunas proposiciones teóricas e históricas impugnadoras del fundamentalista pensamiento único (valga la redundancia).

Tales proposiciones son del tenor siguiente:

° La tendencia más característica de la economía internacional contemporánea constituye la mundialización capitalista de los procesos productivos, comerciales, financieros, así como de sus concomitantes pautas de consumo. El fenómeno involucra tanto a los países “centrales” del sistema como a los “periféricos”, incluidos en estos últimos las naciones del ex campo socialista europeo.

° La mundialización capitalista en curso ha venido configurando tres grandes bloques económicos: a) el encabezado por Estados Unidos, con hegemonía sobre Canadá, México y Centroamérica, b) la Unión Europea, liderada por Alemania, en proceso de expansión especialmente hacia Europa Central y Oriental, y c) el agrupamiento todavía difuso que se vislumbra bajo el poderío financiero y comercial de China. En la actualidad, y debido a la inocultable decadencia de los Estados Unidos, jalonada por la debacle de la Nueva Economía (2000) y el crack de Wall Street (2008), los países suramericanos –inclusive Brasil- han devenido espacios de disputa de los citados ejes internacionales.

° Desde una perspectiva crítica de los instrumentos unionistas promovidos por viejas o nuevas metrópolis, cabe destacar su ocurrencia en un contexto de intensiva interpenetración de inversiones que, sin embargo, dado el carácter intrínsecamente violento del capitalismo, no excluye la posibilidad de confrontaciones bélicas entre estados imperialistas; y, menos aún, el fomento de guerras periféricas a pretexto de conflictos religiosos, fronterizos, tribales, de cruzada contra el “narcotráfico” y el crimen organizado, etc.

° Más allá de variantes accesorias, las integraciones-desintegradoras que mentalizan e impulsan las metrópolis, lejos de inspirarse en propósitos altruistas, tienen como denominador común consolidar la hegemonía de los referidos centros de poder internacional en las esferas productiva, comercial, financiera, científica, tecnológica, ambiental, cultural, legal e institucional.

° A la luz de esta realidad exenta de retórica no resulta casual que los TLC (ALCA, Acuerdos de Asociación… o como quiera llamárseles) comporten en la práctica esquemas de fusión de “una sola vía” (excepto de la fuerza laboral), para consolidar el denominado “modelo de acumulación por desposesión” (Samir Amin, David Harvey) –una suerte de reedición del modelo de acumulación originaria que analizaran los pensadores clásicos del socialismo- puesto en vigor al margen de consideraciones éticas y ambientales para asegurar la maximización de beneficios a partir de la libertad de movimiento del capital financiarizado; y, en contrapartida, enajenar aún más la soberanía de los países-cliente, liquidar los mini-estados sociales que pudiesen haber subsistido a la oleada del neoliberalismo de cuño fondomonetarista, profundizar la expoliación de su fuerza laboral y el saqueo de los recursos naturales y ambientales, apropiarse de los conocimientos vernáculos, eliminar competidores locales, extender el vacuo desarrollismo, adoctrinar a la poblaciones neocolonizadas en los mandamientos de la religión del mercado, aupar –en cuanto sea posible- a las democracias de fachada.

A manera de colofón a estas breves notas, acaso convenga subrayar que los modelos de integración asimétrica se sustentan en uno de los mayores mitos de la modernidad y de la sabiduría económica convencional: el mito del “libre mercado”. No me queda duda alguna que, en estos últimos meses, quienes mejor habrán aprehendido la significación de esa falacia académica hayan sido los miles de niños latinoamericanos atrapados sin salida en la frontera mexicano-estadounidense.

* Especial para ALAI

 René Báez, ex decano de la Facultad de Economía de la PUCE y actualmente miembro del Centro de Pensamiento Crítico. Premio Nacional Isidro Ayora. Autor, entre otros libros, de Antihistoria Ecuatoriana (Universidad Central del Ecuador, Quito, 2010)

source : ALAI

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