El Salvador: el TLC y los hincados en granos de maíz

Dagoberto Gutiérrez

Al fin anunciaron la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio y para algunos, para los gringos, es una fiesta parcial, porque se aprobó con la diferencia de dos votos, para algunos empresarios salvadoreños también es fiesta parcial y para otros es un velorio total; para el sector productivo, es decir trabajadores y trabajadoras, es una fiesta de obligatoria asistencia, para el poder ejecutivo es una apuesta a la lotería y para el pueblo, es decir la mayoría, es un negocio de los ricos más ricos. Es claro que es noticia importante, y que lo es más para unos que para otros, por eso, los empresarios, que son minoritarios, aparecen frente al hecho como participando en el velorio del amigo más cercano y la buena noticia, que los del poder ejecutivo pretenden dar, se quiebra de inmediato al observar los rostros compungidos, asustados y , alarmados de los empresarios supuestamente beneficiados y los rostros oficiales, también aparecen tensos cuando tratan, infructuosamente, de convencer a los beneficiados escépticos de las bondades del TLC.

Los discursos de la ANEP resultan ser exactamente los mismos que oímos cuando el proceso se inició, y así, hoy se dice: que estamos frente a un gran reto, que hay que ser competitivos, que el TLC no es la panacea, que la clave es saber aprovechar, que todos vamos a ser beneficiados, que hay que capacitarse; pero además hoy se dice, que unos ganarán y otros perderán.

Desde el primer día se supo que el TLC se negociaba entre gallos y medias noches, y ni la misma cúpula empresarial, que es gubernamental, accedía totalmente a la información. Y por eso, en este tramo final, al entrar en vigor lo negociado se sienta a Miguelito Lacayo, Ex Ministro de Economía, en el banquillo de los acusados; este personaje, al defenderse como gato panza arriba, ratifica, punto por punto, las concesiones, las desventajas seguras y las ventajas livianas, y nos damos cuenta, y los empresarios también, que el tratado fue hecho al gusto de la Casa Blanca, a la medida del Congreso Estadounidense y más claramente a la medida del buche de ese Congreso y no de los empresarios salvadoreños y mucho menos de los productores.

Ahora resulta claro, que ni al principio ni al final, los empresarios sabían a que se enfrentaban, y esta ingenuidad reaccionaria producirá un Darwinismo social, empresarial, en donde unos, la mayoría, perecerán como especies menores en el altar del Libre Comercio, otros, la minoría sobrevivirá y algunos otros, los globalizados, que ya están en el globo, navegarán con timón y brújula ajena.

Resulta que los dedicados a la agricultura son las primeras víctimas propiciatorias del sacrificio anunciado, porque además, ningún consumidor, preferirá un arroz nacional de inferior calidad y más caro al arroz estadounidense, más barato y más bueno; nadie defenderá a los empresarios nacionales, porque estos nunca han sabido estar con el pueblo del que viven y al que le venden sus productos, tampoco esperan nada del poder ejecutivo, porque ya perdieron la pelea y ya le dijeron, claramente, que los débiles e incapaces van a perecer, porque el TLC, les dijeron, es de las grandes ligas.

Por supuesto, que para el Imperio Estadounidense no es la compraventa a este empobrecido país lo más importante; se trata de una visión geopolítica necesaria para un imperio decadente que al perder peso ideológico, económico y cultural, necesita controlar a toda costa y el TLC es, por eso, una coyunda de acero, jurídica, política, económica y militar mediante la cual el Imperio, con la colaboración de la cúpula empresarial, busca maniatar a nuestro país, a la región y saquear su biodiversidad, su agua y sus recursos genéticos.

Este control empieza, por controlar la alimentación y vender los productos que come el país en alianza con importadores locales, dejando para eso de producirlos en El Salvador. Aquí radica la mayor traición estratégica que las derechas han hecho al pueblo salvadoreño, porque al acabar con la agricultura, al erosionar clasísticamente a los agricultores, han entre-gado la Seguridad y la Soberanía Alimentaría del país en manos extranjeras y ningún país que no produzca lo que se come y que dependa de los otros para alimentarse tendrá viabilidad.

En realidad es un problema que los comerciantes controlen el Estado, pero es un problema mayor, que sean tan malos comerciantes, y tan antipatrióticos, que regalen lo que no les pertenece; no estoy hablando de la soberanía. Que no es una cosa que se posee, sino estoy hablando de la biodiversidad, del agua, de un empleo indigno, de la depredación ambiental, de la falta de derechos laborales, de la ilegalidad como política, de la juventud, de la niñez, de la vejez, del futuro y del presente e incluso, estoy hablando de los empresarios que van a morir como empresarios; nada de esto le pertenece a ningún gobernante, pero sin embargo, éstos han entregado todo a la Casa Blanca entrando en el peligroso juego geopolítico del Imperio en calidad de agentes imperiales.

El pueblo salvadoreño resulta ser, en este drama de enmascarados el único que sabe, que el camino es resistir y construir su propio proyecto alternativo para sobrevivir primero, ser fuerte después y disputar el control del Estado.

source : Diario Colatino

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