Los acuerdos comerciales son herramientas coloniales para controlar tierras, recursos y mano de obra, dice el activista canadiense Stefan Christoff

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Entrevista con Stefan Christoff

Stefan Christoff es un creador de medios, músico y activista comunitario que vive en Tiohti:áke / Montreal. Encuentra a Stefan en Twitter @spirodon.

por bilaterals.org, 7 de febrero de 2022

Transcripción (editada por bilaterals.org)

bilaterals.org: ¿Hasta qué punto crees que los acuerdos comerciales de Canadá son un legado de su historia colonial?

Stefan Christoff: Es esencial situar la política económica canadiense en la historia de este “país”. Canadá, como proyecto, es fundacionalmente una corporación de la Corona, una extensión de los intereses imperiales británicos a nivel internacional. La Compañía de la Bahía de Hudson fue el fundamento de Canadá como institución, y tuvo sus raíces en el despojo de tierras, territorios y recursos de los pueblos originarios. Éste es el punto de origen de la política económica canadiense. Cuando pensamos en la actual política económica canadiense, ya sea mediante las iniciativas del sector empresarial o mediante los acuerdos comerciales el gobierno, esta política está profundamente moldeada por esta historia.

Si pensamos en la fundación, por ejemplo, de instituciones multilaterales como el G20, el Partido Liberal, que está en el poder ahora mismo en Canadá, fue fundacional en ese proceso. Y si pensamos en otras iniciativas, como el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), que fue anulado, o el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, que también fue anulado, debido a las presiones de los movimientos sociales, el gobierno canadiense fue fundamental en ambas iniciativas: planteaba la corporativización de la política comercial y de la política de inversiones a nivel mundial. Y aunque las tácticas y la retórica política son diferentes a las de Estados Unidos, hay una configuración muy importante de intereses políticos que son centrales en ambos proyectos, como Estados-nación coloniales.

¿Por qué crees entonces que muchos siguen viendo a Canadá como un país agradable, progresista, en contraposición a Estados Unidos, que se supone que es el malo, por así decirlo? Si hablamos de percepción, mucha gente de todo el mundo ve a Estados Unidos como un país muy agresivo, a diferencia de Canadá. Y aunque, como has mencionado, Canadá también ha tenido una historia violenta.

Bueno, creo que hay una violencia manifiesta y hay además una violencia sistémica que ocurre de manera más sutil, que es más difícil de rastrear. Así que si pensamos en la realidad de la política económica, es una ventana importante a través de la que podemos ver la naturaleza del Estado y el aparato corporativo en Canadá. Si pensamos en la yuxtaposición de Estados Unidos y Canadá, hay ejemplos en que la política canadiense se ha diferenciado de la estadounidense, pero a menudo eso es el resultado de que los movimientos sociales a ambos lados de la frontera, le den forma a las políticas económicas y las impugnen.

Y es que el punto de origen de los movimientos sociales en Canadá es la resistencia indígena al colonialismo. Con el tiempo, vimos también cómo se arraigaban diversas fuerzas al interior de las comunidades agrícolas, la clase obrera, las redes urbanas, la formación de sindicatos laborales. Todas esas fuerzas son mucho más fuertes de lo que las narrativas históricas dominantes afirman que son. Y muchas de las políticas sociales que el Estado canadiense reivindica como imagen global de Canadá son el resultado de la lucha de estos movimientos sociales durante años. Los pueblos originarios lucharon por muchas de las leyes de protección del medio ambiente que existen en Canadá y que el gobierno intenta eliminar.

Las instituciones sociales como la atención a la salud, algunos derechos laborales que existen, son el resultado de la lucha de los movimientos sociales durante generaciones. Así que el gobierno, después de haberse visto obligado en diferentes momentos a adoptar políticas que podrían parecer progresistas a nivel internacional, luego juega y las manipula para utilizarlas como imagen y vender acuerdos comerciales corporativos a nivel mundial. Pero esas políticas nunca fueron iniciativa del Estado. Siempre fueron iniciativas de los movimientos sociales o de los movimientos anticoloniales que impugnaban la violencia económica de origen colonial que es fundacional en Canadá.

En ese sentido, recientemente escribiste sobre la renegociación del acuerdo de libre comercio (TLC) entre Canadá e Israel. ¿Consideras que hay un fuerte vínculo entre las historias de Canadá e Israel, conectadas con la situación en Palestina?

A menudo, cuando pensamos en los movimientos por la justicia, los derechos humanos, la ecología, podemos cuestionar la forma en que esos marcos son cooptados por las instituciones internacionales. En lo que respecta a los derechos humanos, en particular, hay una crítica importante sobre la naturaleza de quien otorga los derechos. Quién es el dueño de los derechos, quién es el dueño del marco legal. Pero tal y como están las cosas, cuando pensamos en las razones y la orientación del apoyo a los derechos humanos, por ejemplo, en Palestina, el enfoque de nuestra oposición al acuerdo de libre comercio entre Canadá e Israel no debe girar en torno a que esto sea una excepción. No es una casualidad que este acuerdo haya ocurrido. Fue uno de los primeros acuerdos comerciales que firmó Canadá. Se firmó por primera vez en 1997. El TLCAN fue en 1994. Antes estuvo el acuerdo comercial entre Canadá y Estados Unidos en 1988. El acuerdo de libre comercio Canadá-Israel no es una excepción a la política, se trata de colonialismo. Y existe un marco económico similar en ambos lugares. Aunque las economías del Estado colonial israelí y del Estado colonial canadiense son diferentes, existe el mismo marco de “destino manifiesto” que es fundacional en ambos lugares: el “fronterismo” —este concepto del imaginario político modelado por la expansión, por la innovación, esta suerte de palabras de moda hoy en día. Tenemos que reflexionar críticamente sobre esto porque, si pensamos en la celebración del sector tecnológico israelí, ya vimos las ramificaciones de lo que esto significa a través del escándalo del software espía Pegasus. Eso es sólo un ejemplo. Es decir, hay toda una plétora de organizaciones tecnológicas, compañías relacionadas con el establishment de seguridad del Estado israelí que desempeñan un papel a nivel internacional.

Hablando de corporaciones, las compañías canadienses también han sido bastante agresivas en todo el mundo, en términos de inversión, y en el modo en que demandan a los países en los tribunales de arbitraje, en especial a los países del Sur Global. Para mí, esto también es un legado directo de la historia colonial de Canadá. La renegociación del TLC Canadá-Israel es sólo un paso más, ¿no?

Un acuerdo comercial como el TLC Canadá-Israel está diseñado para apoyar a esas corporaciones. En concreto, ese acuerdo gira en torno al sector tecnológico y la innovación. A la innovación se le ha dado este giro positivo. Pero, ¿qué significa la innovación si estamos hablando de trabajar con un gobierno que respalda a corporaciones que están involucradas en proyectos como el programa espía Pegasus? Esto no tiene explicación. Si pensamos en la parte canadiense de este acuerdo comercial, no es una excepción. Lo que quiero decir es que no sorprende que el gobierno canadiense quiera comprometerse con el Estado israelí en este acuerdo comercial, dado que todo el marco de identidad de Canadá, política y económicamente, está también enraizado en ese expansionismo innovador de un marco colonial. Está arraigado en las concepciones europeas occidentales del tiempo y la historia. Las regiones occidentales del así llamado Canadá siguen siendo objeto de disputa, si pensamos en la nación shuswap, la nación wet’suwet’en y muchas otras comunidades originarias que hoy en día siguen cuestionando la propia esencia y existencia del Estado canadiense. Pero creo que esto demuestra la vulnerabilidad del proyecto colonial canadiense porque, de manera muy esencial, la economía de Canadá está arraigada en la explotación de los recursos naturales de las tierras indígenas y enormes secciones de la Columbia Británica. No hay ningún tratado para esas regiones, ¿verdad? Así que Canadá está negociando estos acuerdos comerciales internacionales sin tener realmente un marco legal para su propia existencia sobre un montón de territorios que dice ser parte de Canadá. Por eso Canadá está tan asustado por las protestas indígenas.

Un ejemplo particular que me pareció interesante en tu artículo es el hecho de que, en el acuerdo de libre comercio entre Israel y Canadá, no hay distinción entre los productos israelíes que se producen en Israel y los que provienen de los asentamientos en Palestina. ¿Es algo nuevo que surgió en la renegociación?

Por desgracia, no. El acuerdo nunca hizo diferenciación alguna. Si miras en la página web de Asuntos Exteriores de Canadá, este país no reconoce la legitimidad de los asentamientos coloniales israelíes dentro de la Palestina ocupada; es decir, obviamente están violando de un montón de marcos legales internacionales, siendo la Convención de Ginebra uno de ellos. Por lo tanto, hay una contradicción en la política canadiense, donde Asuntos Exteriores articula como ilegales estos asentamientos israelíes y la producción económica que ocurre dentro de ellos. Pero el acuerdo comercial no diferencia entre lo que se produce en estos asentamientos coloniales y lo que se consideran las fronteras propias de Israel anteriores a 1967 (que se establecieron después del despojo del pueblo palestino que ocurrió en 1948 y antes de la ocupación de Cisjordania, que ocurrió en la guerra de 1967). El acuerdo comercial en sí mismo es muy cuestionable, y muestra mucha de la hipocresía del gobierno liberal canadiense. Ese tipo de intencionalidad es importante. La imagen es una cosa, pero el proceso y los detalles legales son otra.

Y Canadá puede manipular su imagen para impulsar otros acuerdos comerciales, como hizo con el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Canadá (CETA).

La cruda realidad del acuerdo bilateral de comercio con Israel, y el modo en que viola la ley de derechos humanos y la propia política de Canadá, se contradice. Configura la visión corporativa y colonial que es el núcleo de la política comercial canadiense. No podemos distinguir entre los intereses de Canadá como fuerza colonial, su política hacia los pueblos originarios al interior de Canadá, y cómo eso se manifiesta internacionalmente con los acuerdos comerciales corporativos. Cuando observamos las negociaciones contemporáneas de otros acuerdos comerciales, como los que se están llevando a cabo ahora mismo entre Canadá y la zona de la ASEAN, y entre Canadá e Indonesia, pensamos en el papel de las corporaciones mineras y la producción industrial. Ahí hay una violencia profunda. Estos acuerdos comerciales facilitan la inversión de las empresas e impulsan marcos donde no se respetan los derechos laborales ni se protege el medio ambiente. Así que no son excepciones. Estos acuerdos comerciales son una manifestación de la política colonial a nivel internacional. Y el gobierno de Canadá impulsa esto. El acuerdo comercial entre Canadá e Israel es sólo un ejemplo de este proceso más amplio de expansionismo colonial que está en el punto de origen de la institución canadiense como Estado, porque comenzó como una corporación.

En 2021, una carta de varios movimientos y activistas canadienses pidió el fin del acuerdo de libre comercio entre Israel y Canadá. La verdad es que es bastante difícil sensibilizar a algunos movimientos sobre estas cuestiones. ¿Qué crees que se podría hacer para mejorar la comprensión de las cuestiones relacionadas con el comercio?

Tenemos que situar y entender la política comercial como una manifestación de intereses políticos y económicos más amplios. Estas políticas son básicamente una manifestación de los sistemas de violencia más amplios que los movimientos sociales critican. Son un mecanismo. Bilaterals.org. es un recurso importante porque hace un seguimiento de estos acuerdos comerciales. El Canadian Centre for Policy Alternatives de Canadá hace un seguimiento de las negociaciones de los acuerdos comerciales de Canadá, por ejemplo, y realizan un importante trabajo en este frente. Incluso el Relator Especial de la ONU sobre los Derechos Humanos en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza, Michael Lynk, ha escrito] y hablado en Naciones Unidas sobre el acuerdo comercial entre Canadá e Israel. Lo que intento decir es que las cuestiones son muy amplias. Pero creo que una cosa que une muchos de estos puntos es que no podemos desvincular los acuerdos comerciales de las críticas más amplias al militarismo, de las violaciones a los derechos humanos o de la degradación del medio ambiente. Los acuerdos comerciales son los mecanismos técnicos a través de los cuales se insertan los procesos legales coloniales para controlar territorios, tierras, recursos y mano de obra. Son los mecanismos, los engranajes de ese proceso. Tenemos que entender que estos sistemas de control político y violencia colonial no se producen sin más. Hay mecanismos a través de los cuales se manifiestan y los acuerdos comerciales son esenciales en el funcionamiento mecánico del sistema económico colonial.

Photo: Hudson’s Bay Company on Cordova Street 1888 or 1898 (by Vancouver 125 / CC BY 2.0)
source : bilaterals.org

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