Latinoamérica frente al CPTPP y el RCEP: ¿espectadores del multilateralismo?

Por Gwendolyn Ledger | Enero 2022

Latinoamérica frente al CPTPP y el RCEP: ¿espectadores del multilateralismo?

Uno ya tiene tres años de existencia y el otro empezó a regir hace pocos días. Uno integra en sus filas a naciones latinas y el otro posibilita comerciar a Latinoamérica con el sudeste asiático como un bloque. Estos dos macro tratados posicionan al Asia Pacífico como la zona comercial más activa del mundo, cimentando la presencia comercial de China y dejando a Estados Unidos prácticamente al margen. ¿Qué se gana -y qué se pierde- con estos acuerdos en nuestro continente?

El día de año nuevo de 2022, el puerto de Hainan en China anunció que había comenzado a procesar mercancías en el marco del acuerdo de libre comercio de la Asociación Económica Integral Regional: RCEP, por sus siglas en inglés.

Con este esquema, y bajo la atenta mirada de medios estatales, la firma Hainan Yanghang Industrial Company exportó un lote de sulfato de aluminio por cerca de US$ 7.260 a Japón con cero aranceles y reducciones de impuestos por US$ 364.

Es uno de los mucho resultados tangibles del RCEP, el acuerdo comercial firmado por quince países de Asia y el Pacífico en noviembre de 2020, que incluye a 10 naciones miembros de la ASEAN –Indonesia, Brunéi, Camboya, Vietnam, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur y Tailandia– más cinco de sus socios comerciales más importantes: China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.

Juntos, estos países concentran 2.270 millones de habitantes, y un PIB bruto de US$ 26 billones, con exportaciones totales de US$ 5.200 billones, lo que representa un 30% del comercio global.

Lo relevante es que, como destacó el Ministerio de Comercio de China, más del 90% de los bienes comercializados entre los signatarios del RCEP eventualmente lograrán aranceles cero.

Justo antes de fin de año, Ren Hongbin, viceministro de Comercio chino dijo que su país estaba listo para cumplir una serie de 701 obligaciones legales que pide el acuerdo; abriendo más de 22 servicios, los que se añaden a los 100 sectores que comprometió abrir Beijing cuando ingresó a la Organización Mundial de Comercio (OMC), hace dos décadas.

“La implementación del RCEP marca una nueva era dentro [del proceso] de apertura de China”, dijo Ren citado por la agencia de noticias china, Xinhua.

Pero, por sobre las consideraciones económicas, el RCEP, además, es un triunfo político y estratégico de China, dicen analistas.

“Esta es una prueba para China de [demostrar] que es un país que está por el multilateralismo y por la liberalización comercial, y le sirve políticamente para decir ‘nosotros defendemos algunos elementos del liberalismo [comercial] de la posguerra en mayor proporción que el propio fundador, que es Estados Unidos’”, explica a AméricaEconomía Farid Kahhat, profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y analista internacional.

La paradoja, señala Kahat, es que con el RCEP por primera vez China firma un acuerdo multilateral, porque hasta ahora solo ha tenido bilaterales.

Por otra parte, el acuerdo tiene la virtud de congregar en un solo bloque a países que tradicionalmente no se hubieran sentado a negociar, como Japón, Corea del Sur y la misma China.

“Por razones históricas –guerras, invasiones– nunca fue posible que Japón hiciera un acuerdo de libre comercio con Corea, o Japón con China, o China con Corea. Entonces este acuerdo, que involucra a más actores, aminora esa sensibilidad político-histórica […] y posibilita entonces que ellos hagan este acuerdo de libre comercio. Yo diría que en ese núcleo está el gran valor que tiene el RCEP”, comenta el chileno Alejandro Jara, abogado especializado en comercio internacional y ex director general adjunto de la Organización Mundial del Comercio.

De todos modos, el RCEP no sería, a juicio de Kahhat, tan espectacular como se le ha promocionado, porque, a pesar de que los países que lo integran representan el 30% PIB bruto global, “el 83% del comercio involucrado en el RCEP es comercio que ya estaba regulado por algún otro tipo de acuerdo. En realidad […] en materia de crear nuevo comercio, va a existir muy poco avance”, considera el académico.

Además, podría llegar a ser un arma de doble filo para los países firmantes.

“[Al RCEP] lo veo compitiendo con la ASEAN, [bloque] que hoy mantiene el debate de ser o no una unión aduanera, y que ha buscado desarrollar herramientas como el arancel externo común pero sobre todo una moneda en común. Pero dado que el proyecto de unión monetaria se estancó, ahí es donde China salió a conquistar mercados y aprovechó el RCEP. Ese es el punto inicial, obviamente los temores de China ante una sola moneda en el Asia era algo que podría haberle hecho un efecto muy fuerte y creo que China no estaba preparada para eso. Entonces, China es el que domina, de una u otra manera, el acuerdo [del RCEP]”, agrega Juan Carlos Ladines, profesor en la carrera de negocios internacionales en la Universidad del Pacífico, en Perú.

LATINOAMÉRICA Y EL RCEP

Aunque el acuerdo ya entró en vigor, pues lo han aprobado 11 naciones, aún resta la ratificación de países como Filipinas, Malasia, Myanmar e Indonesia, la cuarta nación más poblada del mundo, que ha anunciado que lo haría durante el primer trimestre de este 2022.

Dado que naciones latinoamericanas como Chile, Perú, México, Colombia o Ecuador tienen una fuerte relación comercial con las naciones asiáticas del bloque RCEP, el impacto en nuestro continente podría ser importante, pero aún no se ve del todo claro.

“Por nuestra parte es un acuerdo complicado […] las partes avanzan hacia la liberación, son procesos de desgravación arancelaria, una desmantelación de los derechos de aduana gradual, y cada país, por lo tanto, con una lista de desgravación. Así que puede que un país desgrave sus aranceles a una velocidad con uno y a otra velocidad con el otro. Entonces esto va a ser un puzle para los operadores, los agentes privados”, teoriza Jara.

La tesis es que, al potenciar el comercio dentro de Asia, el RCEP podría restarles cierta competitividad a los productos latinoamericanos.

“Pero el impacto va a ser diferente según el país del que se trate, porque por ejemplo Chile, que tiene una red de acuerdos de libre comercio con casi todos esos países, está en muy buena posición porque está con la cancha pareja. No obstante, Chile no va a poder aprovechar el RCEP porque no es miembro y porque no va a ser parte de esas cadenas globales de valor fundadas en estas facilidades de libre comercio que tiene. Pero Chile pierde menos, si se quiere, de lo que pierden Brasil, Argentina, Uruguay”, reflexiona Jara. Una situación que también se ve plausible para Perú.

“Tenemos [los acuerdos bilaterales] de Tailandia, Malasia, Corea del Sur, Japón y China; ahí están las economías más importantes. Se está negociando [un TLC] con la India, y Perú recién está mirando a Australia y Nueva Zelanda como una oportunidad. Entonces, ha habido un espacio en el cual se ha permitido el desarrollo de exportaciones dentro del contexto bilateral, pero no con el objetivo de entrar a un acuerdo regional y el RCEP lo veo como una cosa más para los asiáticos”, agrega Ladines.

Algo muy distinto de lo que piensa el académico uruguayo Ignacio Bartesaghi, Doctor en Relaciones Internacionales y director del Instituto de Negocios Internacionales de la Universidad Católica del Uruguay.

“Los países que integran el RCEP lideran el crecimiento económico mundial y poseen una enorme clase media con poder de consumo que cambia aceleradamente sus hábitos alimenticios y adquiere alimentos procesados de alto valor agregado, además de servicios y la utilización muy intensiva del comercio electrónico”, enuncia Bartesaghi.

Las oportunidades clásicas de comercio con el bloque suelen identificarse en los productos primarios y manufacturas de origen agropecuario, como carne, semillas oleaginosas, madera y lácteos, para el caso de Uruguay, que ya los exporta a China. “Pero una visión más activa sobre los beneficios del RCEP podría impulsar a empresas [uruguayas] a invertir en la región para producir y comercializar alimentos de Asia Pacífico o para asociarse con empresas locales”, afirma el académico.

LAS DUDAS DEL CPTPP EN CHILE, MÉXICO Y PERÚ

Si bien el RCEP tendrá cierto impacto en naciones latinoamericanas, es en el terreno de acción del Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP) donde los países latinoamericanos tienen más que ganar. O perder.

Uno de esos es Chile, país que junto a Japón fue uno de los responsables de reflotar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) como CPTPP tras la salida de Estados Unidos y en cuya capital se selló el acuerdo definitivo, en marzo de 2018, con presencia de la entonces presidenta Michelle Bachelet y varios representantes de las 11 naciones involucradas: Australia, Canadá, Japón, México, Nueva Zelanda y Singapur, que lo ratificaron ese mismo año, a los cuales luego se sumaron Vietnam en 2019 y Perú en 2021.

Actualmente el área de influencia del CPTPP, o TPP11, concentra una población de 512 millones de personas (7% de la población mundial) y representa el 12% del PIB global y la alianza busca rebajar las barreras comerciales, establecer un marco común de propiedad intelectual, reforzar los estándares de derecho del trabajo, derecho ambiental y establecer un mecanismo de arbitraje de diferencias.

A pesar de los intentos del presidente Sebastián Piñera por ratificarlo, y así dejarlo como un legado de su gobierno, el Senado chileno aún no ha aprobado el acuerdo –es uno de tres países que aún no lo hace, junto a Brunéi y Malasia– y no se prevé que con la llegada de nuevas autoridades esta situación cambie, ya que una de las banderas de lucha del estallido social chileno de 2019 fue un llamado popular a no permitir la vigencia del tratado, bajo temores de pérdida de soberanía y protección ambiental que, en su momento, hasta el premio Nobel Joseph Stiglitz cuestionó. Una decisión que para Jara es inexplicable.

“El CPTPP mejora el acceso para más 3.200 productos chilenos [al mercado de los países firmantes], en los que tenemos una capacidad exportadora y tenemos la experiencia: carne bovina, carne de cerdo, productos lácteos, salmón, cítricos, tableros de madera, vinos, jugos de fruta, miel pasta de tomate y un largo etcétera”, destaca Jara.

La preocupación para el abogado es que muchos de estos productos también se producen en otros países del CPTPP, como Perú o México. “Y ellos van a tener ahora, para estos productos, mejores condiciones de acceso que las que tiene Chile actualmente”, lamenta.

“Además, el acuerdo abre el mercado de las compras públicas, que no están en los tratados bilaterales que tenemos con Malasia, Vietnam y México. Nuevamente, es una oportunidad de acceso que se está desechando. Y lo tercero es que, dentro del CPTPP hay una sola norma de origen ahora, entre los países que comercian, y con esa acumulación de origen las oportunidades que se nos abren son muchísimas […] el tratado hace eso de una plumada”, reafirma Jara.

Y respecto de la pérdida de soberanía o la imposición de leyes favorables a transnacionales, el abogado experto en comercio es enfático: implementar el CPTPP en Chile no supone modificar ninguna ley nacional.

“No hay nada en el texto que implique que vayamos a tener más o menos obligaciones ambientales o laborales, sociales, y en materia de inversión extranjera sigue igual que hasta ahora. No tenemos ninguna obligación adicional. Más bien yo diría que el lenguaje mismo [del acuerdo] en materia de inversión extranjera, es más favorable bajo el CPTPP que bajo los acuerdos bilaterales que tenemos, en el caso que haya alguna controversia”, enfatiza Jara, quien sí reconoce que el tenor del acuerdo era otro cuando estaba Estados Unidos en el horizonte.

“Efectivamente, Estados Unidos exigió en el TPP original que hubiese ciertas disciplinas, sobre todo en materia de propiedad intelectual y medicamentos, que para algunos países iba a ser más difícil que para otros implementar. Para Chile yo creo que no iba a ser tan dramático […[], pero como Estados Unidos no entró, esas obligaciones quedaron suspendidas, así que no existen”, recalca Jara.

Al cumplir tres años de vigencia de su puesta en vigor, la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales (SUBREI), dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, difundió una serie de impactos positivos del CPTPP para las exportaciones de los países que ya lo aprobaron.

Ahí se destaca, por ejemplo, un aumento del 16% en las exportaciones australianas a Canadá de 2021 con respecto a 2018, gracias a mayores ventas de plata, carne de bovinos, espumantes, carne de ovino, maquillaje, medicamentos, queso, máquinas para la minería, uvas y mandarinas.

Un impacto que la entidad estatal correlaciona directamente a los beneficios del TPP11. “Si no existiera el acuerdo, la carne de bovinos australiana debería pagar un arancel del 26,5% para su ingreso a Canadá: gracias al acuerdo el arancel cae a 8,5% llegando a 0% en un plazo de once años desde la entrada en vigor”, destacan en Subrei.

Del mismo modo, y para los mismos periodos, señalan un aumento del 13% en las exportaciones canadienses a Japón, comparando además que Canadá ingresa hoy con arancel de 12,5% a ese país, cifra que llegará a 0% en 2025. Mientras que Chile paga 25,5% por no estar en el bloque aún.

En el caso de Perú, nación que sí ratificó el ingreso al CPTPP, Juan Carlos Ladines tiene un optimismo con reparos.

“¿Vamos a lograr más comercio? Sí, no te lo podría negar. ¿Vamos a afianzar más comercio sobre la base de lo que hemos desarrollado? También. Pero la pregunta [para mí] es ‘¿vamos a mejorar la calidad de nuestro comercio?’ Y ahí el Perú sí que está en una posición [donde], con la evidencia de la serie de bilaterales que tiene, no ha visto una mejora significativa. Creo que sí hubo un salto con las agroexportaciones, pero seguimos todavía siendo parte inicial de la cadena”, reconoce el académico.

Ladines considera que Perú y Chile no han dado el salto hacia otras oportunidades, más allá de exportaciones primarias.

“Siendo el CPTPP [un acuerdo para] la Cuenca del Pacífico, ¿por qué no se han desarrollado otras oportunidades en sectores de tecnología de servicios? Se ha visto muy poco en esa línea y ese sector es el que impacta con mayor significancia en calidad de mano de obra en la mejora de valor agregado”, argumenta Ladines.

Para el caso de México, las señales son contradictorias.

Si bien hay consenso en afirmar que cambia el panorama para el país de manera favorable con el acceso a nuevos mercados, porque elimina o reduce las barreras arancelarias en seis nuevos países y profundiza los beneficios que ya tiene en naciones con los que ya ha firmado un tratado, no todos están seguros de que los beneficios sean amplios.

El académico e investigador mexicano Renato Balderrama, director del Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad Autónoma de Nuevo León justamente realizó un estudio sobre el entonces TPP para el Pudong Institute for United States Studies (PIUSE), un think tank chino cuyo objetivo es estudiar a Estados Unidos. Al hacerlo, se dio cuenta de que ganaba mucho más Estados Unidos que su país.

“La verdad es que durante mi investigación busqué cosas como los impactos sobre el empleo y otros sectores. El discurso de los funcionarios [de gobierno] era que a México le convenía mucho y vería un aumento de la inversión, pero ¿Dónde estaba ese estudio económico? Nadie me mostró nada. Todavía con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hubo foros, voces que levantaron su voz en contra, se tomó en consideración sus quejas, pero no para el TPP”, reclama el académico.

Finalmente, la salida de Estados Unidos del acuerdo cambió las cosas, reconoce el investigador.

“Pero ya se habían gastado muchos recursos en la negociación y Japón pone el pie diciendo que les interesa [proseguir con el tratado], porque lo ve como espacio para llegar a Latinoamérica, así que se continúa con los [países] que ya hay. Pero también es la forma de Japón de decir a los demás socios [del acuerdo] que no se van a comprar el conflicto de Trump. Era también un tema geopolítico para ellos”, explica Balderrama.

Así las cosas, la visión negativa del académico de la Autónoma de Nueva León concluye que el acuerdo, tal como se firmó y rige hoy, beneficiará más a naciones asiáticas, como Vietnam o Malasia, que a su propio país.

“La diferencia de esos países con México es que ellos definieron una política industrial. Ya no son maquiladores: ya están creando industria propia, patentes propias. En nuestra cadena industrial y textil el peligro ya no es China. Son Malasia y Vietnam los que nos van a matar”, puntualiza.

MERCOSUR SI, MERCOSUR NO

Pero si la cosa está ambigua para las naciones que miran al Pacífico, para las naciones latinoamericanas de la costa atlántica el panorama no se ve nada bien con un CPTPP, dicen los entrevistados.

“Para naciones como Chile, Perú, México y Colombia, no es tan grave quedar fuera de este fenómeno global porque tienen una gran cantidad de países con los que tienen acuerdos comerciales”, sincera Ignacio Bartesaghi. “Sí pierden el upgrade de ir más allá en normas de última generación, donde lo que se gana es ponerse de acuerdo con las mejores economías del mundo porque en el CPTPP está Japón y captó la atención de China, de Reino Unido, de Taiwán…hay cola para ingresar”, destaca.

Efectivamente, además de China, Reino Unido, Corea del Sur y Tailandia, han formalizado o manifestado su interés por ser miembros plenos de este bloque. Según estimaciones de The Economist, basados en cálculos del Peterson Institute for International Economics (PIIE) solo con el ingreso de China el nivel de negocios para los países miembros del CPTPP se incrementará en más de US$ 632.000 millones, provocando un aumento de, al menos, el 1% del PIB de los países miembros.

Subrei destaca también que, frente a una eventual incorporación de China y el Reino Unido al TPP11, el tamaño del bloque será equivalente al 30% del PIB global, con un total de 1.983 millones de habitantes, generando un mercado ampliado equivalente al 25% de la población mundial.

Ante eso, el académico de la Universidad Católica del Uruguay confirma que los Estados que se verán afectados negativamente serán aquellos que no tengan una apertura profunda en acuerdos comerciales.

“Es el caso del Mercosur, donde el impacto del CPTPP y el RCEP es mucho mayor, porque en Mercosur no tenés ningún acuerdo vigente con una economía del Asia Pacífico, que es la zona del planeta más dinámica y es donde se están dando todas las transformaciones”, indica el académico uruguayo.

Para él, que los países de la Alianza ya tengan vínculos con esta zona del mundo hace que el impacto del CPTPP sea mucho menor. “Incluso para Chile, que no lo ha ratificado, pues ya tiene acuerdos con todos sus integrantes, prácticamente. El impacto mayor es en el Mercosur porque mientras México, Chile, Perú están viendo la película, Mercosur está haciendo la fila para comprar la entrada para ver la película… entonces, el impacto es muy fuerte porque cuando tú llegas tarde a estas negociaciones, eres un tomador de normas o sea tendrás que aceptar las normas que te impongan”, lamenta.

De acuerdo con Bartesaghi, no es que a Mercosur le falten ganas de abrirse a más bloques comerciales.

Hoy el Mercosur tiene cuatro negociaciones en curso: Canadá, Corea del Sur, el Líbano y Singapur y ha finalizado sus estudios para un pacto con la Unión Europea. “Pero el pacto [con la UE] está totalmente estancado por problemas medioambientales, casi hay que hacer una nueva negociación, porque como está, el parlamento europeo no lo va a aprobar”, reconoce Bartesaghi.

“Y la grave realidad es que estos mega bloques se siguen constituyendo y parte de América Latina esté por fuera. Chile se puede dar el lujo de cuestionar si se suma, pero Uruguay, Brasil, Argentina, Paraguay no […]. Estamos llegando muy tarde a esta realidad del Siglo XXI”.

De todos modos, Bartesaghi hace una diferencia con respecto a su país natal, aclarando que Uruguay sí tiene la intención de abrirse –de hecho, la nación evalúa un TLC con China– pero son los dos países más grandes del bloque los que inclinan la balanza.

“Brasil se da cuenta que está por fuera del comercio mundial y que tiene que abrirse al mundo para formar parte de las cadenas globales de valor. Se da cuenta de que paga una enormidad de aranceles en agrobusiness, que tiene cierta industria competitiva a nivel global que podría tener oportunidades, que hay un factor de servicio relevante que puede jugar un rol. Pero todavía tiene ese proteccionismo clásico brasileño y yo creo que el problema está en Argentina, que es uno de los países más proteccionistas del mundo”, termina el uruguayo.

ESTADOS UNIDOS, EL GIGANTE AUSENTE

El consenso entre los entrevistados es que, si el RCEP ya es un vuelco a favor de China en la región del Asia Pacífico, consiguiendo que sus vecinos que han sido aliados tradicionales de Washington se integren en un solo bloque comercial, lo que ha pasado con el CPTPP –que se cerró sin Estados Unidos– es un golpe a la política internacional del país norteamericano.

Y que China esté pidiendo ingresar a este bloque, añade sal a la herida.

“Es un éxito diplomático de China que el RCEP haya entrado en vigor y confirma el tremendo error de Trump de retirarse del TPP hoy CPTPP”, afirma Bartesaghi.

En efecto, el académico uruguayo recalca que desde fines de los 80 todos los gobiernos estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, tuvieron una participación muy fuerte en Asia Pacífico, especialmente con Japón, Corea del Sur y con el foro de APEC.

“Obama ideó el TPP como golpe maestro a China. Pero después Trump borra con el codo el trabajo de décadas en el sudeste asiático, porque también Trump se aleja de Japón y Corea y no tiene estrategia con Asia Pacífico. Entonces ahora China, por partida doble, mueve el tablero con el RECEP y al querer ingresar al CPTPP ha dado una jugada clave”, especifica Bartesaghi.

Lo cierto es que, además, Estados Unidos no está dando señales de querer volver al CPTPP.

“Ha dicho que contempla la posibilidad, pero no ha iniciado ninguna acción concreta”, recuerda Kahhat, quien resalta que es paradójico que los países del Indo Pacífico en materia de seguridad tengan acuerdos con Estados Unidos y en materia de comercio tengan acuerdos con China.

“Me parece que [estas demandas estadounidenses] tendrán una corta vida. Como decimos acá en Uruguay, son ‘manotazos de ahogado’, acciones exageradas de un vaivén que demuestra que [Estados Unidos] está cometiendo errores relativamente importantes en su relación con China con movimientos muy riesgosos […] y una presión de someter a los aliados al argumento ‘estás conmigo o con China’”, agrega Bartesaghi, recalcando que, de las dos potencias, es China quien muestra mayor claridad en su política internacional y logra mostrar éxitos que Biden no puede.

“Biden no ha logrado reflotar el tratado trasatlántico con Europa, tampoco logra un TLC rápido con Reino Unido y deja a China muy cerquita de querer tomar ese camino (…) cumpliendo sus objetivos, porque a la hora de la verdad ni Japón ni Corea del Sur le dijeron que no al RCEP. Esa es la realidad”, reflexiona el académico uruguayo.

El problema es que hoy Biden, como Trump, está usando un garrote y no una zanahoria con los países de estos bloques, consideran los analistas.

“Si a los acuerdos de seguridad, que para decirlo claramente son para coordinar la amenaza que podría representar China, [Estados Unidos] le sumara acuerdos comerciales tendría una posición negociadora sólida. Pero dadas las circunstancias, la mayoría de los países del océano Índico y el Pacífico Occidental, pero también países como Chile y Perú, dependen ya económicamente más de China. Y si Estados Unidos solo les ofrece acuerdos de seguridad y les exige disminuir su relación económica con China, para mí no es tan claro que, por mucho que estos países tengan en común [con Washington] ideas o principios como la defensa de la democracia y los derechos humanos, vayan a renunciar a los acuerdos económicos con China para ceder a la presión de Estados Unidos”, concluye Farid Kahhat.

source : América Económica

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