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Otra vez la amenaza de importación

Otra vez la amenaza de importación

Por

Pedro López Juiz

No hay cereal más polémico que el arroz en el Ecuador. Uno de los elementos básicos de la canasta básica, esta gramínea se percibe como medidor del bienestar de la nación, pero por razones equívocas. Cuando su precio revolotea por los suelos, los ciudadanos se regocijan por el buen precio y piensan que el Paraíso yace al doblar de la esquina. Cuando el precio sube, los consumidores injurian a los “especuladores” y amenazan, por la subida del costo de la canasta básica, al Presidente de la República de turno con mandarlo a su casa. Y el Presidente también increpa contra los fantasmales “especuladores” sin jamás ponerles nombre o apellido. Como los ciudadanos consumidores son indudablemente mayoría y, por lo tanto, significan una bonanza de votos en las urnas, los productores de este imprescindible alimento quedan relegados al statu de meros espectadores, a pesar de ser los verdaderos actores heroicos en este melodrama, los que más sufren, los que más riesgos toman en todo sentido de la palabra “riesgos”, riesgos de picaduras de culebras y mosquitos vectores del dengue y el paludismo, riesgos de ser inundados por un desbordado, iracundo río o de ser devastados por una sequía marciana implacable, riesgos de un estrepitosa caída de precios causada por una sobre-producción o un manejo de compras hábil por parte de los comerciantes (“estamos comprando sólo arroz viejo ahora; el fresco no nos interesa por el momento”), por arroz y subproductos de ese cereal contrabandeados e importados deslealmente del país vecino del sur, por la caprichosa y ambigua imposición de precios oficiales, por la descabellada prohibición a la exportación al país vecino del norte, y por la espástica amenaza de importaciones de arroz foráneo (incluyendo, aquí sí, nombre y apellido: Uruguay o Estados Unidos). Éste panorama vive a diario el arrocero, quien alimenta la nación y de retorno recibe desprecio, ingratitud y traiciones.

Entonces, la pregunta del nuevo siglo: ¿Seguiremos cargando la cruz del arroz y la seguridad alimentaria sobre nuestras azotadas y extenuadas espaldas, hasta que algo se rompa, o nuestros bolsillos o nuestro espíritu? O, actuando más inteligentemente, más a tiempo, ¿comenzaremos nuestras lenta pero pertinaz salida del sector hacia otros rubros, de perfil bajo pero de alta rentabilidad, para recibir el caluroso pero sospechoso abrazo de la CORPEI, bastión de los “aniñados” o “pelucones”, quien nos dará la bienvenida empapada en hipocresía al mundo de la agro-exportación? Antes, cuando pasaba por un lote de algún productor arrocero y veía que lo estaba convirtiendo a cultivo de cacao, debajo de mi aliento lo declaraba desertor y sentía una profunda tristeza. Ahora entiendo que fui injusto en mi forma de pensar. Al cambiar de rumbo en el sentido de cultivo, intentaba el valiente agricultor sólo escapar de la esclavitud moderna.

No obstante, para los que todavía estamos de este lado, amarrados al lodo y a los arrozales, no nos queda otra opción que seguir peleando como gato en saco, diciendo la verdad, señalando las injusticias, la última de las cuales es la apresurada y sospechosa declaración de una futura importación de arroz por parte del nuevo Ministro de Agricultura. Algo muy curioso es que el Ministro Walter Poveda anuncia ya los posibles países proveedores: Estados Unidos o Uruguay. Y además señala el mes de importación: mayo, precisamente el mes en que comienza la cosecha del arroz invernal. Esto produce varias lucubraciones. La primera tiene que ver con los proveedores. ¿Cómo así que ya lo han escogido? Es decir, los nuevos funcionarios del Ministerio de Agricultura ya han hecho sus tareas comerciales con esmero y han investigado las mejores posibilidades de importación con gran anticipo, a pesar de que aún no hay cifras actuales a nivel nacional con respecto a inventarios de arroz pilados y en cáscara, o inventarios de cultivos de arroz sembrados vigentes. La única cifra que da el MAG es la de 25,000 hectáreas de arroz perdido (una semana antes se hablaba de solamente 17,000 hectáreas), lo cual definitivamente no da la pauta para una declaración de planes de importación y mucho menos para la ejecución de la misma. Otra incógnita es cómo se llega a determinar que la importación sería de 100,000 TM. ¿Acaso la productividad arrocera en el Ecuador es de 4 TM por hectárea? Y ¿acaso esa merma no puede ser fácilmente recuperada en la siembra de verano? Por lo tanto, ¿en qué estudios técnicos específicos se basa esta cifra de 100,000 TM, astronómica para un país tan pequeño? Probablemente, en nada, puesto que sabemos que desde hace años el Ministerio de Agricultura fue destripado de sus mejores ingenieros agrónomos y fue reducido a cuerpo de bomberos apaga-fuegos, aunque ahora coquetea con producir un incendio y carbonizarse en sus llamas a causa de las insensatas declaraciones mencionadas.

El otro dato raro pero a la vez explicable es que el Ministerio de Agricultura importaría el arroz en cáscara. Y ¡que sorpresa que el Ministro actual es pilador y su círculo íntimo se compone de amigos piladores, un gremio de piladores, y comerciantes de arroz que pretende ser piladores sin serlos! Es decir, la importación viene tele-dirigida para la clase industrial arrocera para que procese el arroz en cáscara, le dé valor agregado, y lo comercialice, no sin que antes este grupo, estoy seguro, haya recibido unos robustos préstamos del CFN o del Banco de Fomento para esta gestión en beneficio de la “patria”. Mientras tanto los productores arroceros quedaríamos hechos pedazos con la competencia desleal en el momento más inoportuno, el mes de mayo cuando comenzamos a cosechar nuestra gramínea. ¡Qué genial! ¡Cuán fríamente calculado! El prematuro anuncio de la importación comienza a socavar los pilares de los precios nacionales. Entonces, tal vez ésa era la primera intención, golpear el precio del arroz a nivel nacional, debilitarlo, neutralizarlo o frenarlo para prevenir la afectación del costo de la canasta básica. Pero si bien es cierto que el consumidor se beneficia cuando desciende el precio de un alimento tan fundamental como el arroz, también lo es que el pilador recibe sus réditos cuando compra arroz “asustado” y barato, es decir, a la baja por la “psicosis” creada por el gobierno, para luego hacer su agosto a través de la especulación. En todo este sainete, hay sólo una verdad: el productor arrocero es el que siempre pierde o deja de ganar la justa tajada que le pertenece en virtud de esfuerzo y sudor.

Sin embargo, esta “importacioncita” no va a ser tan fácil. La situación mundial del arroz conspira en su contra. El Ministerio de Agricultura y Alimentos de la India está considerando imponer una prohibición a la exportación de arroz, con la excepción del arroz aromático Basmati, para asegurar la disponibilidad del grano en el mercado doméstico-la misma ley que decretó el Presidente de la República del Ecuador en contra nuestra el año pasado y que sigue en vigencia. El gobierno de la India también está estudiando una propuesta de incrementar el Precio de Exportación Mínimo de los arroces no-aromáticos más allá del precio actual de US $500 por TM ($22.72/quintal) de arroz pilado. El gobierno había fijado el Precio de Exportación Mínimo (PEM) en $500 por tonelada para arroz no-aromático para conservar inventarios de seguridad para el sistema de distribución pública así como para aguantar los precios domésticos ascendentes. A propósito, todos estos precios son FOB país de origen.

Por otro lado, los precios de arroz con el 5% de granos partidos de Vietnam están entre US $465 y 470 por TM ($21.13y 21.36) FOB Vietnam. Y el arroz con 5% de granos quebrados de Tailandia está entre US $475 y 485 por TM ($21.59 y 22.04) FOB Tailandia.
A todos estos precios hay que añadir costos de fletes marítimos, aranceles, desaduanización, y fletes internos. En pocas palabras, el producto no vendría al Ecuador regalado de afuera. A la vez hay que señalar que usualmente Vietnam y Tailandia ofrecen los mejores precios en el mercado mundial del arroz. Por esa razón, la suma de las exportaciones de arroz de Tailandia y Vietnam significa el 50% del comercio internacional de esa gramínea. Son los indiscutibles líderes en precios y volúmenes en el mercado mundial. Adicionalmente, todos los indicadores económicos apuntan a que el mercado internacional del arroz seguirá su tendencia alcista por largo rato.

Leía un interesante libro de Noami Klein titulado La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre, cuando de repente capté un paralelismo entre los recientes acontecimientos en el Ecuador y la tesis de esta brillante autora. Decía ella: “Así funciona la doctrina del shock: llámese golpe, ataque terrorista, colapso del mercado, guerra, tsunami o huracán-lleva a la población de un país a un estado de shock colectivo.” Y para dejar las cosas desnudamente claras, Klein pone dulcemente el dedo en la llaga: “La escasez de recursos y el cambio climático han abierto la puerta a una avalancha de nuevos desastres naturales, un desfilar permanente de apetitosas oportunidades de negocios: la ayuda humanitaria es un mercado emergente demasiado tentador como para dejarlo en manos de las organizaciones no gubernamentales.”

En criollo, diríamos: “En río revuelto, ¡ganancia de pescador!”


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