El desarrollo sostenible de la UE o “más CO2, es el libre comercio”
El desarrollo sostenible de la UE o “más CO2, es el libre comercio”
9-12-15
Durante esta semana y la siguiente se reúnen en París, por vigésimo primera vez, los dirigentes mundiales con el objetivo de alcanzar un acuerdo global que logre revertir el proceso de acumulación de CO2 y otros gases con efecto invernadero en la atmósfera, responsables últimos del cambio climático.
Los resultados de las 20 reuniones anteriores no invitan precisamente al optimismo. En primer lugar, los acuerdos alcanzados no han sido globales ni lo suficientemente ambiciosos, a tenor de las recomendaciones de los paneles de expertos en cambio climático. En segundo lugar, se ha confiado demasiado en los mecanismos de mercado para alcanzar dichos acuerdos, lo que ha dejado en papel mojado cualquier intento de hacer los cambios necesarios para evitar, o simplemente mitigar, el cambio climático.
En la reunión de París, la creciente movilización ciudadana mundial, exigiendo medidas urgentes, drásticas y vinculantes para cambiar las políticas que aceleran el cambio climático abren una ventana al optimismo. Muchas de esas voces, de manera cada vez más intensa también están pidiendo poner fin a tratados de libre comercio como el TTIP (entre la Unión Europea y Estados Unidos), CETA (entre la UE y Canadá), TiSA (tratado por la liberación de los Servicios Públicos entre 50 países) o el TPP (entre 12 países del Pacífico).
La relación es fácil de hacer. Es precisamente en lo referente a las políticas climáticas donde más claramente se puede observar la incoherencia de quienes defienden la liberalización comercial global a la vez que se enaltecen hablando de la lucha contra el cambio climático. No hay duda de que el comercio internacional genera más CO2. No hace falta ser un científico del IPCC para entender que un alimento que recorre miles de kilómetros, y tiene altos requerimientos de refrigerado y embalaje, genera más cambio climático que aquello producido a cortas distancias. Es una obviedad, que solo puede ser ocultada a base de mitología. En 2001, 5,3 de las 22 gigatoneladas de CO2 que se vertieron a la atmósfera provenían del comercio internacional[1]. Esta proporción muy probablemente haya aumentado, ya que los tratados de libre comercio suelen acarrear un aumento de las emisiones de los países, tanto si se cuenta solo el tejido productivo, como, y de manera más notoria, si se tienen en cuenta las emisiones incorporadas a los productos importados[2], especialmente en los países del norte[3][4]. Por ejemplo, las emisiones de CO2 incorporadas a las importaciones del Estado español en 2005, supusieron el equivalente al 29% de su producción[5].
Un reciente estudio de GRAIN[6] muestra las consecuencias climáticas del modelo agrario que fomentan los tratados de libre comercio: deforestación, un aumento de los monocultivos industriales (altamente consumidores de energía fósil) o el fomento de dietas que basadas en productos que emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero, como las carnes o los productos procesados. A modo de ejemplo, un estudio sobre una caja de cereales de desayuno encontró productos de más de 20 países de 4 continentes, emitiendo 264 g de CO2 por cada 100 g ingeridos[7]. Roza ya el absurdo que la distancia media recorrida por una fruta en los supermercados españoles supere siempre los 2000 Km[8], siendo el Estado español un país productor de fruta.
Por ello resulta totalmente hipócrita sentarse a negociar un acuerdo climático en París, a la vez que se negocian tratados de libre comercio. A mediados de octubre la Comisión Europea presentó la estrategia “Comercio para tod@s” (Trade for all)[9], en la que, mediante los tratados de libre comercio, pretendían “exportar” valores como el desarrollo sostenible. No contentos con exportar bienes y servicios, en el paroxismo del fetichismo de la mercancía, también pretenden exportar valores.
Esto solo se explica si la concepción de “desarrollo sostenible” de la Comisión Europea no pasa por evitar el cambio climático, algo que parece lo más verosímil, dado que en el capítulo sobre desarrollo sostenible del TTIP no hay ninguna mención a dicho problema. Algo que salta a la luz dada la magnitud del problema y cuando la propia comisión ha admitido que el TTIP supondría un añadido de 11 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera[10].
Lamentablemente, este tipo de estrategias de la Comisión Europea no es extraña ni nueva. Tras la retórica de sostenibilidad siempre ha sido un proyecto que ha fomentado el lucro de las elites económicas, a costa de los derechos de las personas y del medio ambiente.
La directiva de Calidad de los Combustibles es un buen ejemplo de ello. Dicha directiva era una pieza fundamental en la estrategia de reducir las emisiones de la Unión Europea, y pretendía discriminar a los combustibles fósiles más contaminantes, como las arenas bituminosas, cuyas emisiones son un 23% más elevadas que la del petróleo convencional. Pero la directiva nunca vio la luz fue bloqueada como consecuencia de las negociaciones de los Tratados de Libre Comercio con Canadá y EEUU[11].
De la misma manera, la Unión Europea ha aprovechado las negociaciones del TTIP para solicitar a Estados Unidos un aumento de las exportaciones de gas de esquisto[12]. Actualmente las exportaciones estadounidenses de gas deben ser evaluadas y se autorizan con cuentagotas, obstáculo que podría ser salvado con el TTIP si el tratado incluye, como pide la UE, una cláusula por la que el Gobierno estadounidense estaría obligado legalmente a aprobar automáticamente las exportaciones sin ni siquiera evaluar su impacto.
Con todo, la UE sigue apostando por un modelo caduco, que no tiene en cuenta el cambio climático y que pretende apuntalar la dependencia de la energía fósil. Un modelo que demuestra el servilismo a los intereses de las elites comerciales de unas pocas empresas, entre las que destacan el lobby petrolero, que está haciendo lo posible por evitar una muy necesaria transición energética para combatir el cambio climático. Son precisamente esas corporaciones las principales responsables del cambio climático (90 empresas son responsables de 2/3 de las emisiones de históricas de gases con efecto invernadero a la atmósfera)[13]. Y por ello en París, seguimos oponiéndonos a los tratados de libre comercio y al poder corporativo.
[1] Peters y Hertwich, 2008. CO 2 Embodied in International Trade with Implications for Global Climate Policy. Environmental Science & Technology, 45, 1401, 1407.
[2] Peters, Davis y Andrew, 2012 . A synthesis of carbon in international trade. Biogeosciences, 9, 3247-3276.
[3] Zhang, Peng y Sun, 2015. CO2 emissions in the global supply chains of services: An analysis based on a multi-regional input–output model. Energy Policy 86, 93-103.
[4] Carvalhoa, Santiagoa y Perobelli, 2013. International trade and emissions: The case of the Minas Gerais state — 2005. Energy Economics, 40, 383-395
[5] Gemechu, Butnar, Llop Llop, Sangwong y Castells i Piqué, 2013. CO2 emissions embodied in international trade: A multiregional Inputoutput model for Spain (No. 2072/212195).
[6] GRAIN, 2015. Los tratados de libre comercio impulsan el cambio climático: el factor alimentario. En https://www.grain.org/article/entries/5319-los-tratados-de-libre-comercio-impulsan-el-cambio-climatico-el-factor-alimentario
[7] Jeswani, Burkinshaw y Azapagic, 2015. Environmental sustainability issues in the food-energy-water nexus: Breakfast cereals and snacks. Sustainable Production and Consumption 2, 17-28
[8] http://www.ballenablanca.es/la-fruta-mas-viajera-nueva/
[9] http://trade.ec.europa.eu/doclib/press/index.cfm?id=1381
[10] http://trade.ec.europa.eu/doclib/docs/2013/march/tradoc_150759.pdf.
[11] Flues, 2014. Tratos Sucios. Amigos de la Tierra Internacional, Transport & Environment, Greenpeace, Sierrra Club, Council of Canadians y Ecologistas en Acción. http://www.ecologistasenaccion.es/article28345.html
[12] https://www.washingtonpost.com/blogs/wonkblog/wp/2014/07/08/could-a-trade-deal-lift-the-u-s-longstanding-ban-on-crude-oil-exports-europe-thinks-so
[13] Heede, 2014. Tracing anthropogenic carbon dioxide and methane emissions to fossil fuel and cement producers, 1854–2010. Climatic Change, 122, 229-241.