"Las resistencias europeas al acuerdo UE-Mercosur pueden caer"
Por Andrés Actis | 17-3-23
"Las resistencias europeas al acuerdo UE-Mercosur pueden caer"
El investigador social y miembro de Ecologistas en Acción lleva estudiando desde hace más de 20 años los alcances e impactos de un acuerdo comercial que hoy vuelve a estar en la agenda política.
La resistencia al acuerdo UE-Mercosur ya forma parte -literalmente- de la vida de Tom Kucharz, activista, investigador social y miembro de Ecologistas en Acción, una confederación de más de 300 grupos ambientalistas distribuidos por pueblos y ciudades de toda España.
Lleva desde 1999, cuando se aprobó el mandato para negociar, estudiando los impactos sociales y medioambientales de un pacto comercial que hoy, cuatro años después de cerrarse un acuerdo político que no llegó a ser ratificado, vuelve a estar en las agendas de Europa y de Latinoamérica.
Pocas fuentes conocen el paño como él. Tiene acceso a notas confidenciales, a actas que filtran algunas embajadas y a borradores secretos que permiten -contexto histórico mediante- inferir el pulso de las negociaciones.
La Comisión Europea aceleró en estos últimos meses, tras el triunfo de Lula da Silva en Brasil y la cronificación de la inestabilidad geopolítica global, las charlas secretas con los gobiernos del Mercosur para lograr un nuevo acuerdo político.
El elemento diferenciador sobre la mesa es un "instrumento adicional", una especie de salvoconducto que busca limar las asperezas a ambos lados del océano.
Por lo pronto, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, sigue liderando el rechazo europeo y Alberto Fernández (mandatario argentino) y Lula siguen desconfiando del "proteccionismo verde" de Bruselas.
"Hay indicios para pensar que estamos ante un momento clave del acuerdo. Por un lado pueden caer las resistencias internas de la UE y, por el otro, hay muchas presiones desde el Mercosur para reabrir las negociaciones", analiza Kucharz en diálogo con LPO.
¿En qué etapa se encuentra hoy el Acuerdo?
Tenemos una negociación que duró más de 20 años. En 2019 se llegó a un acuerdo político con los gobiernos de Macri en Argentina y de Bolsonaro en Brasil para cerrar las negociaciones. Promete, por un lado, carne y soja más baratas, así como importaciones de etanol, biodiésel y minerales para continuar con el modelo de vida insostenible en Europa. Por otro, la entrada de más bienes europeos -como coches, motores o químicos- al bloque sudamericano por la eliminación del 90% de los aranceles. Han continuados las negociaciones técnicas a puertas cerradas en estos años tras la rúbrica del acuerdo político. En Europa, esto gestó una oposición muy fuerte de la sociedad civil con una declaración firmada por más de 450 organizaciones y un rechazo unánime del sector agrario, lo que llevó a varios gobiernos a rechazar la ratificación del Acuerdo como el de Francia y Austria. En paralelo, muchos parlamentos, como el de Países Bajos o el de Irlanda, también expresaron sus dudas por los impactos de este Acuerdo. El proceso de ratificación quedó entonces en el congelador en lo político. No así en lo técnico, con negociaciones abiertas por los anexos, como los ámbitos de los servicios públicos y su liberación en el marco del acuerdo. En el 2019 esto no estaba publicado. Y si ahora uno entra en la página web de la Comisión Europea ya están publicados muchos de estos anexos, negociados en estos últimos cuatro años.
¿Qué cambió en lo político para que el acuerdo esté nuevamente en la agenda y para que se vuelva a hablar de una posible ratificación?
Muchas variables. La pandemia ha mostrado la fragilidad de las cadenas de suministros. La intensificación de la guerra fría entre Estados Unidos y China y la invasión de Rusia en Ucrania han movido el tablero geopolítico y han vuelto a poner los ojos del capital transnacional de Europa en América Latina. El argumento oficial del gobierno español, del alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, y de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, es que con la victoria de Lula en las elecciones de Brasil ahora hay una "ventana de oportunidad" para ratificar el acuerdo. Y sin embargo tenemos que recordar que la UE lo negoció con el gobierno de Bolsonaro.
También con Macri. Ninguno está hoy en el poder. ¿Cuál es esa "ventana de oportunidad"?
La apuesta de la UE fue cerrar el trato con la derecha latinoamericana, eso no hay que perderlo de vista. Ahora en Bruselas han cambiado el discurso y se celebra la victoria de Lula al ver que algunos de los Estados miembros utilizaron la excusa del gobierno ultraderechista de Bolsonaro para negarse a ratificar el Acuerdo. Al no salir bien la jugada inicial, ahora se aferran a la carta de Lula y su pronunciamiento público de volver a una negociación. Pero hay que mirar entrelíneas y poner el foco en las cosas que no se dicen. Si uno mira el documento que firmaron Alberto Fernández y Lula en enero de este año, justo antes de la cumbre de la CELAC en Buenos Aires, se aprecia las disconformidades de ambos gobiernos con el Acuerdo por su impacto negativo en la industria, en la pérdida de miles de puestos de trabajo en el sector manufacturero y en las políticas de compra pública, entre otros efectos negativos. Se crítica, al cabo, el proteccionismo de la UE por su Pacto Verde. Fernández y Lula cuestionan que esta "ofensiva proteccionista" se traduce en medias unilaterales medioambientales muy lesivas para las exportaciones de la agroindustria de ambos países. Pero ojo: ¿Quiénes son los actores de esta agroindustria? Las grandes multinacionales europeas. Bayer-Monsanto y BSF que venden las semillas transgénicas de soja y maíz y también el paquete agrotóxico. Y las comercializadoras como Bunge, Cargil y Dreyfus. Es muy peligroso que se utilice el mismo argumento en defensa de las normas de la Organización Mundial de Comercio que tanto empobrecimiento ha generado en Argentina y Brasil. Este discurso puede tener un punto de conexión con las voces más neoliberales de la Comisión Europea. Hace dos semanas, la jefa de la Dirección General de Comercio, la alemana Sabine Weyand, advirtió del "imperialismo regulador" de la UE. Por todas estos movimientos hoy estamos en un momento clave del acuerdo. Por un lado pueden caer las resistencias internas de la UE y, por el otro, hay presiones desde el Mercosur para reabrir las negociaciones. Tenemos que ver qué alma se va a imponer en estos gobiernos: la neoliberal o la progresista que apuesta por una integración regional alternativa.
¿Qué puede hacer caer la resistencia de Macron? Semanas atrás dijo, textual, que "el acuerdo tal como está planteado no es posible".
La coyuntura geopolítica. La guerra de Rusia en Ucrania ha reducido bienes muy importantes para la industria europea: el gas, los fertilizantes, los granos y los minerales. Sectores claves muy perjudicados. Además, la transición energética y digital necesita de muchas materias primas que Europa no tiene. ¿De dónde viene muchos de estos materiales? De China en su mayoría, pero también de América Latina. No son casuales los múltiples viajes de los jefes de Estados europeos a esa región en los últimos meses. Se explica por la necesidad de querer garantizar el acceso al litio o al bauxita, por citar dos minerales. En este contexto, la UE pretende acallar la crítica por la deforestación y el cambio climático con un "instrumento adicional" que, supuestamente, va a garantizar la protección ambiental y los derechos laborales. Se sospecha que se trata de un instrumento meramente interpretativo que, en realidad, no va cambiar ni una coma del texto del Acuerdo. Y digo se sospecha porque no se conoce públicamente el texto de este instrumento. Se negocia con total secretismo. Puede existir la posibilidad de que algunos gobiernos que son reticentes a la ratificación del acuerdo acepten el instrumento adicional para acallar las críticas. Aunque, en realidad, el acuerdo no cambiaría en nada: más deforestación, más empobrecimiento, más cambio climático, más privatización de servicios públicos, más conflictos en el mundo rural. Un dato: la importación anual de materias primas agrícolas de la UE genera una deforestación de 150 mil hectáreas en los países del Mercosur. Sola la soja es responsable del 31% de la deforestación importada en la UE. Una deforestación causada para alimentar a la ganadería industrial europea. En lugar de estar discutiendo y poniendo en crisis unas relaciones comerciales estructurales que van rumbo al colapso, se quiere ratificar un acuerdo que va a empeorar estas cifras.
Macron sigue teniendo la llave del Acuerdo entonces.
No tanto. Porque si Macron rechaza el instrumento adicional, la Comisión Europea tiene un plan B: dividir el Acuerdo, lo que no es nuevo. Se trata de un truco legal para separar los componentes comerciales del capítulo político y de cooperación del Acuerdo, lo que permite la ratificación de la parte comercial sin el necesario consentimiento de todos los Estados de la UE, con mayoría cualificada en el Consejo y excluyendo de la ratificación, además, a los parlamentos nacionales. La reciente declaración de Pascal Lamy, ex director general de la organización mundial de comercio, va en esta dirección. Semanas atrás dijo que la Comisión Europea debería tener el valor para presentar ya el Acuerdo al Consejo y votarlo por mayoría cualificada para no tener en cuenta el rechazo de Francia. Eso puede pasar. En este escenario, Macron puede decir que se ha opuesto pero que Bruselas le ha ganado el pulso.
Pero esta hipotética aceptación europea chocaría hoy con las dudas del Mercosur.
Exacto. Yo digo que cuántos más palos a la rueda, mejor. En las reuniones del 7 y 8 de marzo en Buenos Aires, las delegaciones de Argentina y Brasil se levantaron muy enfadadas porque este instrumento adicional no era nada aceptable. Para la campaña en contra del acuerdo UE-Mercosur de la sociedad civil es una buena noticia. Otra cosa es que no estamos de acuerdo con los argumentos que se esgrimen. Pero es una buena noticia este rechazo del Mercosur. Pero al mismo tiempo sabemos que los poderes económicos y financieros concentrados están presionando muy fuerte para ratificar el Acuerdo. Ojalá que Alberto Fernández tenga claro que para su sobrevivencia política de cara a las elecciones de octubre lo mejor es no firmar esta ratificación. Ojalá que en Brasil, Lula escuche a quienes dentro de su gobierno lo rechazan. Los sectores que más se van a beneficiar con este pacto son los ligados al agronegocio que han financiado las hordas del bolsonarismo que han intentado dar un golpe en enero. Esto Lula debería tenerlo en cuenta.
¿La variable medioambiental, muy fuerte en la sociedad civil y las organizaciones ecologistas, está realmente arriba de la mesa en la negociación política?
Con todo el dolor de mi alma, tristemente, hay que decir que los intereses económicos y comerciales prevalecen en todas las agendas. Este acuerdo no es la excepción. De forma verbal, los líderes constatan la gravedad del cambio climático y se comprometen a luchar por la reducción de emisiones. El caso de Lula es un ejemplo. En su discurso de inauguración de toma de posesión habló de una política de deforestación cero. Y reglón seguido dijo que es posible aumentar la frontera agrícola sin deforestar, lo que es imposible. Esta contradicción es brutal. Y en Europa, Macron utiliza la bandera del cambio climático como una cortina de humo. No le importa la emergencia climática en lo más mínimo. Pero las presiones del sector agrario son muy fuerte. En resumen, la Amazonia y el cambio climático se utilizan cono excusa. En el fondo todos están intentando blindar los intereses duros del capital transnacional europeo, que se traduce en más acceso a recursos y en más acceso a mercados. Un ejemplo ,uy claro: el video que hizo el Ministro Federal de Economía y Protección Climática, Robert Habeck, en Brasil con la selva amazónica de fondo diciendo que con un comercio justo se puede evitar la deforestación. Scholz quiere empujar a Lula para que firme la ratificación del acuerdo porque Alemania necesita desesperadamente minerales para su sector automovilístico y para toda su economía verde. Brasil tiene el 92% del suministro mundial de Niobio, fundamental para las placas solares y la energía eólica. La industria automovilística alemana es un gran consumidor de minerales como hierro y bauxita. En Brasil, se calcula que el 10% de la deforestación entre 2005 y 2015 fue producto de las actividades mineras. Las industrias europeas tienen muy en claro sus objetivos. Pueden lograrlo sin el Acuerdo, eso está claro. Pero éste les da más seguridad jurídica.
¿Qué se le responde a las voces europeas que, desde el pragmatismo más liberal, sostienen que en caso de no cerrarse el acuerdo China se va a quedar con esta tajada del Mercosur?
Que es una visión puramente neocolonialista. Todos los discurso de Borrell, defensor de esta tesis, están atravesados por una visión racista y colonial de las relaciones geopolíticas. Que declare que el 2023 tiene que ser el año de América Latina para la UE, se explica solo por la necesidad de acceso a los recursos naturales y a los mercados del Mercosur. En el fondo, la UE intenta aferrarse a la sobrevivencia de un modo de vida imperialista. No sé si somos conscientes en Europa que nuestra modo de producción y consumo se basa en el expolio de los recursos a otros pueblos. Decir ahora que si no se firme este acuerdo viene China es perverso. China ya está en Latinoamérica. El mayor socio comercial del Mercosur es China. El segundo es la UE. China ya ha desplazado a Estados Unidos y a Europa en muchas esferas comerciales. El "enemigo China" es de una hipocresía mayúscula cuando la dependencia de Europa es total para su transición energética y digital. Además, gran parte de deforestación, destrucción y las emisiones de gases de efecto invernadero asociados a las exportaciones de materias primas a China vuelven a España y la UE en forma de productos de consumo como móviles, ordenadores, televisores o guantes de plástico. Entonces, puede que sea un argumento que sirva de cara a la opinión pública. Pero es absurdo por donde se lo mire. China ya está ahí.
¿Por qué el gobierno español está apoyando incondicionalmente el Acuerdo y pone la ratificación como una prioridad en la hoja de ruta de su próxima presidencia en la UE?
No solo el apoyo es del gobierno de Sánchez. Hay una continuidad con los gobiernos de Aznar, Zapatero y Rajoy. Desde el inicio de las negociaciones, los gobiernos del PSOE y del PP han tenido un papel protagonista dentro de la UE de empujar el pacto. Esa lógica solo se entiende por el papel que ha tenido América Latina para el capital transnacional español. Una parte muy importante de los beneficios del IBEX 35 viene de esta región. La diplomacia española con el Mercosur siempre ha repercutido en las arcas de las grandes empresas nacionales, en el sector bancario, de servicios, de telecomunicación, energético.
Pero esa es más bien una foto histórica. Sánchez en su política doméstica defiende hoy ciertas banderas ambientales y anti-neoliberales. ¿No es una contradicción apoyar el Acuerdo con los ojos cerrados?
Si bien podemos encontrar en Sánchez algunos discursos que pueden sonar a políticas progresistas, como el impuesto a los sectores eléctricos y bancarios, en el fondo las políticas tienen los mismos beneficiarios. ¿Dónde van los fondos europeos Next Generation? ¿Van a las mayorías sociales, a las pequeñas y medianas, a la economía social y solidaria? ¿O van a las grandes empresas del IBEX 35? Ahí está la cuestión. Sí tienes una ley sobre Cambio Climático, pero tienes un claro incumplimiento al no tener en cuenta los impactos que genera la economía española en el exterior. Toda la importación de soja o de maíz de Brasil o de Argentina, toda esa deforestación, todas esas emisiones, van a las cuentas de esos países, no a la cuenta española, cuando una gran parte de las emisiones de España son importadas, de China y de América Latina. Estos impactos externos no son tenidos en cuenta por ningún gobierno europeo. Es mentira que vamos a una descarbonización. Todas las renovables se generan con extractivismo y con combustibles fósiles en el sur global. El gobierno se autodenomina verde pero, en el fondo, la reforma del sector energético está en manos de Teresa Ribera con el oligopolio. Quiero ser claro en esto: sí puede haber políticas simbólicas muy progresistas de esta gobierno de coalición, pero la ortodoxia económica la maneja Nadia Calviño, quien ha sido funcionaria de alto nivel durante mucho tiempo de la Comisión Europea. Los beneficios del IBEX 35 no están en peligro en lo más mínimo. Y lo otro: si bien ahora el PSOE es el garante del gobierno de Lula, no olvidemos que blanqueó a Bolsonaro.
¿Por qué el Acuerdo no forma parte de la agenda de Unidas Podemos? No recuerdo ni una sola declaración pública en el último tiempo sobre el tema.
Sería interesante trasladar esta pregunta a la secretaria general de UP, Ione Belarra. Yo recuerdo perfectamente el programa electoral de Podemos para las elecciones generales en el que se rechazaba el acuerdo con el Mercosur. Si hoy si llegase a votar en el Congreso el Acuerdo, el PSOE votaría con el PP, Ciudadanos, PNV y Junts votarían a favor. Lo que le pedimos a Unidas Podemos es que activen su oposición a este acuerdo comercial, que pongan en marcha los mecanismo parlamentarios de interpelación al Gobierno y que generan el debate al interior del Ejecutivo sobre lo inaceptable que es la ratificación de este acuerdo debido a que está en contradicción a la agenda 2030, a la Ley de cambio Climático, al Acuerdo de París, a la protección de la biodiversidad. Está en contra, también, de la política "de la granja a la mesa" que propone la reducción de pesticidas y fertilizantes de la UE. Necesitamos de forma urgente una voz clara de Unidas Podemos hable de esto. Hay una obligación moral, ética y política de dar esa batalla en la coalición.