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TLC Chile-EEUU: Un tratado mal tratado

A 18 meses de haber entrado en vigencia el TLC entre Chile y EEUU, éste refleja una notoria disparidad entre las promesas y sus efectos. Si bien las autoridades y el sector privado lo han calificado como un éxito, desde la óptica de la Alianza Chilena por un Comercio Justo y Responsable (ACJR) y otras organizaciones de la sociedad civil, dicho TLC se limita a un perfil netamente comercial, distante del desarrollo social calculado por sus propulsores. Por lo tanto, continúa pendiente avanzar en la agenda del desarrollo y la posibilidad de utilizar los compromisos comerciales para una mayor exigibilidad de los pactos y convenciones suscritos por el país.

Chile es un socio muy poco relevante en términos comerciales. Se ubica en el 37º lugar de procedencia de exportaciones a EEUU. La economía chilena equivale a 1,5% del tamaño de la estadounidense y pese a que se mantienen controles, limitaciones y restricciones, el país ha sido largamente reconocido por su política comercial liberal y transparente y su régimen de inversiones extranjeras. Ambos países ya tienen, comparativamente, regímenes abiertos de inversión y buenas protecciones en derechos de propiedad intelectual. Los beneficios más importantes, por tanto, no están tan relacionados con la eliminación recíproca de aranceles como en lo referente a “barreras no arancelarias” (servicios, propiedad intelectual).

En cuanto a las proyecciones, la Oficina del Representante de Comercio de EEUU (USTR) en un documento titulado “Tratado de Libre Comercio EEUU-Chile: potenciales efectos”, de junio de 2003, dice que el acuerdo produciría beneficios menores, porque EEUU y Chile tienen regímenes comerciales abiertos y bajos aranceles. El acuerdo incluye obligaciones específicas en áreas como propiedad intelectual, servicios, inversiones, entrada de personas de negocios y telecomunicaciones. Puede servir de modelo para negociaciones con otros socios, porque incluye compromisos bilaterales en un amplio rango en las “barreras no arancelarias”, no cubiertas por acuerdos comerciales anteriores; entre ellas, propiedad intelectual.

El documento vaticinaba -sobre posibles impactos para ambos países- que en 2016 las exportaciones de EEUU habrán aumentado de 18% a 52%, mientras que las importaciones de Chile crecerán sólo de 6% a 14%.

El comercio exterior entre Chile y EEUU ha registrado una expansión superior al promedio mundial (10%), con un incremento de 31% en 2004. Durante el primer periodo de vigencia del TLC, las exportaciones chilenas a EEUU han crecido 30,5% en relación con 2003, en tanto las importaciones se han expandido en torno al 32%. La composición de las exportaciones hacia el país del norte mantiene una clara concentración en materias primas y sus derivados. Así es como 78% corresponde a exportaciones forestales y sus derivados, frutas, cobre, alimentos. Si se observan las tasas de crecimiento de las exportaciones durante el primer año de vigencia, el primer lugar lo ocupa el cobre, con una expansión en la práctica de 100% respecto del año anterior. Lo sigue la minería en general, con un alza de 80% y los productos forestales, con un aumento de 56%. Destaca el incremento de las exportaciones textiles, con un salto de 106%, aun cuando sus volúmenes son escasos, con apenas 0,6% del total. Las exportaciones hacia este mercado siguen concentradas en productos de bajo valor agregado y no generadores de empleo.

Existe un fenómeno de concentración de actividad exportadora en pocas empresas. En Chile, 6 mil empresas han realizado exportaciones en los últimos años, de las cerca de 600 mil que existen. En 2004, las principales 50 empresas exportaban cerca de 70%. Esta concentración es mayor aún en las exportaciones a EEUU: las 50 principales empresas exportaban 86% del total de envíos de Chile.

Las importaciones de bienes norteamericanos han gozado de una evolución similar a las exportaciones chilenas, no obstante su tasa de expansión ha sido más pronunciada. Si durante el primer semestre las exportaciones hacia EEUU aumentaron 32%, las importaciones lo hicieron en 62%. Un alto crecimiento si se considera que el aumento promedio de las importaciones totales fue de 39%. Junto con los intercambios comerciales desiguales que mantienen ambas naciones, es necesario abordar los flujos financieros y de inversión directa; más aún si concordamos que estas son las principales formas que asume la actual expansión mundial del capital norteamericano. En esta perspectiva, merece destacarse que alrededor de 30% de toda la inversión extranjera materializada en Chile durante los últimos 30 años proviene de EEUU, el país con mayor inversión acumulada en nuestra economía. En efecto, los flujos materializados alcanzaron a 15 mil 891 millones de dólares entre 1974 y 2003, equivalente a 29,7% de la inversión total.

Sin embargo, cabe subrayar que un monto significativo de esas inversiones -sobre todo en los últimos años- se ha materializado mediante fusiones y adquisiciones de empresas locales (estatales o privadas), produciendo una extranjerización creciente de sectores claves de la economía chilena.

Hay otro fenómeno que destacar. Durante los últimos dos años ha habido una caída de las inversiones norteamericanas en Chile, las que durante el primer semestre de 2005 marca cifras irrelevantes. Inversamente, según cifras de la Cámara de Comercio de Santiago, la inversión detectada de empresas chilenas en EEUU alcanzó apenas 102 millones de dólares en 2001, representando 7,6% del total. Sobre la base de estos antecedentes, el único beneficiado por el TLC en el ámbito de las inversiones pareciera ser EEUU, porque las remesas superan en más de 8 veces a los ingresos por inversión extranjera directa.

Otro aspecto que es necesario de observar son los Derechos de Propiedad Intelectual (DPI) de empresas transnacionales de capitales norteamericanos. El TLC vincula las legislaciones nacionales con aspectos normados en el acuerdo, lo que obliga y obligará a los gobiernos chilenos a legislar sobre estas materias. En lo que respecta a bioseguridad, es un tema importante en el ámbito de los Derechos de Propiedad Intelectual. Hay un interés de Estados Unidos por la adopción de leyes vinculadas a semillas, regulaciones genéticas, productos para la industria farmacéutica. Las relaciones económicas entre EEUU y Chile ocultan profundas asimetrías en los flujos tanto comerciales como de inversión directa y financiera, siendo éstas mucho más agudas en este último ámbito. Un tratado de libre comercio basado en la “reciprocidad” entre dos países que son profundamente asimétricos, no podría generar un acuerdo equilibrado con beneficios compartidos entre y al interior de ellos.

Síntesis de un documento preparado por la ACJR para la Cumbre de los Pueblos, con aportes de de Cetes y Claudio Lara.

* Directora ejecutiva de la Alianza Chilena por un Comercio Justo y Responsable


 source: La Nación, Chile