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¿Nueva política exterior?

¿Nueva política exterior?

Andrés Espinosa Fenwarth
Asesor del Ministro de Agricultura

El embajador Celso Lafer de Brasil, miembro de la Corte Permanente de Arbitraje Internacional de La Haya, sostiene que “la política exterior como política pública, tiene como objetivo traducir necesidades internas en posibilidades externas. El desafío en el proceso de elaboración de esa política es doble, definir lo que son necesidades internas y, al mismo tiempo, evaluar las posibilidades externas”.

Estas sabias reflexiones, que ejemplifican la excelencia de la escuela diplomática brasileña del Instituto Río Branco creado en 1945, nos sirven de hilo conductor para examinar nuestra propia realidad interna y arrojar algunas luces sobre la política exterior de Colombia en lo económico en un mundo como el actual, plural y diverso.

Al examinar nuestras necesidades internas en materia de ampliación de mercados, evolución tecnológica y de competitividad, no parecen tener discusión alguna la preservación del acceso a Estados Unidos y la integración andina entre países vecinos en lugar de su fragmentación, con énfasis en el mantenimiento de Venezuela como socio principal, sin descuidar a Mercosur ni a Centroamérica.

De igual manera, en lo que tiene que ver con el proceso de continua inserción competitiva internacional y la definición de las negociaciones de acuerdos comerciales con la Unión Europea, Canadá, México, Efta y los países del Pacífico, que son la esencia de la concreción de nuestros requerimientos internos en materia de crecientes flujos de inversión extranjera y comercio de bienes y servicios en un mundo que se nos presenta a la vez globalizado y regional.

Este enfoque de política exterior refleja un hecho incontrovertible, la estrecha relación entre la política interna y la externa. Lafer manifiesta que “vivimos hoy en un mundo en que la importancia creciente de los flujos y de las redes, reducen la relevancia que los territorios y las fronteras tenían anteriormente. Como consecuencia, la política exterior y la interna se tornan, si no indivisibles, porosas, pues el mundo se internacionaliza en la vida de los países”.

La evaluación de las necesidades internas es pues esencial, como lo es la definición de las posibilidades externas y la identificación de sus limitaciones. Colombia es un país de América, donde todo pude cambiar, salvo, claro está, su privilegiada ubicación geoestratégica y su estabilidad en una región en la que sirve de contrapeso y fiel de la balanza frente a modelos distintos, y a veces, distantes, incluso polémicos. Es allí donde precisamente residen nuestras fortalezas en lo político, que no son despreciables, ni parecen ser del todo comprendidas por la bancada demócrata en Washington, como lo demuestra su accionar respecto del TLC firmado en noviembre del año pasado, y recientemente enmendado para cumplir con las exigencias de esa bancada que detenta actualmente la mayoría en el Congreso norteamericano.

El célebre pensador francés Raymond Aron decía que la política exterior se mueve entre el realismo maquiavélico y el enfoque de cooperación kantiano. Lafer sostiene, a su vez, que “hay momentos en la conducción de la política externa en que el ambiente internacional favorece una presencia mayor de los principios kantianos y hay momentos en que se tiene que mirar las realidades maquiavélicas”. Colombia enfrenta simultáneamente este dilema, un detrimento de la cooperación internacional y un realismo maquiavélico del manejo del poder.

Esta disyuntiva exige un fortalecimiento de nuestra capacidad de reacción política en el concierto internacional, que permita convertir nuestras necesidades internas en posibilidades externas, incluidos los asuntos de comercio, que ahora más que nunca deben pasar por el ponderado tamiz político de la Cancillería como rector, con el presidente Uribe, de las relaciones internacionales.

Fuente: Portafolio


 source: portafolio.com.co