Uruguay dejó atrás el entusiasmo por un TLC con China, según The New York Times
Por Ámbito | 14 de julio 2023
Uruguay dejó atrás el entusiasmo por un TLC con China, según The New York Times
El reconocido diario estadounidense señaló que el gobierno apostó su legado económico al acuerdo pero fue sobrepasado por las complejidades internacionales.
Las peripecias del gobierno de Uruguay en busca de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China llegó a uno de los medios más importantes a nivel internacional, el New York Times, como un ejemplo de cómo el escenario geopolítico puede ser un factor de gran complejidad —y hasta un obstáculo— en el comercio internacional de países pequeños.
“El entusiasmo que prevalece en este país sudamericano ha dado paso más recientemente a la resignación de que es poco probable que se llegue a un acuerdo comercial con China en el corto plazo. Lo que parecía una nueva oportunidad para Uruguay se ha convertido en una historia de advertencia sobre los escollos de la política comercial para las pequeñas naciones que se enfrentan a complejos realineamientos geopolíticos”. Así define el New York Times la situación que atraviesa Uruguay respecto de las negociaciones con el gigante asiático.
Las conversaciones entre ambos países, mayormente impulsadas por la administración del presidente Luis Lacalle Pou, se encuentran en un punto muerto, atrapadas entre las intenciones de China por negociar con el Mercosur, la prioridad de Brasil de lograr el acuerdo con la Unión Europea antes de avanzar con otros frentes, y el deseo uruguayo de tener el peso geográfico y económico suficiente para ser considerado un actor relevante por sí mismo —y no en el contexto del bloque regional del que tanto ha renegado en los últimos meses.
Actualmente, China es el principal comprador de Uruguay, sobre todo de carne vacuna, uno de los productos de exportación más importantes del país. Sin embargo, las colocaciones en el país asiático enfrentan aranceles del 12%, más del doble de la tasa aplicada a la carne de Australia —el mayor exportador de carne a la nación china—, mientras que Nueva Zelanda, el segundo mayor exportador hacia ese país, tiene acceso libre de impuestos.
Este escenario, junto con la búsqueda de “rediseñar los términos del compromiso con el resto del mundo, al tiempo que separaba a la nación del legado de proteccionismo comercial que ha prevalecido en las economías más grandes de América del Sur”, fueron los motivos por los que, según indica el New York Times, Lacalle Pou apostó “su legado económico”. Los avances fueron auspiciosos en un principio, pero hace tiempo ya que el entusiasmo del gobierno por los mínimos logros parece ser una fachada para tapar lo que fue molestia y ahora no es más que resignación por el futuro del TLC.
La pelea con (y por) el Mercosur
Mientras tanto, “las aspiraciones de Uruguay provocaron ira y acusaciones en los vecinos Brasil y Argentina”. Este clima beligerante mejoró luego de que la misma China asegurara buscar la armonía entre los socios regionales —supeditando el acuerdo bilateral con Uruguay a una negociación colectiva con el Mercosur y, sobre todo, con Brasil.
“Cualquier interés que tuviera el gobierno chino en llegar a un acuerdo con Uruguay pronto cedió a su enfoque en Brasil, un cálculo basado en aritmética básica: Uruguay es un país de 3,4 millones de habitantes, mientras que Brasil es la economía más grande de América del Sur y alberga a 214 millones”, señala el New York Times, al respecto.
Pero el diario de Estados Unidos también señala las dificultades que este acuerdo con el Mercosur implica: a la lentitud del bloque regional —pone como ejemplo los 20 años de negociaciones con la Unión Europea— se le suma el hecho de que Paraguay, uno de los miembros del bloque, no tiene relación con Beijing sino con Taiwán. Mientras tanto, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva fue claro en que su prioridad es el acuerdo con el continente europeo, y que recién luego pondrá su atención en los asiáticos.
De esta forma, Uruguay parece estar perjudicando la relación con sus socios regionales sin perspectivas de ventajas económicas en el mediano plazo y, quizás, ni siquiera en el largo plazo.