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Colombia: Santos seguirá con el modelo Carimagua

Colombia: Santos seguirá con el modelo Carimagua

4-9-2010

Intervención del senador Jorge Enrique Robledo en el Foro Nacional del Sector Agropecuario, “Esperanza y futuro”, citado por los congresistas Camilo Sánchez y Joaquín Camelo, Bogotá, 4 de septiembre de 2010.

No hay que hacerse ilusiones con el proyecto de ley de tierras. La llamada locomotora agraria es un Renault-4 el gobierno ve a la UAF como un escollo que hay que saltarse. Seguirán el libre comercio y los TLC. “Los indígenas no somos lombrices… no comemos tierra”. Darle tierra a una persona a la que no se le garantiza poder producir en ella es una especie de estafa descomunal.

Se me ha pedido expresar algunas opiniones sobre el tema del TLC y lo voy a hacer, pero espero tener la licencia de ustedes para hacer unos comentarios muy breves sobre el tema de la tierra, que ocupa principalmente a este evento.

Primero, es claro que Colombia tiene probablemente el peor índice de Gini de concentración de la tierra en el mundo. Es un hecho que se puede demostrar de todas las maneras. Segundo, pienso que cualquier demócrata siempre convendrá en que a algún compatriota o a un campesino desplazado o a un campesino se les dé una parcela. Eso está por fuera de toda discusión en un ambiente como este. La discusión es cómo hacerlo y con qué propósitos y a quiénes, etc., y ahí empiezan los debates, y sobre todo si se hace en Colombia. Recordemos que desde 1936 se está hablando de estos temas y el problema, lejos de resolverse, se vuelve cada vez más grave.

No hay que hacerse ilusiones

Con respecto a lo que el gobierno del doctor Juan Manuel Santos está planteando sobre tierras, voy a hacer dos o tres comentarios breves. Lo primero, no voy a fijar posición frente a lo que está proponiendo, porque la verdad es que no hemos podido conocer todavía qué es lo que van a consagrar en la norma. Porque una cosa es lo que se dice que va a estar en la norma o lo que alguien sueñe o tenga la esperanza de que vaya a estar en la norma, y otra cosa muy distinta es la norma, cuyo texto no se ha dado aún a conocer. Para no mencionar un asunto aún más grave, y es que después de que la propuesta pase por el Congreso, quién sabe cómo salga, porque al final lo que se va a convertir en práctica es lo que aquí se termine aprobando. Y la historia de Colombia no permite ser optimistas en este sentido.

Repito, me reservaré para opinar de fondo sobre este tema el día en que aparezcan los proyectos de ley, pero desde ya con toda franqueza les digo que no soy optimista. Mi actitud frente a este gobierno es la de cero ilusiones, en todos los temas y en este, en particular, porque me es imposible olvidar que el doctor Juan Manuel Santos fue compañero de gabinete del doctor Andrés Felipe Arias y ministro de Álvaro Uribe. Son hechos que no puedo dejar de advertir.

Además, porque ya miramos en la Comisión Quinta el presupuesto del Ministerio de Agricultura para el año entrante y va a ser inferior o igual al de este año. Entonces uno se hace una pregunta, porque se ha dicho que el agro se convertirá en la locomotora del desarrollo: ¿cómo es que una cosa que el 6 de agosto pasado era un Renault 4, se vuelve una locomotora el 7 de agosto? Esos son cuentos que no me trago, porque no es posible una política agropecuaria seria sin plata. No veo cómo se puede hablar sobre tierras con seriedad si no hay plata, y más cuando la ley que reforma las regalías, y lo sabemos ya a ciencia cierta, va a acabar con lo que llama el ministro de Hacienda los gastos “chichigüeros” con la plata de las regalías. “Chichigüeros” para él son esas obras tan importantes para los campesinos, un puente sobre algún pequeño riachuelo, un aula en una vereda, una vía de penetración. Se van a adelantar en cambio los grandes macroproyectos, concentrando la decisión del gasto en Bogotá y quitándosela a los alcaldes y a los gobernadores. Luego no soy optimista, repito, pero también he dicho que esperaremos lo que pase.

Santos ve la UAF como un escollo

En la política agraria de este gobierno hay un segundo aspecto que curiosamente nadie menciona. Es el punto número 69 de los 110 del Programa de Gobierno del presidente Santos. ¿Qué es lo que dice? El punto 69 llama a acabar con la traba burocrática que la Unidad Agrícola Familiar, UAF, le significa al desarrollo agrario. ¿Cuál es la historia que hay detrás? Quienes quieran pueden leer en la página de la Presidencia de la República que hace un par de años el presidente Uribe declaró que él quería hacer en los Llanos Orientales haciendas de 40, 45 mil hectáreas, pero que la UAF no lo dejaba, porque la UAF limita la extensión a 900 hectáreas. Manifestó el presidente Uribe en esa misma intervención que la UAF no se podía desmontar porque la ley actual no se lo permitía. Entonces, como aparece el tema en el Programa de Gobierno del doctor Santos, le pregunté al ministro Juan Camilo Restrepo, para un debate que vamos a hacer el próximo martes en la Comisión Quinta del Senado, qué quería decir eso de acabar con la traba burocrática de la UAF. Me contestó que definitivamente ellos no son capaces de cambiar la ley, pero que van a hacer proyectos para entregar tierras del Estado en concesiones por encima de la UAF, en el Vichada y en el resto de los Llanos Orientales.

Eso, mis queridos amigos, se llama Carimagua, traducido al buen romance. ¿Qué era Carimagua? Una tierra que se les ha debido entregar hace rato a unos campesinos y decidieron más bien feriársela toda en concesión, las 17 mil hectáreas, a un solo gran empresario. No de a 8.500 a dos ni de a 1.700 a diez, sino toda a uno solo.

Quiero entonces llamarles la atención a los interesados en estos asuntos agrarios para que le echen ojo a lo que expongo, la otra cara de la historia. Y que no resulte que al final, después de tanto hablar de tierras para los desplazados, se terminen agrupando las tierras en generosos macroproyectos para los grandes inversionistas y conviertan a nuestros campesinos como en siervos de la gleba del Medioevo.

Hay además un tercer aspecto, mencionado el lunes por el periódico El Tiempo, y es que el gran capital trasnacional anda merodeando tras las tierras de Colombia. Ya hay ofertas para compras del orden de 800 mil hectáreas. En Madagascar, África, ya hubo un contrato a cien años en alquiler para un millón de hectáreas. En eso está el gran capital trasnacional en todo el mundo. Aquí surge otro interrogante: ¿Colombia va a aceptar que sus tierras o una porción inmensa de ellas terminen en manos del capital extranjero? ¿Cómo afecta esa entrega la soberanía nacional y el precio de la tierra? Uno de los grandes obstáculos para producir en Colombia en el sector agrícola y pecuario es el altísimo precio del suelo, que hace que prácticamente ningún negocio lícito sea rentable. Frente al tema de la tierra, me limito a dar estas informaciones y dejo la cosa planteada así.

Las importaciones masivas y los TLC arruinan el agro

Como se me pidió, paso a mencionar el tema del Tratado de Libre Comercio. Lo enfoco de la siguiente manera. La tierra es una condición necesaria para la producción agrícola. Salvo casos experimentales, por ejemplo, que alguien en un balcón siembre un tomate, lo cierto es que sin tierra no hay producción agropecuaria. Es una condición necesaria, pero no suficiente. Puedo poseer mucha tierra y no tener cómo desarrollarla. En Colombia hay 6 millones de hectáreas de calidad agrícola subutilizadas, porque la política agropecuaria, no de ahora sino desde hace años, no permite que florezca la producción.

Les cuento un episodio del que voy a seguir hablando muchas veces en los próximos cuatro años. Antes de llegar yo al Senado, cuando era dirigente de la Asociación Nacional por la Salvación Agropecuaria, estaba en una reunión en Ibagué hablando del problema de las importaciones agrícolas, y pidió la palabra un líder indígena de la zona de Coyaima, en el Tolima. El hombre dijo, con la sabiduría que les es propia: quiero dejarles claro, compañeros, que “los indígenas no somos lombrices… no comemos tierra”. Y nos explicó cómo algunos de ellos, aun cuando padecen por un inmenso déficit de tierras, algunas parcelitas sí tenían, pero que se estaban muriendo de hambre porque antes sembraban algodón y ya no, por las importaciones, antes sembraban sorgo y ya no, por las importaciones, antes sembraban maíz y ya no, por las importaciones, y los gobiernos estaban casi que convirtiéndolos en lombrices, pero ellos, con toda razón, se oponían a convertirse en esa clase de bichos.

Señalo la anécdota porque apunta al fondo del debate sobre el libre comercio. ¿Qué es el libre comercio? El libre comercio consiste en que el país se quede con la tierra y se dedique a importar los bienes que se podrían producir en el territorio nacional. Esa la triste historia, ahí están las cifras. Colombia importaba una cantidad relativamente pequeña de comida en 1990 y hemos llegado a importaciones de 10 millones de toneladas. Hoy estamos del orden de ocho, y eso que con cuentas incompletas, porque por ejemplo se dejan de lado los alcoholes, una forma de importación de bienes agropecuarios. El trigo desapareció prácticamente de la faz de Colombia, la cebada otro tanto, el maíz agoniza, las pérdidas en granos son inmensas y eso que no han entrado aún en vigencia los tratados de libre comercio. Y aquí quiero recordar que el jefe de Fedearroz, el día que se firmó el TLC con Estados Unidos, dijo que si se ratificaba el Tratado, se acababa el arroz. Los del gremio porcicultor, que se acababan los cerdos, los de los pollos, que era el peor acuerdo que había podido suscribir gobierno alguno y así cada sector fue poniendo el grito en el cielo frente al TLC con Estados Unidos, quiebra que nosotros en su momento también advertimos. No voy a dar las cifras, pero los datos revelan que la palma africana va a sufrir pérdidas inmensas con las importaciones de oleaginosas de Estados Unidos. Y cuando se analiza este periodo, que ya es de libre comercio, porque el libre comercio entra en operación con el gobierno de César Gaviria, eso es lo que tenemos, así no hayan entrado en vigencia los TLC.

Y entonces nos replicaban los negociadores, puede que sí, senador Robledo, pero vamos a invadir al mundo de exportaciones agropecuarias de Colombia. Paja. ¿Qué estamos exportando? El mismo banano que se exporta desde el siglo XIX, el mismo café que se exporta desde el siglo XIX. Lo nuevo son las flores y la revaluación las está arruinando, porque el libre comercio es con revaluación. Decir que viva el libre comercio, pero abajo la revaluación es un absurdo. Van juntas las dos cosas. Entonces, ¿de qué es de lo que estamos hablando? De que en libre comercio no hay desarrollo agrario. ¿Por qué ha medio crecido el cultivo de la palma? Porque ahí no hay libre comercio. Si hay algo que esté bien lejos del libre comercio, es el negocio de la palma. Primero nos obliga el gobierno a consumir un ACPM hecho con palma y extremadamente costoso, y lo mismo pasa con los alcoholes carburantes. El consumo es obligatorio. Uno le tiene que echar el agrocombustible al carro quiera o no, así le dañe el motor, y le ponen además un alto precio buscando que sea negocio para los que andan metidos en esa actividad, a quienes se llena de plata de Agro Ingreso Seguro. Y entonces uno se pregunta por qué al resto de sectores no se les aplican esos mismos niveles de protección.

Y ojo, lo que tenemos hoy de agro subsiste porque no ha habido TLC. Y los tratados van a arruinar también el sector lácteo, el último refugio de millones de campesinos, los mismos que arruinó el libre comercio en el trigo, la cebada, el café, en mil partes, ahora refugiados en unas cuantas vacas. No es que lo diga yo, lo afirma Fedegan, gremio amigo del gobierno nacional y en general del establecimiento.

La situación entonces es muy grave. Y cuando le pregunto al doctor Juan Camilo Restrepo para el debate del martes si este gobierno va a pedir que se renegocien los capítulos agrícolas del TLC con Estados Unidos y con Europa –pensaría que se deberían renegociar todos los capítulos, pero bueno, siquiera lo agrícola–, el ministro me dice, no, señor, se mantienen, no hay ninguna razón para hacerlo. Entonces cuál desarrollo agropecuario con un Renault 4 disfrazado de locomotora en el aspecto presupuestal y con una política de tierras consistente fácilmente en entregarles las tierras de la nación a los inversionistas extranjeros y generar un impacto indeseable por mil razones.

En Colombia nos deberíamos poner de acuerdo, senadores y representantes, para presentar un proyecto de ley que prohíba venderles las tierras a los extranjeros o arrendárselas, como lo están haciendo en Madagascar. Es el tipo de propuestas que a mi juicio deberían contemplar los proyectos de ley. Resumiendo, como ustedes ven, no me hago ilusiones con la política agraria de esta administración. No tengo razones para hacérmelas, pero también digamos, como ya lo advertí, que vamos a esperar.

Insisto en la idea principal: no somos lombrices, los colombianos no somos lombrices, no es posible que nos convirtamos en lombrices. Darle tierra a una persona a la que no se le garantiza poder producir en ella es una especie de estafa descomunal. Y en esto hay que ser serios, porque aquí se mueven mil intereses. Aquí puede haber gente pensando en vender a precios muy altos tierras con las que está encartada para encañengar a otros compatriotas, como se dice coloquialmente.

Mi llamado muy simple es que ojo avizor. Y no se me olvida, lo digo con toda cordialidad y con toda franqueza, porque la franqueza ha de ser el eje del debate político, no se me olvida que el doctor Juan Manuel Santos fue compañero de gabinete del doctor Andrés Felipe Arias y nunca lo oímos expresarse contra el modelo Carimagua. Pienso que lo que se viene de verdad es convertir en realidad el modelo Carimagua presentándolo endulzado y con flechas almibaradas, como se decía la otra vez. Es esa además la política del Banco Mundial. El representante a la Cámara Wilson Arias lo explicó con toda claridad en un debate en la Cámara. Las tierras y el poder sobre la tierra para el gran capital financiero, trasnacional incluso, y nuestros campesinos convertidos en peones, en siervos de esos grandes empresarios. Pero todo llenando a nuestro país, y esto es lo más grave, de comida extranjera, negándoles la posibilidad a nuestros campesinos y a nuestros empresarios.

Creo, para finalizar, que el modelo agrario colombiano debe ser dual, de campesinos e indígenas por un lado y de empresarios por el otro. Esas importaciones les niegan a nuestros campesinos y a nuestros empresarios la posibilidad no solo de tener una menor desigualdad, en el campo colombiano extremadamente aguda, sino también, sobre todo, de poder producir riqueza, de poder autoabastecernos porque tenemos agua, tierra y gentes suficientes para hacerlo. ¿Lo va a hacer Santos? Esa no es la política que hasta el momento conozco de esta administración.


 source: Recalca