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El café de Colombia ¿y la leche?

7-5-10

El café de Colombia ¿y la leche?

por Alfonso Raffin

Son las tres y media de la madrugada en una aldea próxima a la capital de Colombia. Jonathan empieza a ordeñar sus nueve vacas. Como el resto de días, al alba, repartirá leche cruda en los suburbios de Bogotá. Falta luz en su establo y en su futuro: la aplicación de los decretos del gobierno Uribe va a impedir que su actividad continúe, que él y más de 200.000 ganaderos, 200.000 familias, vendan leche para ser hervida en los hogares humildes del país. Pero, aún siendo tantos, él se siente solo, muy solo.

Las diez y media en Madrid, se prepara una gran manifestación de los ganaderos de leche contra los precios, contra el poder de las industrias y los supermercados, contra la inoperancia del Gobierno y de Bruselas, contra la falta de ayudas. Un autocar proveniente de Lugo, acaba de aparcar, Hilario camina con algunos paisanos rumbo a Cuatro Caminos. Lo ha tenido difícil para venir, vive endeudado en tiempo y dinero, pero debe ser solidario con sus vecinos, y con ganaderos de toda España. Junto a ellos, estaciona el mercedes de Esteban, trae a su mejor ordeñador, Silvestre, para sacarle un poco y hacer más bulto.

En un bar próximo, Julián toma un café con leche, mientras busca en el periódico ofertas de empleo. Las consignas lanzadas por los manifestantes le recuerdan su infancia y juventud. Piensa en las 14 vacas que tuvo que vender su padre después de él venirse a Madrid. Le exclama al camarero: “van a acabar con todo, mi familia tuvo que dejarlo cuando entramos en la Comunidad, tantas exigencias, era imposible”. Sixto, el camarero, le responde, “yo también tenía vacas antes de venir a España”.

 ¿Dónde?

 En Colombia, mi primo las tiene y atiende nuestras finquitas, ya que mi hermano también se vino después, y se las vendió. Ahora mi hermano ordeña vacas en una granja muy grande de Toledo y vive más tranquilo.

 ¿Y en esa granja, contratan gente que sepa?

 Ahora no, mi hermano Silvestre me dice que el dueño tiene muchos gastos y que la leche no le da. Además, solo quería inmigrantes. Más baratos.

Acercándose a Cuatro Caminos, Hilario mira el rostro oscuro de Silvestre y el cabello claro de Esteban, viendo ganaderos de toda condición, de todo el mundo, en la misma lucha. Se siente arropado. Piensa en su amigo Julián, que se vino a Madrid, diciendo que los pequeños no podrían sobrevivir, que los grandes se los comían, que el resto de europeos tenía más ayudas y tecnología.

En el bar, muy cerca, Julián lee en el periódico que se está negociando un Tratado de Libre Comercio entre la CEE y Colombia, que permita a Europa exportar más de 5.000 toneladas de leche en polvo, 2.000 de queso y 1.000 de lacto-sueros, lo que mejorará la situación difícil de los ganaderos europeos.

 Mira lo que dice aquí. Os vamos a mandar más leche.

 Ah sí, el TLC. Dice Sixto. Mi primo Jonathan me lo contó. Es su ruina. Primero le prohíben vender leche fresca, le obligan a entregarla a las industrias para procesarla, pero ya tan sólo quedan multinacionales, que sólo quieren la leche de las ganaderías grandes de los llanos de Bogotá, lo que llamamos la Sabana. Son las mejores tierras, de médicos y abogados o de los ex-narcos. No quieren la de mi primo, allá en los altos, es poquita y lejos. Ahora con el TLC, la leche de Europa va a inundarnos, como hizo la norteamericana. A mi primo solo le queda ir a trabajar para los hacendados, o venir aquí sin papeles ni nada, ganando alguna cosa, clandestino.

Julián pide otro café. ¿También con leche?, dice Sixto. No, dice Julián, ahora solo, muy solo.

*Los personajes, con iguales o diferentes nombres, son reales. Las coincidencias, son posibles. El mundo, tan surrealista como imposible. Los datos y algunos hechos, verdaderos y tozudos.

Alfonso Raffin, Veterinarios Sin Fronteras


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