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Crisis financieras y alimentarias

Crisis financieras y alimentarias

Helena Villamizar García-Herreros, El Nuevo Siglo, Bogotá, mayo 4 de 2008

La difusión de ciertos mitos y la credibilidad en las doctrinas que los promueven encuentran graves escollos en determinadas coyunturas históricas en las cuales la contundencia de los hechos se encarga de desmentirlos de manera inequívoca. Uno de esos momentos fue la crisis asiática en 1997, la cual minó seriamente la capacidad de las entidades de Washington de persuadir a los países en desarrollo acerca de las enormes bondades que derivarían de la libre movilidad de capitales. A tal punto la evidencia contrariaba esta doctrina que el propósito del FMI de imponer dicha liberalización, mediante reforma de su Convenio Constitutivo, se frustró. Era imposible ante la contundencia y la gravedad del fenómeno de la crisis asiática, que además afectó a muchas economías en desarrollo, seguir sosteniendo la “verdad oficial” de Washington. Como afirmó Joseph Stiglitz, en la liberalización de la cuenta de capitales, presionada por el Tesoro de Estados Unidos y las entidades de Washington, radicó el origen de la crisis asiática. O como diría Jagdish Bagwhati, en las presiones del complejo Wall Street Tesoro, para significar que dicha liberalización sólo favorece al gran capital financiero. La actual crisis mundial de alimentos igualmente evidencia monumentales falencias de la doctrina del libre cambio que se ha querido imponer al mundo en desarrollo. Los hechos la contradicen en los propios pilares de su base conceptual, pues el aumento del consumo, sinónimo de bienestar según el discurso teórico de esta doctrina, por el contrario, se ha visto reducido en lo que constituye el más esencial de todos los consumos: los alimentos, al punto de haber provocado hambrunas y hasta racionamientos de arroz en la meca del consumismo, Estados Unidos. ¡Quien podría creerlo!, como en la pequeña economía cubana o en las guerras, no basta con tener los votos monetarios entre el bolsillo en esta gran potencia, pues hasta allí llegaron los temores de escasez de ciertos alimentos.

Y qué decir de aquellos haitianos obligados por el hambre a comer galletas hechas de tierra, y de los disturbios por las alzas de alimentos en Asia, África y América Latina, que revelan hambre y miseria, por supuesto de los más pobres y vulnerables en el planeta. Pues las multinacionales de alimentos, por el contrario, ven crecer sus ganancias. El modelo de globalización actual lejos de reducir los precios para el consumidor ha producido un incremento dramático de los alimentos, lo que llevó al secretario general de la ONU a declarar que nos encontramos ante “un desafío sin precedentes de proporciones globales, que se ha convertido en una crisis para los más vulnerables del planeta, incluyendo a los pobres de las ciudades”.

Evidentemente en el modelo de globalización se encuentran las raíces más profundas de esta amenaza de hambruna. Los hechos son insoslayables; a tal punto el nuevo “orden” de un comercio internacional injusto está en las raíces del problema, que en la declaración adoptada por el líder de la ONU y los jefes de las agencias multilaterales en Berna, se “atribuye el origen del aumento de precios al encarecimiento de la energía, la falta de inversiones en el sector agrícola, el rápido ascenso de la demanda de alimentos, las subvenciones que distorsionan el comercio, la persistencia de condiciones climáticas adversas y la degradación ambiental, la producción subvencionada de biocombustibles que suplantan la producción de alimentos y la imposición de restricciones a las exportaciones” Y posteriormente Ban Ki-moon en declaraciones en Ginebra, incluyó a la especulación y al "pánico comprador" entre las causas del fenómeno1/

El nuevo director del Banco Mundial y anterior Secretario de Comercio de EEUU, Robert Zoellick, declaró: “francamente, los propios gobiernos han invertido menos en agricultura”, como si ninguna relación existiese entre dichas menores inversiones en los países en desarrollo y las políticas de los grandes. Como afirma Eric Holt-Giménez, en realidad la nueva crisis de alimentos “ha estado produciéndose durante décadas. Desde que el Banco Mundial, BM, y el Fondo Monetario Internacional, FMI, invadieron el mercado del Sur-al obligarlos a abrir sus puertas a los granos subvencionados de EEUU y Europa-los campesinos de los países pobres constantemente son expulsados de la tierra y la producción agrícola. Con la bandera de “ventajas comparativas”, muchos países pobres que anteriormente fueron autosuficientes en la producción de su comida se han convertido en importadores de comida, debido a la política externa deliberada de EEUU. Pero ahora que EEUU retiene su maíz y vende caro el alimento, estas naciones han quedado como los perdedores del juego”.

Pese a la apabullante evidencia que derrumba los mitos del mal llamado libre comercio, Estados Unidos sigue imponiendo su voluntad pero mediante expedientes bilaterales como son los TLC, con los que está “abrazando al mundo”, según palabras de Robert Zoellick en su anterior cargo, pues su imposición a través de acuerdos multilaterales se tornó imposible. Hoy no es plausible en la esfera multilateral obligar por ejemplo a la liberalización de capitales, como tampoco lo es imponer las condiciones del “libre comercio” con asimetrías a favor de EEUU a países desarrollados o economías como la China.

Resulta incomprensible cómo ante semejantes evidencias ciertos gobernantes de los que con razón algunos denominan países banana, continúan rezando el credo del libre cambio y arrodillándose para que EEUU les firme un TLC que arruinará lo que queda de su agricultura amén de otros males aún más graves. Curiosamente ninguna evidencia histórica logra derrumbarles los mitos que sustentan las doctrinas impuestas por los intereses de los actores más poderosos en la tierra; tampoco rigurosos estudios como el realizado por Luís Jorge Garay, Fernando Barberi e Iván Mauricio Cardona que evaluaron las verdaderas consecuencias de la negociación del TLC para el sector agrícola nacional.¿Cuáles serán los intereses superiores a los de la mayoría de los colombianos que guían al gobierno en su defensa irrestricta del TLC?


 source: RECALCA