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¿Supone el retorno de Trump el fin del libre comercio?

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Attac France & bilaterals.org | 13 de marzo de 2025

¿Supone el retorno de Trump el fin del libre comercio?

El retorno al poder de Donald Trump y su renovada ronda de aranceles han provocado mayores sacudidas a todo el orden neoliberal que configuró el mercado global desde los años noventa. Aunque estas maniobras claven una cuña en todo el bloque occidental, de algún modo continúan una antigua tradición de la política estadounidense. Así que, ¿supone esto la muerte del libre comercio?

Justo después de la re-elección, Trump no perdió tiempo para imponer los aranceles que había prometido —rompiendo un sistema comercial que el propio Estados Unidos y sus aliados estuvieron modelando desde el triunfo del neoliberalismo a principios de los años noventa. En el nivel superficial, su postura parece implicar un alejamiento radical, brutal, impredecible. Algo totalmente diferente de los presidentes anteriores. Pero “Primero América”, no comenzó con Trump.

El comercio como instrumento de dominación

Históricamente, Washington siempre ha defendido sus intereses estratégicos en variados modos. Con el colapso del bloque soviético, Estados Unidos se posicionó como líder de un mundo unipolar, configurando un multilateralismo económico en línea con sus intereses. Este marco neoliberal, presentado como modelo universal, sirvió sobre todo para consolidar la dominación económica estadounidense para beneficio de sus corporaciones transnacionales.

De Clinton a Biden, la liberalización del comercio con frecuencia marchó de la mano con la intervención militar y diplomática. Como dijera el periodista Thomas Friedman en 1999: “McDonald’s no puede florecer sin McDonnell Douglas, que construye los F-15”. La guerra al terrorismo de George W. Bush, de la que la invasión de Irak fue el más devastador ejemplo, es un caso puntual en que las corporaciones estadounidenses le sacan provecho a los conflictos de Washington.

El sistema legal estadounidense ha sido con frecuencia el arma contra los competidores de fuera. Por ejemplo, la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero, que ostensiblemente se enfoca contra la corrupción de funcionarios públicos extranjeros, ha golpeado de un modo desproporcionado a firmas no estadounidenses como Alstom y Siemens, y a BNP se le sentenció por no tomar en cuenta las sanciones estadounidenses a Irán.

La fusión del comercio y la diplomacia no es nada nueva. Ya a fines del siglo XVIII, los tratados comerciales de EUA mezclaban objetivos económicos y estratégicos. En épocas más recientes los acuerdos comerciales con Arabia Saudita y Bahrain se firmaron sólo después de que levantaron los boicots que mantenían contra Israel. Durante la Guerra contra el Terrorismo, Washington recompensó a Australia por su lealtad con un acuerdo de libre comercio. En el régimen de Obama, se hablaba de la Asociación Transpacífica como una arma geopolítica contra China. Y el USMCA (T-MEC) [1] de Trump, sucesor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, incluye cláusulas implícitamente dirigidas contra Beijing.

Un viraje imperialista que privilegia transacciones

El segundo periodo de Trump anuncia una ruptura con las doctrinas neoconservadoras que dominaron la política exterior de Estados Unidos desde Clinton. Ya no hay más la pretensión de diseminar la democracia o de mantener la estabilidad global. Esto es reemplazado por una lógica de puro negocio. Ahora Estados Unidos hace transacciones como un magnate inmobiliario, favoreciendo los negocios de uno a uno. El gobierno de Trump parece abrazar la naturaleza multipolar del mundo de hoy con el fin de aprovecharse lo más posible. De algún modo, es una vuelta a la realpolitik de Henry Kissinger, asesor de Seguridad Nacional estadounidense a principios de los años setenta. En ese entonces, Washington se aproximó a Beijing para contrarrestar a la Unión Soviética; hoy, Trump juega la carta rusa para apuntarle mejor a China. Entretanto, intimida y abusa de sus aliados de largo plazo, y los amenaza con sanciones comerciales o estratégicas si no se alinean con sus dictados.

Y aunque Trump no guarda en secreto su rechazo a la lógica del libre comercio multilateral, esta dinámica no es nueva para Estados Unidos. Con Obama, Estados Unidos había comenzado a paralizar la Organización Mundial de Comercio al bloquear la designación de los jueces de su cuerpo de apelaciones, una política que continuó con Trump y luego con Biden. Así también, la mano dura hacia las firmas tecnológicas chinas comenzó con Obama.

La coerción económica como política

Pero Trump está yendo un paso más allá en su postura cuasi-imperial hacia lo que considera su esfera de influencia. No ha dudado en imponer aranceles a México y Canadá pretextando su falta de medidas contra la inmigración ilegal y el tráfico de drogas, lo que viola el USMCA que él mismo renegoció. Forzó a Panamá a abandonar la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda de China, y amenazó a Colombia con sanciones si se negaba a recibir a sus migrantes, a lo que Bogotá eventualmente accedió. La Unión Europea no ha estado exenta tampoco, y Trump ya apunta contra naciones que se atrevieron a ponerle impuestos o regulaciones a los gigantes de Silicon Valley. Esto sin mencionar sus erráticas provocaciones, como aquella de invadir Groenlandia o anexarse Canadá.

Esto ya no es un simple proteccionismo sino una política imperialista, coercitiva, que incluso avasalla a sus aliados tradicionales.

Algunos aspectos clásicos de los acuerdos de libre comercio podrían aplicarse al comercio digital. El USMCA se basó en la Asociación Transpacífica que le otorgó a los Gigantes Tecnológicos mano libre y mínimas regulaciones. En una tímida vuelta en U, el gobierno de Biden le retiró su apoyo en la OMC a ciertas cláusulas impulsadas por la industria digital, notablemente el libre flujo de datos personales y la no divulgación del código fuente.

Pero que GAFAM [Google Amazon, Facebook, Apple y Microsoft] +Musk se agrupen en torno a Trump, más la percepción de que la economía digital y la inteligencia artificial son asuntos estratégicos de suma importancia, anuncia que vuelven a otorgarle fuerza a los intereses de los Gigantes Tecnológicos. Los obstáculos tales como las leyes de localización de datos, los impuestos digitales y las transferencias forzadas del código fuente pueden estar muy pronto en el radar de Washington.

Una vez más, es muy probable que se impongan la retórica de la coerción y los acuerdos basados en transacciones en detrimento de una regulación concertada y balanceada del espacio digital.

Europa atrapada en una burbuja de libre comercio

Pese a algunas iniciativas proteccionistas, la Unión Europea (UE) se mantiene atrapada en una lógica comercial heredada de los años noventa. Desde la re-elección de Trump, la Comisión Europea ha finalizado tratados de libre comercio con Mercosur y México, un acuerdo de comercio digital con Corea, mientras acelera negociaciones con varios países asiáticos (India, Indonesia, Malasia, Filipinas y Tailandia).

Al mismo tiempo, la llamada transición energética de la UE está acicateando una disputa por las materias primas del Sur, dado que los acuerdos de comercio buscan asegurar el abastecimiento de la Unión Europea. En gran medida, por ejemplo, la importancia estratégica del litio (un mineral esencial para las baterías de los vehículos eléctricos, los teléfonos inteligentes y el almacenamiento de energía renovable), ha estado ausente del debate público sobre el acuerdo con el Mercosur. Argentina, Bolivia y Brasil, con reservas significativas, están en el centro de esta fiebre en pos del “oro blanco”. Otros países, ricos en minerales, están en la mira de los negociadores en Bruselas. Con el telón de fondo de las crecientes tensiones con Estados Unidos, la UE parece lista para establecer su nuevo impulso extractivo, lo que perpetúa una lógica neocolonial. Las consecuencias son predecibles: una devastación ambiental y muy magros beneficios económicos para las poblaciones locales.

La aceleración de negociaciones sobre tratados de libre comercio estarán en el corazón de la política económica europea durante años por venir. En meses recientes la Comisión Europea firmó también otro tipo de pactos, como los “acuerdos de facilitación de inversiones sustentables” y las “asociaciones estratégicas sobre materias primas”. Recientemente, anunció un nuevo concepto: “asociaciones de comercio e inversiones limpias”. Estos acuerdos son menos vinculantes en su alcance que los acuerdos de libre comercio más amplios pero los complementarán para cumplir con las necesidades de las multinacionales europeas, que siempre están buscando nuevos mercados internacionales.

Sobre todo, estas iniciativas ilustran la notoria incapacidad de la Unión Europea para librarse de una lógica heredada desde el fin de la Guerra Fría, momento en que el libre comercio era visto como un instrumento de poder y un motor de prosperidad. Tras la retórica de la cooperación, el desarrollo sustentable y los derechos humanos, Bruselas en realidad está en busca de una agenda de comercio abierto dictada por los intereses de sus grandes corporaciones. Pero el contexto global ha cambiado radicalmente: el capitalismo neoliberal globalizado está siendo exhibido en su fracaso, primero por la crisis de las hipotecas de alto riesgo, luego por la pandemia del Covid 19 y las crecientes tensiones geopolíticas.

El acuerdo UE-Mercosur es un ejemplo perfecto: está en discusión desde 1995, en un momento en que el calentamiento global era una preocupación marginal, por lo que ahora está por completo fuera del paso ante los desafíos actuales.

El Sur global: cómo navegar las nuevas tensiones

Las consecuencias de esta nueva era para el Sur global se caracterizan por su heterogeneidad económica y política y se sienten en varios niveles. Las poblaciones y las economías del Sur, más débiles, quedan de nuevo atrapadas entre los intereses estratégicos de los poderes principales —y la creciente inestabilidad incrementa su vulnerabilidad. Otros, sin embargo, podrían beneficiarse de este re-barajado de las cartas.

Trump ya le apunta a Vietnam y a India, y los acusa de prácticas “injustas” de comercio y de aranceles abusivos, para ejercerles mano dura y que así abran sus mercados todavía más. India, que está en el medio de negociar un acuerdo comercial con Washington, bien puede tener que hacer más concesiones con tal de apaciguar al presidente estadounidense.

Para mantener la supremacía del dólar, Trump amenaza también con sanciones contra los países que abracen las nuevas divisas alternativas surgidas del BRICS+ (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y sus nuevos socios [2]) o contra quienes favorezcan alguna otra divisa diferente al dólar.

No obstante, algunos integrantes del BRICS+ podrían sacar ventaja de la situación si logran atraer a otras economías del Sur que estén hartas de la dominación occidental y busquen socios más confiables. Rusia y China, que pudieran ser percibidos como los más sólidos garantes del comercio internacional y de la preservación de los activos nacionales, gradualmente podrían proponer reglas que parezcan más atractivas para muchas economías emergentes. Beijing y Moscú (vía la Unión Económica Euroasiática) están entonces multiplicando sus agendas de libre comercio. La resiliencia de Rusia ante las sanciones occidentales y ante su exclusión del sistema SWIFT [3], un componente esencial de las finanzas internacionales, puede también inspirar a algunos gobiernos.

Otras potencias del BRICS+, como los Emiratos Árabes Unidos, India, Irán e Indonesia, expanden su red de tratados de comercio y consolidan su influencia regional afirmando su estatus de poderes intermedios. Esta dinámica está reforzando la emergencia de nuevas “sub-hegemonías” al interior del Sur global. Ciertos Estados se tornan polos de poder para las economías más débiles sin que esto cuestione fundamentalmente la dominación de las grandes potencias.

En el corto plazo, la hegemonía estadounidense en el comercio internacional se mantiene sin cuestionamiento, algo reforzado por la pre-eminencia del dólar y el monopolio digital de los gigantes estadounidenses. Se calcula que casi 70% de todo el tráfico mundial de internet pasa por los servidores de Amazon, y dos tercios del mercado de computación con nubes digitales [4] lo tienen acaparado Microsoft, Amazon y Google —un bastión estratégico que consolida todavía más su poder.

El fracaso del libre comercio y el ascenso del autoritarismo

La elección de Donald Trump marcó un punto de quiebre en el comercio global, pero es parte de una tendencia que comenzó mucho antes de su arribo. Las tácticas de abuso hacia sus socios comerciales no deben oscurecer una realidad más profunda: la política estadounidense siempre ha sido una palanca al servicio de la dominación de sus grandes corporaciones. Aunque sus estrategias desafíen la doctrina del libre comercio que viene de los años noventa, esto no significa el final del libre comercio o el inicio de una “desglobalización”. El comercio fluye a unos altos niveles históricos pero ahora se reconfigura mediante consideraciones geopolíticas y de seguridad. Los acuerdos de libre comercio se mantienen como un instrumento para que muchos gobiernos consoliden sus alianzas estratégicas, incrementen su influencia y aseguren sus cadenas de suministro.

No obstante, el ascenso de Trump y la diseminación de variadas formas de autoritarismo prueban una cosa: el experimento del libre comercio falló. En Occidente destruyó la industria manufacturera, ensanchó la desigualdad y degradó a la clase trabajadora. En su búsqueda de siempre mayores ganancias, las corporaciones transnacionales masivamente han dislocado la producción a países con estándares sociales y ambientales más laxos, dejando atrás a millones de personas.

En el Sur global, el daño es aún mayor. La agricultura en pequeña escala fue sacrificada en el altar de las exportaciones; el ambiente se deterioró bajo la presión de las industrias extractivas, y millones de obreros quedaron atrapados en condiciones muy semejantes a una esclavitud moderna. Bajo la fachada del crecimiento y la competitividad, el libre comercio ha servido centralmente a los poderes principales, consolidando un sistema donde los países ricos explotan los recursos y la mano de obra de las naciones más vulnerables.

En el amanecer de una nueva era marcada por la revolución digital y los desafíos climáticos, deben replantearse las necesidades del comercio internacional. El modelo del libre comercio, un vestigio de otra época, no puede hacer frente a los retos del siglo XXI. Pero si la alternativa es la coerción estilo Trump y un capitalismo autoritario, el mundo enfrentará mayores convulsiones. Sin priorizar los derechos humanos, la justicia social y la sustentabilidad, los errores de la historia se repetirán —a una escala mucho más devastadora.

Footnotes:

[1Acuerdo entre Estados Unidos-México-Canadá

[2Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Indonesia e Irán

[3Sociedad para las Telecomunicaciones Financieras, Interbancarias Mundiales (por sus siglas en inglés [Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication])

[4La práctica de utilizar servidores remotos de computación alojados en centros de datos conectados al internet, para almacenar, manejar y procesar datos, en lugar de utilizar un servidor local o un computadora personal.


 source: Attac France & bilaterals.org