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Costa Rica: el rostro detrás del antifaz

24-9-07

Costa Rica: el rostro detrás del antifaz

o de como el PEN compromete al TSE a favor del Sí

Pensamiento Solidario:

Mario Fernández Arias

Gerardo Fumero Paniagua

Silvia Rodríguez Cervantes

María Eugenia Trejos París

Luis Paulino Vargas Solís

José María Villalta Flórez-Estrada

INTRODUCCIÓN

El Programa Estado de la Nación (PEN) y el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) publicaron recientemente un documento titulado escuetamente “Resumen del TLC”, el cual fue difundido como separata en dos importantes medios escritos de comunicación. El formato del documento responde a la metodología usual en el PEN, es decir, es formalmente estructurado en un estilo cuadrado más que simétrico, el cual insinúa “equilibrio”. Mas, y en todo caso, se trata de un equilibrio sustentado en un estilo comunicacional rígido y en el ejercicio vertical de la autoridad. Tales son los aspectos de forma, pero lo cierto es que esta forma anticipa el contenido, y, más aún, ella resulta, en sí misma, portadora de ese contenido.

A su vez, y con la misma rígida simetría, este contenido está trabajado para lograr “equilibrio”, según lo que tal cosa significa para el PEN. Es decir, el asunto consiste básicamente en decir las cosas imprimiéndoles un registro que se pretende y se autoproclama aséptico. Es un estilo que se resuelve en un juego de apariencia y que, a fin de cuentas, se limita tan solo a las apariencias.

Aparenta analizar, pero jamás tanto como para molestar a las élites del poder. Aparenta profundidad, pero en realidad se limita a la descripción y cuantificación en un nivel superficial, sin jamás alcanzar la hondura propia de un análisis científico crítico.

La pretensión de asepsia, de “análisis sereno y balanceado”, es decir, y a fin de cuentas, la pretensión de “equilibrio”, lleva a que el documento en mención enfatice el aspecto racional como criterio guía de la decisión que debe tomar el pueblo costarricense en relación con el TLC. Ya eso aparece claramente formulado en la portada de ese folleto, donde la palabra “corazón” es manipulada y modificada para que, en su lugar, diga “con razón”. El asunto es remachado en las “reflexiones finales” (página 22), donde, después de una extensa cita del informe de los llamados notables, hablan de la importancia del “voto razonado” y resaltan en negrita la siguiente frase: “Se trata de votar no solo con el corazón sino, sobre todo, con la razón”.

El objetivo así remachado, conducente a reducir la decisión sobre el TLC a un asunto racional, responde muy bien al estrecho positivismo desde el cual el PEN acostumbra realizar sus investigaciones e informes. Ello también se refleja en su preferencia por lo que, en su práctica investigativa usual, ellos acostumbrar designar como “dato cuantitativo duro”, el correlato de lo cual es el esfuerzo sistemático en procura de eludir el análisis crítico y problematizador. Por lo demás, son justamente estas características lo que ha hecho del PEN los “sabios oficiales” de los grupos de poder en Costa Rica.

En relación con el TLC, el énfasis que se quiere poner en la convocatoria a una decisión “racional”, aparte la intención de mantenerse fiel a la asepsia usual en el PEN, constituye una contradicción en los términos y, por otra parte, una burda manera de tratar de descalificar la convocatoria a votar No.

En primera instancia, es un llamado contradictorio porque busca unilateralizar los criterios de decisión, basándolos en el elemento racional, no obstante que la población costarricense ha carecido de suficiente y adecuada información sobre el TLC. Como es notorio para todo mundo (aunque no para el PEN), durante varios años nuestro pueblo ha estado expuesto a la propaganda del Sí -profusa y millonaria- la cual se basa en falacias, amenazas y, en el mejor de los casos, datos parciales. El PEN parece no conocer esa realidad o quizá simplemente quiere ser complaciente y encubrirla.

Pero también la cosa resulta contradictoria porque malamente podría nadie convocar a una decisión de tal forma basada en el elemento racional, ofreciendo para ello un documento resumen como el elaborado por el PEN, sumamente limitado en sus contenidos e igualmente pobre, sesgado y manipulador en su capacidad para recoger los cuestionamiento formulados por la abundante investigación y literatura que respalda las posiciones del No.

En todo caso, las pretensiones de asepsia por medio de las cuales se finge equilibrio, quedan gravemente en entredicho en cuanto se constata, como resulta fácil hacerlo, que el PEN escogió un camino que fácilmente los pone en posición de alianza con el Sí y en directa colisión con el No.

Recordemos dónde nació la idea del corazón. Recordemos, en todo caso, que se trata, sin la menor duda, del corazón del No. Es una idea tan creativa y novedosa y de tan grande poder expresivo, que asustó al Sí al extremo de no tener empacho alguno en intentar robárselo. Y robárselo a la luz del día y frente a todo el mundo. Robárselo, sí, pero con pésimos resultados. Porque no obstante la violencia del acto, el corazón del No sigue siendo, y lo será para la historia, el corazón del No. No hay forma posible de que nos lo quiten.

Cuando un puñado de artistas del No diseñó y desarrolló la idea del corazón, lo hizo ideando un corazón portador de los colores de la Patria, justo porque es un corazón que ama esa Patria nuestra. Precisamente por ello es un corazón gordito; porque está henchido de amor. La convocatoria que así formulamos los del No, no es a una decisión irracional, como con tanto infortunio han querido verlo los señores del PEN. La convocatoria es a una decisión inspirada en el amor. Amor por Costa Rica, que es amor por su historia, sus instituciones, sus logros, su democracia, su paz, su naturaleza. Pero, más aún, es amor concreto por el prójimo; por cada prójimo cobijado bajo este cielo patrio y los colores azul, blanco y rojo de la bandera. Amor por cada niño y cada niña, por cada hombre y cada mujer, por cada anciano o anciana. Por la vida de la naturaleza -la de cada planta y cada árbol; la de cada ave o reptil o mamífero- que, a fin de cuentas, la vida de la naturaleza es nuestra propia vida como humanos.

Votar con amor no es votar irracionalmente. Y, en particular, no lo es porque el No ha sido capaz de complementar y solidificar ese amor, sustanciando su posición con el respaldo de los cerebros más brillantes de este país, sustentándose en una profusa y sólida producción intelectual y científica y enriqueciéndose con la poderosa sensibilidad de los mejores artistas de Costa Rica. El amor que expresa el corazón del No es un amor que se alimenta de la historia patria, de la rica sensibilidad de nuestro pueblo y de la enorme producción intelectual, científica y artística que atestigua ante la historia la seriedad de nuestras posiciones.

La irracionalidad que han querido ver los del PEN, y con base en la cual intentan descalificar el corazón del No, es tan solo la versión aséptica y “equilibrada” por medio de la cual estos señores hacen suya, pero reformulándola en bien de su “imagen”, la objeción del Sí frente a los argumentos del No. Esa objeción del Sí -la única objeción que nos formulan, valga enfatizarlo- consiste en lo siguiente: repetir incansablemente que nuestras abundantísimas críticas al TLC se refieren a cosas que “no están o no están dichas” en el TLC. Es una crítica “racional” en el sentido más estrecho del término. Una crítica positivista, según la empobrecida acepción de ese concepto que el PEN acostumbra aplicar en su trabajo, la cual, en su versión extrema, fue trasladada y aplicada a mansalva contra los planteamientos del No.

Descalificar una crítica al TLC aduciendo que ésta afirma algo que “no está dicho” en el texto del TLC, equivale a afirmar que el TLC es una realidad autosuficiente: en su génesis, se concibió a sí mismo sin influencia externa alguna y en su desarrollo se alimenta de sí mismo, como si poseyera una fuente interna que, de forma inagotable, le proporciona energía e impulso. O sea, y según ven las cosas los señores del Sí, el TLC flota en el aire; ajeno a la historia, independiente de los grupos sociales concretos, vacunado frente a todo interés o ideología o proyecto político. Es una concepción del TLC idéntica a la que el PEN tiene de sí mismo: existe como realidad etérea, aséptica e inmaculada.

Esto corresponde a una posición epistemológica que resulta burda y pobre hasta el extremo. Es, simplemente, una perfecta charlatanería. Intenta vestir con trajes de racionalidad lo que tan solo constituye una perfecta superchería. Porque superchería es afirmar que el TLC nació por generación espontánea. Y esto es lo que PEN, en plena coincidencia con el Sí, considera “racional”.

Frente a eso, el No convoca a un voto inspirado en el amor por Costa Rica, con la tranquilidad de conciencia que infunde el saber que ese amor se apoya y alimenta de un trabajo racional que, no pretendiéndose aséptico sino plenamente comprometido, es, en cambio, un trabajo realmente científico, es decir, serio, sistemático y fundamentalmente crítico, que no se da concesiones frente a las exigencias de los privilegiados ni rehuye la aridez de la realidad en la que un tratado como este surge, se negocia y se concreta..

La asepsia y el equilibrio con los que el PEN embellece su rostro para complacer a las elites de poder, en todo caso no le bastaron para guardar el mínimo de serenidad y cordura frente a los planteamientos del No. En el proceso de elaboración del documento solicitado por el Tribunal de Elecciones, oficiaron de inquisidores, con tan escasa elegancia y con tan estridente intransigencia, como lo haría cualquier aprendiz de dictadorzuelo. No solamente fueron cómplices desembozados del Sí cuando este optó por vetar el documento del No para, de esa forma, impedir su publicación. Es que, además, se vistieron con los ropajes de la más rubicunda arrogancia y la más socarrona altanería intelectual.

En nota del 18 de agosto, y con la rúbrica de los señores Gutiérrez y Vargas -sumos inquisidores del PEN- éstos se permiten expresar las siguientes barbaridades:

“El Estado de la Nación ejercería control de calidad y sumo imperio sobre la argumentación presentada [...] en esta ocasión seríamos restrictivos: se rechazarían argumentos factualmente incorrectos o aquellos que, a juicio del Estado de la Nación, expresen un temerario desprecio por la verdad. Si esta regla no se acepta, cancelaríamos esta propuesta. La interpretación nuestra sería taxativa: si algo creemos que no es procedente, rápidamente indicaríamos la razón y abriríamos un breve período de ajuste. La insistencia sobre un punto particular cancelaría el conjunto del ejercicio.”

Y luego, y para remachar: “Las decisiones del Estado de la Nación no son recurribles”.

Imposible no preguntarse: ¿Qué se creyeron estos señores como para arrogarse el derecho de determinar -sin apelación ni debate posible- qué cosa es factualmente correcta o incorrecta? ¿De dónde sacan que ellos poseen el monopolio de la verdad al punto de sentirse en condiciones de determinar, sin admitir apelación ni discusión alguna, que una determinada posición contradice esa verdad?

Se les cayó la careta y se les cayó de forma estrepitosa. Y el rostro que asoma detrás del antifaz es sumamente desagradable. Tiene un peligroso tufo fascistoide; un cariz dictatorial, oscurantista e intransigente que, por sí solo, descalifica gravemente la seriedad del PEN y pone en entredicho, todo, absolutamente todo su trabajo.

Gente a tal punto irrespetuosa, arrogante e intolerante, no merece respeto ni su trabajo puede ser recibido de otra forma como no sea con la más rotunda desconfianza.

Creerse -como estos señores se lo creen con absoluto convencimiento- que se tiene el monopolio de la verdad es la mejor manera de poner en evidencia las propias inseguridades y, por lo demás, constituye un mecanismo que niegan el más básico principio en que se asienta el trabajo científico: el de reconocer la posibilidad del propio error.

Han sido días de memos reveladores. También en este caso...también en este caso.

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